
El mar es fuente de inspiración para la creación de mitos, leyendas y supersticiones. De las olas han surgido historias como los cantos de sirena y los monstruos de las profundidades. Pero en Canarias no hace falta recurrir a la literatura para encontrar sucesos tan increíbles. Hoy mismo se cumplen exactamente 100 años del naufragio del Valbanera, un barco que hizo escala en los puertos de La Palma, Tenerife y Gran Canaria y al que subieron 577 canarios.
Apenas hay información sobre cómo fueron los últimos minutos en el interior del Valbanera. Nadie sobrevivió al hundimiento una vez que el huracán golpeó el barco, así que todas las personas que permanecían en su interior justo antes de llegar al último puerto, 488 en total, murieron aquel 10 de septiembre. Más de 200 de ellas eran emigrantes canarios.
La tragedia del Valbanera se enmarca en un contexto de emigración canaria a Cuba, “no todo fueron indianos ricos y de éxito; también los hubo que sobrevivieron anhelando volver y no lo consiguieron”, explicó el historiador y periodista Juan Carlos Díaz Lorenzo.
“En el último viaje del Valbanera viajaba mi tío abuelo Antonio Hernández de Paz, natural de Fuencaliente, en La Palma, quien decidió emigrar con 18 años”, relató Díaz Lorenzo. Al contrario de lo esperado, su tío abuelo no pereció en aquel barco: “Debido a la incomodidad del viaje y el hacinamiento, él y otros 19 paisanos del mismo puerto optaron por desembarcar en Santiago de Cuba e hicieron el viaje en tren hasta Cabaiguán y Zaza del medio, donde iban a trabajar a las vegas de tabaco”. Su familia, en Fuencaliente, ya se esperaba lo peor “ante la falta de noticias sobre el fatal desenlace del Valbanera. Por ello, en cuanto su tío abuelo Antonio supo de la tragedia, “se apresuró a enviar un telegrama”. Curiosamente, relata Díaz Lorenzo, Antonio fue su familiar más longevo, que vivió hasta los 94 años de edad.
Presentimiento
Aunque nadie podía conocer de antemano la suerte del Valbanera, el hecho de que 742 personas decidieran desembarcar en el penúltimo puerto del viaje, justo antes del fatídico incidente, ha despertado todo tipo de especulaciones; “el Valbanera aparece en un cuento mediocre de Ernest Hemingway, en historias sobre castigos divinos por trasladar a mujeres en situación de prostitución e incluso en fábulas sobre ánimas que piden auxilio”, relató el escritor Juan Manuel García Ramos, cuyo abuelo se embarcó en el Valbanera. “Mi abuelo, un emigrante del norte de Tenerife, tenía como capacidad innata la lectura de los cielos. Él me contaba cómo al llegar a Santiago de Cuba no le gustaron ni los cielos atlánticos ni los cielos del mar Caribe y siempre me insistió en que esa apreciación atmosférica determinó su abandono de un barco que ya había considerado maldito”, contó García Ramos. Cuando se cumple un siglo del siniestro, García Ramos se continúa preguntando a sí mismo si su abuelo “habría advertido la conformación del huracán” que hundió el Valbanera, tan solo un puerto más allá de donde él decidió desembarcarse.
El trayecto
El cronista de Santa Cruz, José Manuel Ledesma, analiza el trayecto del Valbanera con motivo de su naufragio. “El buque, que funcionaba a vapor, fue construido en 1906 en los astilleros Coneel&Co de Glasgow para la Naviera Pinillos Izquierdo”, relata.
El Valbanera, “que constaba de 121,90 metros de eslora, 14,6 de manga, y 6,5 metros de calado, poseía dos máquinas alternativas de triple expansión que le generaban 444 caballos de potencia con las que alcanzaba 12 nudos de velocidad”.
Al mando de aquel barco se encontraba el capitán Ramón Martín Cordero, que, según Ledesma, tenía 34 años e iba acompañado de una tripulación de 88 miembros.
El buque, que ya había pasado por los puertos canarios de Santa Cruz de La Palma y Las Palmas de Gran Canaria, anunció su llegada al de Santa Cruz de Tenerife desde el 24 de junio, con el siguiente mensaje: “El moderno y rápido vapor de dos hélices Valbanera, pasará por este puerto en la primera quincena del julio próximo con destino a los de Santiago de Cuba y La Habana, admitiendo pasajeros y carga”.
Dentro del barco, los pasajeros se ubicaban en cuatro clases, que dependían de los precios: “rondaban entre las 1.250 pesetas de a primera clase y las 75 pesetas de la clase emigrante, quienes dormían en largas filas de literas metálicas de varios pisos”. Los canarios que viajaron en el Valbanera “portaban gofio, higos pasados, pescado seco, entre otros alimentos, en el interior de sus alforjas”, explicó Ledesma. El cronista oficial de Santa Cruz descartó también algunas especulaciones, explicando que el capitán del barco “no conocía que se estaba formando un huracán en el Golfo, pues en aquella época no existía la predicción meteorológica, y que 12 días antes de emprender el viaje, el barco había pasado la inspección y estaba en perfectas condiciones de navegabilidad”.