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André Cabrera, tinerfeño transgénero: “El cambio de sexo es un proceso tan bonito que no me arrepiento de haberlo iniciado”

André Cabrera es un joven tinerfeño transgénero que se encuentra en plena transición y ha querido contar a DIARIO DE AVISOS su experiencia para ayudar a quienes estén en su caso
André posa en su gimnasio, Círculo CrossFit, en La Laguna, donde él y su pareja han hecho de su afición por el deporte una forma de vida. Fran Pallero
André posa en su gimnasio, Círculo CrossFit, en La Laguna, donde él y su pareja han hecho de su afición por el deporte una forma de vida. Fran Pallero
André posa en su gimnasio, Círculo CrossFit, en La Laguna, donde él y su pareja han hecho de su afición por el deporte una forma de vida. Fran Pallero

André ya no se siente raro. Cada mañana, cuando se mira al espejo, se encuentra con la persona que siempre quiso ser, con ese chico que de pequeño corría en la playa con sus amigos, que se quitaba la camiseta en el polideportivo del barrio como uno más, que le daba patadas a una pelota, lejos de los estereotipos que aún hoy se siguen asignando a los pequeños en función de su sexo. André ha tardado 27 años en ser André, aunque en su DNI aún siga apareciendo el nombre que sus padres le pusieron al nacer, Andrea. Hace siete meses inició la transición que le ha llevado a dejar de sentirse “raro”, a deshacerse de lo que más rechazo le producía, de sus pechos, y a ser “verdaderamente feliz”. Este joven tinerfeño, que tiene su propio gimnasio en La Laguna, inició este camino de la mano de su pareja, la primera que le hizo pensar en cómo se sentía de verdad. “Estábamos viendo el vídeo de un amigo de mi pareja que está haciendo la transición, y, aunque me sentía muy identificado con lo que contaba, no me atrevía a decirlo en voz alta”, confiesa André.

“Contaba cómo se sentía de pequeño, diferente al resto, sin encajar en el grupo de amigos y amigas, queriendo hacer cosas de chicos, estar siempre con chicos. Y así era exactamente cómo yo me sentía, cómo me había sentido toda mi vida”, añade. Asegura que nunca estará lo suficientemente agradecido a su pareja, que, en ese momento, lo enfrentó y le dijo algo que él ya sabía: “André, estoy viendo a ese chico, pero en realidad te estoy viendo a ti”. La respuesta fue un mar de lágrimas. “Lo único que pude hacer fue llorar”.

La rotura de ese dique de contención lo llevó a contarle a ella todo lo que siempre había callado, que no se sentía a gusto con su cuerpo, que desde niño se sentía así, “raro”, vuelve a decir André. “Ella misma me buscó un psicólogo especializado en caso de personas transgénero y en noviembre del año pasado tuve la primera cita”, relata este joven al que la sonrisa no le abandona durante toda la conversación con DIARIO DE AVISOS.

Admite que dudó mucho antes de acudir a esa primera cita, y es que André ya había ido a un psicólogo con 18 años, cuando ese sentimiento de no estar a gusto con su cuerpo se hacía más fuerte. El resultado fue catastrófico para sus expectativas. “Le conté a mi madre cómo me sentía y ella intentó ayudarme llevándome a un psicólogo que, por desgracia, no tenía ni idea de estos procesos. Le conté que me sentía raro, y, sobre todo, que lo que no soportaba eran mis pechos. Ella me puso tan mal la operación para quitármelos que, con 18 años, la verdad que me asusté mucho”. Admite que salió de allí más confundido de lo que entró. Se seguía sintiendo raro, rechazando su propio cuerpo, pero sin las herramientas necesarias para afrontar lo que le estaba pasando. “Solo pensé que eran cosas que pasan y nada más”.

André posa en su gimnasio, Círculo CrossFit, en La Laguna, donde él y su pareja han hecho de su afición por el deporte una forma de vida. Fran Pallero
André Cabrera. Fran Pallero

Con 26 años se han dado las condiciones para que, esta vez sí, afrontara con naturalidad y sin dudas su condición de persona transgénero. “Di con el profesional adecuado, con la pareja adecuada y con el momento adecuado en mi vida”, afirma.

A esa primera cita con el psicólogo llegó hecho un mar de dudas. “Le decía a mi pareja que a lo mejor me estaba equivocando, pero también lo hacía por miedo, porque pensaba en cómo podía afectar a nuestro negocio, el gimnasio”.

Y llegó el día. “Fui y salí siendo otra persona. Bueno, la misma, pero teniendo clarísimo que nací en un cuerpo equivocado, que esas cosas pasan, que hoy en día el tema de la transición no es tan difícil. Me explicó cómo iba a ser todo el proceso, cómo explicarlo a mi familia, a mis amigos, a mi gente, y me lo puso tan fácil que lo primero que pensé es que tendría que haberlo hecho mucho antes”. Su familia fue la primera en conocer su decisión, después de su pareja. “Cuando se lo conté a mi madre, lo único que me dijo es que lo estaba esperando, que ella sabía que no era feliz a pesar de que tenía mi gimnasio, una pareja que me quería, pero que notaba que estaba triste”. Ese día, confiesa, “acabamos todos llorando”.

UN NIÑO MÁS

André recuerda su infancia en términos masculinos. Nada de muñecas, faldas o lazos, todo lo que tradicionalmente se asocia a las niñas. “Siempre pedía juguetes como coches o pelotas”, detalla. “Por suerte -continúa-, mis padres me daban lo que pedía, me dejaban vestir como quería (nunca con faldas, siempre pantalones cortos), sin obligarme a cumplir con los estereotipos femeninos”.

En el colegio siempre andaba con chicos. “Si en el poli del barrio mis amigos se quitaban la camisa, yo también me la quitaba, hasta a veces intentaba orinar de pie”, dice entre risas.

Los primeros sentimientos de rechazo aparecieron a los 11 años, cuando su cuerpo empezó a cambiar. “Me empezaron a crecer los pechos y yo le decía a mi madre que no entendía por qué me tenían que crecer si yo no quería. Ya no podía quitarme la camiseta, tenía que ponerme un top, algo que durante mis 27 años me ha provocado un enorme agobio y tristeza”.

Lo paradójico en la situación de André es que, aunque todo su entorno lo ha aceptado siempre tal y como es, el único que no se aceptaba era él mismo. “Siempre he sido uno más de la pandilla de amigos, la gente me veía como una machona, pero yo no me sentía así, sino como un verdadero chico”.

Es importante precisar, recuerda André, que no está hablando de orientación sexual. “Mi madre sabía que me gustaban las chicas, pero nunca me he sentido identificado con la palabra lesbiana. Una cosa es la orientación sexual y otra que rechaces tu género porque, simplemente, has nacido en un cuerpo equivocado. Sentirte mal todo el rato porque te tienes que poner un bikini o comprar ropa femenina”, cuenta.

En este largo proceso de aceptación, André tiene claro los hitos más importantes: “El mejor momento fue cuando hablé con mi pareja, ahí exploté, le conté cómo me sentía, todo el miedo que acumulaba por mi familia, por ella misma”. El otro gran momento fue el día que despertó de la operación que le permitió deshacerse de sus pechos. “Fue volver a mi infancia y poder quitarme la camisa con mis amigos”, cuenta mientras sonríe.

André Cabrera. Fran Pallero
André Cabrera. Fran Pallero

EL PROCESO

Para llegar hasta el punto en el que se encuentra ahora, André ha pasado por todo un proceso administrativo en el que, reconoce, ha tenido mucha suerte, porque ha sido muy rápido. “Primero tienes que ir al psicólogo para que te haga una carta en la que diga que sientes rechazo de tu cuerpo, el término que utilizan es el de disforia”, relata. “Yo fui al médico de cabecera -continúa- para decirle que iba a empezar el proceso de reasignación de género, para que me mandara al endocrino, que es el que te dirige en todo el proceso”. Aunque su médico, que ya pensaba que era un chico, no le puso ningún problema, fue a la hora de pedir la cita con la unidad transgénero del hospital cuando se enfrentó al primer problema del amplio desconocimiento que existe sobre el proceso de transición. “Mi médico me pidió que fuera a recepción para que me pidieran la cita y la chica no tenía ni idea de a dónde mandarme. Me miraba y no sabía qué decirme. Al final llamó al hospital y me dijo que ya me llamarían. Nunca lo hicieron”. Finalmente, un amigo de un amigo ayudó a André a llegar a la unidad correcta y consiguió la cita con el endocrino. “Me convocaron en diciembre. Le di la carta del psicólogo y empecé el proceso”. Un nuevo traspiés retrasó algo más el proceso. “Antes, cuando iniciabas el proceso de la transición tenías que ir al psiquiatra, pero en septiembre del año pasado se cambió la ley y se suprimió ese paso. Sin embargo, el endocrino insistió en que tenía que ir de todas formas. Se lo conté a mi psicólogo, él lo llamó y finalmente no tuve que ir”. Y es que, para muchas personas transgénero, el que se les hiciera pasar por el psiquiatra significaba poner en duda su cordura, ahondado aún más en sus dudas. “Era algo que me preocupaba, porque era como si estuviera enfermo”, admite André.

En enero empezó con los pinchazos de testosterona: “Me pincho cada 21 días”. No esperó por la Seguridad Social para someterse a la mastectomía. “Tenía tanta disforia con el pecho que no podía verme, así que a mediados de enero pedí cita con un cirujano privado. Con la Seguridad Social puedes hacerlo, pero tarda como dos años, aunque yo solo pensaba en que mi aspecto iba a empezar a cambiar con la testosterona y mis pechos iban a seguir ahí”, cuenta este joven.

De nuevo la suerte se alió con André y un cirujano que suele tardar meses en dar cita, solo un mes y medio después de decidir operarse, ya lo estaba operando. “Cuando me llamó y me dijo que el 14 de febrero me intervendría hice una fiesta”.

“La familia, los amigos, los clientes del gimnasio, para todos este ha sido un paso natural en mí, nadie se sorprendió. La gente ha sido muy respetuosa y eso muestra que está cambiando un poco la mentalidad. Es cierto que siempre hay comentarios, pero son los que menos”, admite este joven que ya piensa en competir en la categoría masculina de crossfit.

André sigue avanzando. Lo próximo será someterse a una nueva operación para deshacerse de los genitales femeninos, mientras que en el plano administrativo aún aguarda a que en su DNI aparezca su nombre y su sexo real. “Llevo dos meses esperando para poder cambiar mi nombre en el DNI, pero para modificar el sexo tengo que esperar dos años”, admite ya sin sonreír tanto. Concluye André dando un mensaje a aquellas personas que se encuentren en su misma situación: “No te encierres en ti mismo, acude a un profesional especializado. Solo puedo decirles que para mí ha sido un proceso tan bonito que no me arrepiento de haberlo iniciado. Siento que he vuelto a nacer, a descubrir nuevas sensaciones en mi cuerpo, a comportarme como siempre he querido. Para mí ha sido una suerte, no un problema”, añade.

“Mi intención es ir a donde sea, que me vean, que no pasa nada, que sigo siendo feliz, más que antes, que lo vean normal. Yo tenía la imagen de que las personas que hacían el cambio eran infelices que tenían problemas con la testosterona que la operación era complicada, lo veía todo tan negro, y ahora lo veo superdiferente”. André ya no se siente raro. “Si alguien necesite ayuda que vengan, que contacten conmigo, aquí estaré”.

“Están siendo los siete meses más felices de toda mi vida”

Cuenta André que lleva siete meses en tratamiento, “los siete meses más felices de mi vida”. “Hay gente que me sigue tratando en femenino y me cuesta corregirlo, me da apuro, pero mi pareja es la que corrige, no deja que me traten en femenino”. En casa, “mi madre y mis hermanos me ven feliz y todos se preguntan por qué no lo hicimos antes. Mi hermana, cada vez que me ve, me dice que me ve tan feliz que es una pena no haberlo hecho antes”. Aun así, André tiene claro que lo hizo “en el momento justo”.

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