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Alejandra Suárez, tinerfeña de adopción: “Si voy a Rusia, mi vida corre peligro”

Presenta hoy a las 19.00 horas en El Corte Inglés su libro ‘Nombre en clave: Trigon. La historia de cómo descubrí que mi padre era un agente de la CIA’
Alejandra hojea su libro en la Plaza del Príncipe. Fran Pallero

Esta historia de espías y familia comienza en 1972, en Colombia, y con la Guerra Fría todavía muy caliente. El ruso Aleksandr Dmitrievich Ogorodnik, doctor en Economía y secretario en la Embajada de la Unión Soviética en Bogotá, acude a un desfile de trajes folclóricos y conoce a la española Pilar Suárez Barcala, residente en el país desde hace 12 años. Se enamoran. Mientras, Aleksandr es reclutado por la CIA (Agencia Central de Inteligencia de EE.UU., en sus siglas en inglés). Su nombre en clave: Trigon. Sus informaciones iban directas a la mesa del presidente norteamericano.

Pilar lo sabía. No era un secreto entre ellos. Por eso, cuando él tuvo que regresar a Moscú en noviembre de 1974, ni ella ni la CIA le dijeron que iba a ser padre de una niña. Querían protegerlo, que no corriera riesgos innecesarios. Falleció en 1977 como un héroe en una sala de interrogatorios delante de los agentes de la KGB, sin desvelar nada, tragándose una cápsula con veneno que guardaba en su bolígrafo.

Dos años antes nació la hija que nunca llegó a conocer y que la CIA guardó en secreto. Se trata de Alejandra Suárez Barcala, madrileña de nacimiento, tinerfeña de adopción, que hoy a las 19.00 horas presenta en El Corte Inglés el libro del descubrimiento familiar y la larga investigación sobre su padre. Nombre en clave: Trigon. La historia de cómo descubrí que mi padre era un agente de la CIA.

“De pequeña mi madre me contaba historias que no tenían que ver con la realidad. De niña te crees cualquier cosa, pero cuando creces empiezas a hacerte preguntas. Cuando cumplí 14 años, en un viaje de fin de semana, mi madre me contó la historia de mi padre aunque con censura”, comienza a relatar Alejandra en una mesa del kiosko de la Plaza del Príncipe. De hecho no le dijo los apellidos de aquel señor que ella vio toda su vida en una foto enmarcada en su casa.

Lo que sí le contó es que era espía y que cuando se enamoraron él se dio cuenta de todo lo que le negaba el sistema soviético. O todo lo que se perdía. Ese fue el motivo por el que se enroló en la CIA. “Se desencantó”, prosigue Alejandra. “Al principio era un comunista hiperconvencido. Defensor a ultranza de los principios del comunismo, de todo el gobierno soviético, pero se fue dando cuenta de la falsedad de todo, de las barbaridades del régimen. En un manuscrito escrito por él y que conservo decía que si no tienes ocasión de salir de la Unión Soviética y ver que hay otro mundo sigues contento con lo que tienes. Pero él salió y vio otras opciones, y vio que el mundo no funcionaba como le estaban contando”, explica la hija de Trigon. “Era una persona muy idealista y que luchaba por sus principios, por sus ideas. Quería cambiar el mundo. Destapar la gran mentira del sistema comunista”.

Con 20 años, rastreando en los cajones de su casa encontró dos tarjetas de visita de Aleksandr y averiguó por fin sus apellidos. También encontró más fotografías. Con 25, y con internet ya en nuestras vidas, logró más datos. “Descubrí un libro de Pete Earley, Confessions of a spy (Confesiones de un espía), donde encuentro la primera mención con fundamento sobre mi padre. Me hizo mucha ilusión”, pero después hubo un parón.

La vida seguía, llegaban sus propios hijos, de su madre no podía sacar más pues su relación es “complicada” y Alejandra abandonó un poco su investigación. Hasta que llegó el detonante definitivo para escribir su libro: el periodista colombiano Alberto Donadio.

‘Marti’ Peterson

Un día recibió la llamada de Donadio, que conoció la historia de Trigon gracias a otro libro, The billion dollar spy (David Emanuel Hoffman), y contactó con Alejandra pensando que era la hermana de Pilar. Vaya suerte la de él: había encontrado a la hija del espía. “Ahí empezó todo otra vez. Él fue el detonante para yo reengancharme a la historia”, y lo que es más importante, le da a conocer al enlace de su padre en Moscú. Nada más y nada menos que la primera mujer agente de la CIA en suelo soviético: Martha (Marti) Peterson.

En 2012 Peterson publicó su libro de memorias The widow spy (La espía viuda) y Alejandra lo descubre y compra hace tan solo dos años. “Me lo leí en 12 horas. Ahí daba datos que yo no tenía ni idea. Me lo descubre de una manera que no pude parar de llorar y reír mientras leía. Fue espectacular”, rememora.

Alejandra y Martha se conocieron en la Navidad de 2016 en Washington y el encuentro fue, como mínimo, emotivo. “Cuando nos vimos en la recepción del hotel empezamos a llorar, reír,… Fue un momento bonito, precioso. Me confesó que tenía miedo de conocerme porque siempre se había sentido culpable de su muerte. Ella le había suministrado la herramienta con la que él se suicidó”, cuenta Suárez. “Marti se involucró mucho. La figura de mi padre le impactó hasta el punto de escribir un libro”, y la agente lo consideraba un héroe. No en vano se quitó la vida antes de poner en peligro la misión que realizaba en el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso o a la propia Martha. “Fue leal hasta el final y su trabajo fue muy importante, y eso te enorgullece más todavía”, dice Alejandra con una sonrisa. Martha y Aleksandr nunca se llegaron a conocer en persona. Contactaban a través de los llamados dead drops, mensajes ocultos en diferentes puntos de la ciudad.

La información conseguida por Aleksandr Trigon Ogorodnik fue “clave para avanzar en la Guerra Fría”. En Rusia lo consideran un traidor. “El agente que lo detuvo, Igor Peretrukhin, escribió un libro sobre Trigon y le pone de todo menos bonito”. Gracias a este libro Alejandra descubrió dónde está enterrado su padre. Además, está preparando un documental junto a dos periodistas colombianos sobre Trigon y, gracias a las gestiones que ellos han hecho en Moscú, Alejandra ha logrado ponerse en contacto con su familia paterna. “De momento solo nos hemos escrito. Quiero ir a verles y conocer al hermano y la hermana de mi padre antes de que se mueran porque son muy mayores”. Pero al preguntarle por qué no ha ido todavía viene el giro: Martha Peterson y la CIA le han dicho que no vaya, que su vida corre peligro. Le recuerdan lo que le ocurrió recientemente al exespía ruso Skripal y su hija Yulia, envenenados en Londres. Ella ríe, pero lo cierto es que publicar Nombre en clave: Trigon. La historia de cómo descubrí que mi padre era un agente de la CIA le ha dado miedo. “Me dijeron que yo me hacía responsable de lo que me pasara al publicarlo y darme a conocer al mundo. Que ellos ya, en su momento, me habían protegido”.

Lo cierto es que averiguar que tu padre era un ruso agente de la CIA en plena Guerra Fría es una historia, cuanto menos, increíble y emocionante. “Hasta yo misma he dudado de que fuera real”, apunta Alejandra (Ogorodnik) Suárez antes de invitar al cortado y despedirse.

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