Allá abajo, muy profundo, el sonido no existe y el color es un azul único. Ahí es donde prefiere estar Alfredo Roën, el apneista tinerfeño que regresó esta semana de Honduras con un cuarto y un séptimo puesto en el Campeonato del Mundo dentro de las modalidades de peso constante con monoaleta y sin ella.
Alfredo alcanzó los 101 metros de profundidad con monoaleta y los 65 sin ella, dos recorridos que para él son relativamente cómodos, sus pulmones le permiten hacer lo que muy pocos humanos pueden sin llegar a sentir lo que los apneistas llaman el pie del elefante, esa compresión extrema en el pecho que parece estar a punto de estallar.
“Me concentro, me relajo, bajo… y disfruto”, cuenta el deportista güimarero de profesión óptico optometrista que atiende su propio negocio y que se toma como hobby la apnea, un deporte en el que es referente nacional con apenas diez años de dedicación.
Dos cuartos puestos y un récord mundial “en su momento” se añaden a un palmarés al que hay que sumarle un oro europeo, nueve títulos de España y una treintena de mejores marcas nacionales que tratará de incrementar en octubre en Lanzarote.
“Yo no siento pánico ni agobio cuando bajo, sólo pienso en mi bajada, en relajarme y si por lo que sea te sientes mal te das la vuelta y subes”, desvela Alfredo, que llega a ponerse en 30 pulsaciones por minuto para conseguir sus objetivos. “Cuando voy al mar me olvido de todo, allí abajo no hay facturas que pagar”, explica un hombre que ha conseguido convertirse en la imagen de la marca Cressi a nivel español dentro de la división de la apnea.
Su especialidad consiste en bajar lo máximo posible con un peso que después debe cargar también de vuelta. “Suelo cargar un kilo y cuarto”, cuenta Alfredo cuya preparación es escrupulosamente metódica. Cuida al milímetro la alimentación y complementa el trabajo específico con algo de musculación y bicicleta en la piscina de Güímar, el municipio que le presta alguna ayuda económica y logística anualmente.
Lo que comenzó por curiosidad acudiendo a un curso de Paco González Castro se ha convertido en una forma de vida para Alfredo, que hasta entonces había jugado al fútbol en su pueblo y practicaba la pesca submarina junto a su padre.
En Honduras el podio se le escapó por poco, pero el oro fue “para el de siempre” y ese es el ruso Aleksei Molchanov. “Ese es el bicho de este deporte, el Messi de la apnea” cuenta Alfredo sobre una bestia capaz de bajar hasta los 130 metros, un hombre “que tiene un don” y se dedica exclusivamente a explotarlo. Alfredo, por su parte, leerá hoy este reportaje en su óptica de Güímar.