política

Bailando sobre la tumba de la unidad nacionalista

Román Rodríguez y Fernando Clavijo escenificaron ayer que la reunificación está más lejos que nunca, dada la frialdad y el encono con los que se plasmó su enemistad política
Román Rodríguez, presidente de Nueva Canarias. | Fran Pallero
Román Rodríguez, presidente de Nueva Canarias. | Fran Pallero

Se trataron mutuamente como si fueran enemigos políticos, más que adversarios. Como si fueran todavía del mismo partido, según la afortunada expresión de Winston Churchill. Porque el pleno extraordinario celebrado ayer con motivo de las necesarias explicaciones del hoy presidente del Gobierno de Canarias por su imputación en el llamado caso Grúas será recordado por la frialdad y el encono que presidió el cruce de acusaciones entre Fernando Clavijo y Román Rodríguez. Si, figuradamente, la sangre no empapó la moqueta del caserón de Teobaldo Power fue porque cayó, inexorablemente, sobre ese cadáver (exquisito si quieren, pero cadáver al fin y al cabo) que políticamente es hoy la otrora anhelada reunificación del nacionalismo canario.

Hubo quien calificó el tono de la intervención del presidente de Nueva Canarias en el anterior pleno sobre las grúas laguneras como más suave del esperado, pero su relación con Clavijo ha cambiado diametralmente desde entonces. Se debe, quién lo duda, al acoso mediático que, de unos meses a esta parte, sufre Román Rodríguez desde los medios afines a Coalición Canaria a cuenta de la compra de unos terrenos de su familia por parte del Cabildo de Gran Canaria, y que Clavijo en su día le afeó en el Parlamento regional, para enorme disgusto y sorpresa del grancanario.

Por eso, ayer el de Nueva Canarias fue tan sutil como puñetero cuando, en vez de exigir directamente la dimisión de Clavijo (como sí hicieron Noemí Santana, de Podemos, o Dolores Corujo, del PSOE), dejó en sus manos tal decisión. Eso sí, después de recordarle que “son ustedes los que han politizado el caso Grúas y han acusado a todo el mundo, menos a ustedes mismos. Es usted quien ha usado esta Cámara para justificarse políticamente, como no es verdad que usted vaya al Juzgado porque así lo han buscado dos partidos políticos, no. Va usted al Juzgado porque en dos escritos de la jueza y otros dos de la Audiencia se informa de indicios de la comisión de tres delitos”, señaló Román Rodríguez.

Pero lo que realmente crispó a Clavijo fue cuando dejó en sus manos, hay que insistir, la decisión de si debe dimitir o no, “como han hecho otros en circunstancias similares, y dado que le gusta dar lecciones de ética”, en expresión de Rodríguez, muy similar a la usada por Clavijo en la bronca por los terrenos referidos, cuando dijo que le parecía “poco ética” el papel del gerancanario en la polémica. El lagunero, mucho más serio y crispado que, por ejemplo, en sus ya tradicionales rifirrafes con Noemí Santana, se tuvo que remontar a 2003 para afearle a Román Rodríguez que se marchara de Coalición Canaria “porque no le dieron el carguito que quería”, en alusión al incumplimiento de Adán Martín y Paulino Rivero, quienes, entonces temerosos de que siguiera la brutal disputa del primero con Román mientras este fue el presidente, le negaron el control de la Consejería de Economía regional cuando le tocó ser el número dos del gabinete del fallecido Martín.

Bien pensado, remover así los trapos sucios familiares no sonó a Churchill, sino a Siniestro Total, porque fue como si se pusieran a bailar sobre la tumba de la unidad nacionalista.

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