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Bienvenidos a la magia de África

La Fundación CajaCanarias inaugura la exposición ‘África-Babel. El arte de un continente’, una muestra con 368 piezas entre máscaras, esculturas y mucho más
Alfredo Luaces y Guillermo Martínez durante la inauguración de la exposición. Fran Pallero

Para disfrutar y lograr una inmersión total en la nueva exposición organizada por la Fundación CajaCanarias “hay que vaciar la mente” y olvidarse del arte contemporáneo que conocemos, de los estereotipos occidentales. Visitamos África, un continente que es crisol inagotable de culturas, con más de 2.000 lenguas y dialectos, y con un arte que escapa del imaginario colectivo, pero que, aunque muchos no lo sepan, fue el germen del arte contemporáneo actual, allá, en los comienzos del siglo XX.

África-Babel. El arte de un continente fue presentada ayer en el Espacio Cultural de CajaCanarias por Alfredo Luaces, director general de la entidad, y por Guillermo Martínez, comisario de la exposición. La muestra, que está formada por 368 piezas escultóricas, máscaras, objetos cotidianos y pinturas, recorre el arte tradicional africano, centrándose en los pueblos de su franja ecuatorial y tropical, desde el océano Atlántico al Índico y podrá visitarse hasta el próximo 11 de mayo de manera gratuita.

Esta colección viene acompañada con diferentes ciclos centrados en el continente africano, como la música, que en cierta medida ha comenzado con la programación de Pasionari@s, cine, visitas y actividades formativas, tanto para adultos como para estudiantes. Precisamente este viernes, a las 20.00 horas, tendrá lugar un coloquio con Guillermo Martínez, el artífice de esta exposición, pues suyas son las piezas de las que el público podrá disfrutar durante estos meses. Se trata de una de las colecciones privadas más importantes de “un arte que no persigue los patrones de belleza de Occidente”, recalcó Luaces.

A lo largo de más de 40 años, Guillermo Martínez ha recorrido África atesorando estos objetos y documentándolos, tratando de preservar su valor simbólico y sagrado, con ayuda de su mujer, a quien le dedicó unas bellas palabras. Resaltó la necesidad de abordar la exposición alejándose de las ideas preconcebidas, “vaciar la mente”, para contemplar las máscaras, figuras y objetos. “Nuestra mentalidad occidental no sirve para admirar este arte”. Contó que es muy difícil ver cómo trabajan los artistas africanos, “porque lo hacen fuera de las ciudades, en las selvas y lo llevan con secretismo”. Al mismo tiempo explicó que no son críticos con su sociedad, pero, sin embargo, utilizan irregularidades y formas asimétricas para mofarse o amenazar, “pero nunca criticar”. Martínez también previno que este arte está desapareciendo: “Los jóvenes cada vez tallan más rápido, porque lo que quieren es el dinero y este tipo de trabajos se están perdiendo”. Han entrado en la apisonadora capitalista por lo que la exposición África-Babel cobra más relevancia si cabe.

Se podrán admirar creaciones de los pueblos de la franja ecuatorial y tropical africana, desde el Atlántico al Índico. Su variedad y riqueza es, por tanto, amplísima, abarcando países como Nigeria, Camerún, Mali, Burkina Faso, Gabón, Guinea Ecuatorial, Ghana, Angola, Etiopía, Chad y Sudáfrica. Destacan las figuras ceremoniales y los símbolos de poder, las figuras antropomorfas, las máscaras rituales, las representaciones simbólicas y funerarias, o las maternidades, todas ellas reflejo del complejo lenguaje simbólico y plástico de estos pueblos.

Entre las obras sobresale el colosal relicario -sarcófago Nkundu Nkundu, de la etnia Ngata-. Los Nkundu trabajaron la forma humana en sarcófagos que dejaron una profunda impresión en la vanguardia artística de principios del siglo XX. La estatua de bronce de la reina Bamoun es otra de las joyas de la colección, y representa a la soberana madre Mandouh, también conocida como madre de la humanidad. Esta estatua es un fiel reflejo de cómo son los Bamoun: si hay un rasgo que define la personalidad de esta tribu es la sonrisa. En el recorrido de la muestra también resaltan las esculturas Songye, que se presentaban cubiertas de fetiches. Las grandes tallas, a pesar de lo impactante de sus dramáticas expresiones, aseguraban la protección de toda la comunidad y servían para combatir a los espíritus malignos.

La escultura Bamoun del trono era un símbolo de prestigio y poder social entre los Bamoun. La función de los tronos es conectar espiritualmente a los miembros de la familia real. En este caso, no estaba destinado al rey, sino a la reina madre, la segunda persona más importante en el reino de Bamoun.

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