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Juanma Bajo Ulloa: “Ahora sería inviable hacer una película como ‘Airbag’. Estaría prohibida”

Cineasta carismático que lo mismo te agarra el corazón con Alas de mariposa que te deja al borde del histerismo con Airbag, Juanma Bajo Ulloa estuvo de visita en Tenerife para participar en un coloquio con los espectadores que acudieron a la Muestra Internacional de Cortometrajes (MIDEC) de la Universidad de La Laguna
Juanma Bajo Ulloa. | SERGIO MÉNDEZ

Cineasta carismático que lo mismo te agarra el corazón con Alas de mariposa que te deja al borde del histerismo con Airbag, Juanma Bajo Ulloa estuvo de visita en Tenerife para participar en un coloquio con los espectadores que acudieron a la Muestra Internacional de Cortometrajes (MIDEC) de la Universidad de La Laguna.

– ¿Conocía ya la MIDEC antes de que le invitaran?

“No, no lo conocía. Primer año y espero que no sea el último. Lo más sorprendente ha sido la conexión que está habiendo entre los docentes, que están tratando de llevar el cine al público, y también los centros comerciales, que les están dejando crear este espacio. Eso yo no lo había visto. Se ha convertido ya en algo definitivo, con su cartel allí. Y el trato apasionado que tienen los responsables, Fernando y Ramón, con su trabajo y su iniciativa, que se transmite y que ves que es algo sincero y real en un mundo en el que ya eso es tan escaso…”.

-¿Esa pasión es importante para dedicarse al cine?

“Hay profesiones que no están íntimamente conectadas con lo pasional y que puede haber una distancia. Pero aquí creo que cuando no hay esa pasión no acaba de funcionar. Y la gente acaba abandonando y convirtiéndose en funcionarios. Creo que quien va al cine a día de hoy ya tiene una parte de pasión importante, porque es un medio que se está perdiendo. Estamos viendo que las plataformas, los mecanismos electrónicos, nos están apartando de la liturgia que supone ir al cine y dedicar toda la atención a la historia que te están contando. La gente está dispersa y está en nada. Cree estar en todo pero está en nada”.

-¿Qué opina de esas nuevas plataformas y que grandes directores como Iñárritu o Scorsese estén haciendo películas con Netflix, por ejemplo?

“Es que no tengo nada en contra de las compañías que están haciendo cine, que están creando o ayudando a crear historias. Lo que ocurre es que detrás de eso hay algo que se está perdiendo. Son muy depredadoras esas iniciativas. Están depredando el mercado. Están haciendo que lo otro deje de existir. Yo creo que todavía es pronto para saber qué va a ocurrir, pero de entrada creo que ya hay un debate, porque nos estamos dando cuenta de que esa liturgia de la que hablaba es incompatible con sentarse a ver una película en tu casa, que es otra cosa absolutamente diferente. Tienes otra atención. Estás en otra cosa. Te puedes levantar a hacer pis o a hacerte un emparedado, como dirían los Picapiedra. Y en el cine no, en el cine dedicas tu atención. Perder eso es una pérdida irreparable”.

-También se pierde el significado colectivo de ir al cine.

“Es que el cine tiene muchas cosas, por eso hablo de liturgia. Tú sales de tu casa, que ya es un esfuerzo. Es decir, al final lo más valioso que tenemos es el tiempo y cuando tú se lo dedicas a alguien o a algo es porque le estás dando lo más preciado que tienes. Cuando pones aprecio en salir de tu casa, quedar con alguien, irte a un lugar donde están poniendo una película, elegir entre las diferentes opciones, se apaga la luz y no puedes estar haciendo otra cosa, porque no ves, no puedes conversar porque no es adecuado, no puedes estar metiendo ruido y estás concentrado. Es decir, estás apreciando el trabajo de esas personas y la historia que te están contando. El resto es un sucedáneo. Es así, es aquello de “masturbarse o follar”. Pues mejor conocer gente”.

-Hay festivales como Cannes que vetan las películas de Netflix. Parece que les importa más el formato que la calidad artística que tengan esas películas. ?

“Es que yo creo que en cierto modo están relacionados. Yo creo que lo más importante es la narración y hay grandes propuestas y apuestas de narraciones en televisión y series que son maravillosas. Simplemente es que yo distingo entre el hecho de ir a un cine y estar viéndolo en tu casa. En la televisión el espectáculo no es el mismo. En el cine es el tamaño de la pantalla, el sonido envolvente, todo te está dando un espectáculo y creo que hay que distinguirlo. Que quieres volver a ver la película y no está en los cines, pues perfecto. Te la pones en tu casa. Pero es que estamos ya en una degradación tan grande que no es que se vea en una pantalla en tu casa con unas buenas condiciones, es que vemos un trozo en el móvil. O sea, es una cosa que está ocurriendo. No podemos ir como policías diciéndole a la gente “¡No veas mi película en el móvil!”, pero la gente lo está haciendo. En cuanto abres esa puerta la gente se cuela. ¿Se parece algo ese visionado de un trozo de tu película en el móvil a la película que has hecho? No. Es otra cosa”.

– ¿Y ve alguna solución?

“Pues que explote el Teide y nos vayamos todos al carajo. La solución la va a dar la propia humanidad. No en ese sentido solo sino en todos. Este es un momento que no estamos siendo conscientes pero está habiendo un cambio enorme. En la película que estoy haciendo trato de lanzar un mensaje sobre eso y es que la conexión entre las personas y todo lo que nos rodea es absoluta. Este planeta como lugar, o ser vivo incluso. Todo lo que está pasando en el medio ambiente, que estamos permanentemente viendo que está habiendo una degradación y que estamos destruyendo el planeta, que suena como ecologista barato pero es una verdad, está íntimamente relacionado con lo que nos estamos haciendo entre nosotros. Osea, nosotros somos un cáncer ahora mismo en este planeta. Entre nosotros somos depredadores. Estamos intoxicados. Nuestro medio de vida y nuestras decisiones son incorrectas y el Universo es muy cruel. Quien no lo entienda sencillamente lo va a entender por las malas. Y ahora lo estamos empezando a entender por las malas”.

– Las manifestaciones del pasado 15 de marzo de los estudiantes fueron multitudinarias

“Eso sí me parece interesante. Que los jóvenes se dejen de ideologías y lo que hagan es decir: “señores, está ocurriendo ahora”. Es muy fácil estar reivindicando y después irte a comprar un móvil nuevo. O salir de casa y dejar las luces encendidas. Y compras cosas llenas de plástico y tiras el cigarrillo a la calle. Osea, ese gesto es el que cambia el mundo, no otros que realmente son de cara a la galería, que parece que es lo que importa ahora. El selfie, el Instagram, que es pura basura, claro”.

-Está preparando su próxima película, Baby. Háblenos de ella.

“Baby es una película que llevamos preparando ya casi dos años y tal vez se escapa un poco del estándar del cine que estamos viendo actualmente. Por un lado, es una película de género, de suspense, pero por otro es una película de autor. Puede llegar a un público amplio, pero al mismo tiempo es muy personal. Es una película que utiliza el suspense emocional. Las cosas que pasan son muy cercanas y emocionales. Va directo a las vísceras y al corazón. He intentado crearla obviando la racionalidad. No pensando con la cabeza, sino con los sentimientos. Y el arte y la cultura que nos rodea cada vez es más racional. Todo es más técnico. Hay objetos y arte perfectamente hecho y que de entrada tiene una catalogación de perfección, pero que no deja poso en el corazón. Que no puedes recordar porque solo se te queda en la cabeza, y esto se te borra porque surge otro recuerdo y borra el anterior. Y yo intento crear un cine que se quede en el corazón, que no lo vas a olvidar, que te va a emocionar y llegar de alguna manera. Lo he intentado con películas como Alas de mariposa o La madre muerta o Frágil, pero luego tengo esa otra cosa de hacer comedias divertidas y gamberras. Pero cuando cuento cosas personales intento hacerlo como el espectador que le gustaría ver esa historia. Quizás la característica más importante de Baby es que son muy pocos personajes, son mujeres de varias edades y que carece de diálogos. Lo que importa es la esencia. Lo que ves, lo que sientes. El silencio es muy importante en la película. Yo creo que hablar está sobrevalorado. Hablamos y llenamos de ruido, y repetimos las cosas, y a veces hablamos para tapar y mentir. Me interesan más las acciones y los hechos que las palabras”.

-En su cine existe esa dualidad: películas intimistas, pero también gamberras como Airbag. ¿Con cuáles se identifica más?

“Me identifico con todo lo que hago porque es mío y surge de mí, lo que pasa es que como comencé haciendo películas muy personales, pues se me puso la etiqueta. Porque este sistema las pone. Y como me tocaba un poco las narices, pues hice Airbag, que es mi respuesta gamberra a mi parte seria. La risa es importante porque es un mecanismo de defensa que impide que muchas veces tomes otras medidas más agresivas. Ahora precisamente estamos en una gran crisis donde se está censurando el humor, a veces de manera muy sutil”.

-¿Qué piensa de la corrección política? ¿Se la encontró ya cuando rodó Airbag?

“Corrección política ha habido siempre, lo que pasa es que nosotros conseguimos encontrar un hueco en una época en la que no existían las redes sociales y no se había adoctrinado tanto a la población. Ahora es muy fácil hacerlo, se hace en 24 horas con un mensaje en internet. Pero nosotros nos escapamos y nos metimos en ese hueco, y conseguimos hacer una película que ahora estaría prohibida, porque casi cada cosa de la que nos reímos en la película ahora está mal vista. Sería inviable hacer una película como Airbag y ahora estamos ya no en una censura, sino en una inquisición. Ya quizás el mayor logro del sistema es que ha eliminado al censor y la censura ya está en el propio creador, que dice “no haré esto porque me lo van a censurar y a alguien le va a molestar”. Fíjate qué cosa: a alguien le va a molestar, cuando esa debería ser una razón para hacerlo, a veces. Y el propio espectador es el que te dice “eso me ha indignado”. Le han dicho que debe indignarse por casi todo. Lo que se ha cultivado es, en vez de la autoestima, el ego. Nos lo venden como autoestima, pero es mentira. Es puro ego. Dicen: “Tú opinión es muy importante”, pero se les ha olvidado decir “tú opinión puede ser una mierda”. Opinión tenemos todos, pero el criterio es algo que se consigue con la cultura. Como dice Umberto Eco: “Se le ha dado voz al tonto del pueblo”. Y el tonto del pueblo está encantado y no para de hablar. Otra frase que me ha comentado un compañero y que define muy bien la situación que estamos viviendo es “tú indignación no te da la razón”. La gente cree que por estar indignada tiene la razón pero no es cierto. Tú te puedes indignar todo lo que quieras pero el problema lo tienes tú. Se señala con el dedo al otro, se ha empezado a hablar bajo, en los bares ves a gente que mira a su alrededor a ver si alguien ha escuchado el chiste que acabas de hacer. Ya sabíamos que la derecha era puritana pero ahora hemos descubierto que la izquierda también. Y te censura también. Se ha convertido lo sexual en sexista. Eso es un enorme logro del sistema porque se ha inculcado y ya no hace falta un mecanismo externo que lo aplique. Aquello de “el mejor logro del demonio es hacernos creer que no existe”. Las nuevas generaciones van a tener que volver a luchar por algo que creíamos que era definitivo pero no es así. Y de hecho es posible que haya guerras”.

– ¿El cine debe ser reflejar la época, el momento social?

“Sí, debería. Pero el problema es que ese cine también está mediatizado y controlado. Ahora mismo si tienes un pensamiento libre y no estás en la doctrina, en el dogma, no vas a rodar una película. Porque rodar una película no es algo que hagas en cinco minutos y cueste dos euros. El sistema se encarga de que tú no recibas las ayudas, que las televisiones no compren tus películas con lo cual no serán difundidas, los medios de comunicación no vais a dar voz a los autores que van por libre y tienen otra forma de pensar. Es un mecanismo muy perverso. Esa libertad para contar cómo está el país no existe. Se está contando una historia, no la historia. De hecho, los grupos o partidos neofascistas, de extremos, no son extraterrestres. Están ahí porque alguien los ha llamado. Es decir, acción – reacción. Lo que pasa es que a quien ha hecho la acción no le gusta reconocerlo y dice “uy, mira qué grano me ha salido”. Claro, porque estás venga a rascar”.

– ¿Llegó a hipotecar tu casa para hacer tu primer largo. ¿Lo volvería a hacer?

“No porque no tengo casa. Lo hice con las dos primeras películas y el cuarto largometraje, lo hice tres veces y pude recuperarla las dos primeras pero la tercera ya no pude, así que mi casa es del banco, con lo cual no tengo casa”.

– Está complicado hacer cine…

“Está complicado hacer cine en libertad. Todo lo que es sincero, libre y honesto está muy complicado. Hacer cine como tal, bueno… Te presentas en una productora, le presentas el tamaño de tu orto y es probable que te contraten”.

– ¿Cómo recuerda aquellos primeros tiempos haciendo cine en tu tierra?

“Cuando empezamos éramos unos niños jugando. Cuando era adolescente no tenía consciencia de que uno podía acabar siendo director de cine. Pensaba que eso era algo que estaba en manos de alguien que estudiaba determinadas carreras, que había nacido en Nueva York, o en todo caso en Madrid o Barcelona pero no Vitoria, que era una ciudad sin tradición y donde no existía esa moda que se creó posteriormente de hacer cine. Creía que era algo inalcanzable y solo jugábamos a hacer cine. ¿Qué ocurre? Que se hizo un festival, como tantos que se hicieron después, y esos festivales humildes me dieron la oportunidad de que eso que yo había hecho en mi casa lo pudieran ver personas desconocidas, no mi familia ni mis amigos. Y esa respuesta del público fue la droga, el veneno, para querer repetirlo. Y para entender que lo que hacía funcionaba y era apreciable. De ahí la extraordinaria importancia que tiene cada evento cinematográfico, porque no sabes lo que vas a obtener de ahí. El estímulo que vas a provocar en una persona que empieza, en un dibujante, en un cineasta, en un actor. Son realmente el sustento del cine. A mí me ocurrió en Vitoria pero a otro le habrá ocurrido aquí en Tenerife con lo que están haciendo Fernando y Ramón (MIDEC). Por eso es tan importante que estén ahí en la sombra y que no vayan por ahí diciendo “¡visibilidad, visibilidad!”. Lo hacen y ya está, que es como se hacen las cosas. Hoy en día todo el mundo quiere tener visibilidad. Básicamente, ser famoso y salir en Instagram y tal, pero vuelvo a decir que eso es el ego. Pero el autoestima es otra cosa. Es ver que mi trabajo es apreciado por gente que me lo dice sinceramente y creo que lo hago bien, así que voy a seguir haciéndolo. Y de repente me encontré en el mundo profesional casi sin darme cuenta. Fue tan rodado todo. De un corto a otro corto, de un premio a otro premio, de repente hice otro corto y me dieron un Goya. Y me pregunté ¿ahora qué hago? ¿otro corto? Si me han dado mis premios. Además que mis cortos duraban 40 minutos. No eran cortos (risas). Lo siguiente ya fue un largo, así que fue una evolución muy natural pero la inconsciencia era absoluta. Por eso hipotecaba mi casa, pedía perdón en vez de permiso, etc”.

– ¿Cómo vivió ese momento de estar arriba y cómo ese momento de “caída”?

“Es que en realidad no hay una consciencia. Yo seguía un camino y estaba demasiado ocupado preparando proyectos como para pensar si iba bien, mal o regular. Simplemente hubo un momento en el que tenía más cosas de las que había soñado. Yo no había soñado que iba a ganar la Concha de Oro ni me lo hubiera creído si me lo hubieran dicho. Ni que iba a ganar goyas. Ocurre que tu película es muy comercial y te reconocen por la calle. Normalmente reconocían a los actores pero no a los directores. Tú cara no se promociona, pero resulta que me reconocían. Y eso es algo que yo no había imaginado. Yo ya había imaginado más de lo que esperaba y el planteamiento que me hacía era: ¿por qué estoy haciendo películas? ¿Para ser reconocido o porque me gusta contar historias? Entonces, había dos caminos: uno era aceptar ese chantaje, ese peaje que el sistema te pone que es “vale, tu guion lo vamos a manipular de esta manera y la protagonista va a ser esta chica que trabaja en nuestra serie” o el otro, un camino lleno de piedras pero vas a hacer lo que tú crees, quieres o puedes. Y sencillamente, como estaba ya feliz en cierto modo y había obtenido mi sueño o más que eso, seguí el camino que me pedía el corazón y mi instinto que era hacer las cosas que me interesaban. No podía rodar películas muchas veces porque había cosas que no encajaban en el sistema. Me interesa mucho la música así que me he dedicado al rock and roll. Me he dedicado ha hacer proyectos cuando he podido y he querido, pero no estoy dispuesto a hacer cualquier cosa. No he venido aquí a hacer películas sino a buscarme”.

– ¿No se arrepiente de alguna decisión que haya tomado?

“Yo creo que esto de “no me arrepiento de nada” y “no le debo nada a nadie” son dos de las frases más popularmente idiotizantes que existen. Las dicen todos los actores. Debo mucho a mucha gente y me arrepiento de muchísimas cosas, pero no me parece que el camino que tomo sea inadecuado. Volvería a tomarlo porque ya sé qué camino es uno y qué camino es otro. Uno es trabajar para y el otro es hacerlo tuyo. Y yo no quiero trabajar para, quiero hacerlo mío Y ahí están las complicaciones, el peaje es así. Sí te compensa, genial. A mí no me compensa”.

– ¿Qué le recomendarías a los nuevos directores?

“Que no escuchen consejos, ni siquiera este. Y que descubran cuanto antes si lo están haciendo por ego o por autoestima. Si tienen una pasión real de contar historias y eso les apasiona tanto como para apartar todo lo demás a un lado. Hablo de familia, hablo de todo. O si es más bien una cosa caprichosa que obedece a figurar, a la exposición pública y a una postura. Cuando descubran eso van a saber si están en el camino adecuado o no. Porque es una profesión en la cual si no es pasional y no es tu decisión de vida, vas a pasarlo muy mal”.

– ¿Quiere añadir algo más?

“Gora Euskadi askatuta”.

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