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Cien años del ‘Titanic’ de la emigración canaria

Cada 10 de septiembre se conmemora el centenario del trágico naufragio del vapor Valbanera frente al puerto de La Habana con 488 personas a bordo, la mayoría procedentes del Archipiélago
El vapor Valbanera, buque correo trasatlántico español, fue construido en 1906 en Glasgow. DA

El vapor Valbanera, buque correo trasatlántico español, construido en 1906 en los astilleros Connell&Co de Glasgow para la Naviera Pinillos Izquierdo, de 121,90 metros de eslora, 14,6 de manga, y 6,5 metros de calado, poseía dos máquinas alternativas de triple expansión que le generaban 444 caballos de potencia con las que alcanzaba 12 nudos de velocidad. Estaba al mando el capitán Ramón Martín Cordero, de 34 años, y su tripulación la componían 88 miembros.

Zarpó de Barcelona el 10 de agosto de 1919 con fardos de tejidos en sus bodegas; el día 13 llegó a Málaga, donde embarcaron 44 viajeros y cargó varias partidas de vino, aceitunas y frutos secos; al día siguiente, en Cádiz, subirían 521 personas; el día 17 llegaba a Las Palmas, donde subieron a bordo 259 emigrantes.

En el puerto de Santa Cruz de Tenerife permaneció desde el 18 al 20 de agosto, con el fin de repostar carbón, avituallarse de agua y víveres frescos, y embarcar 212 personas; de ellos 114 eran de Tenerife, 75 de la Gomera y 15 de la isla de El Hierro. El día 21, en Santa Cruz de La Palma, se unirían 106 viajeros más.

En total, viajaban a bordo 1.142 pasajeros, la mitad de ellos emigrantes canarios en busca de una vida que en aquellos años se le negaba en las Islas; curiosamente, de los 167 varones que embarcaron en Santa Cruz, 80 eran jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y 20 años, seguramente para evitar que los llamaran a filas, debido a la Guerra de Marruecos. Además, iban 20 mujeres, 13 niños, el menor de 5 meses; y 7 niñas, la menor de dos años.

Su llegada a Santa Cruz de Tenerife comenzó a anunciarse desde el 24 de junio en los sitios de costumbre: “El moderno y rápido vapor de dos hélices Valbanera, pasará por este puerto en la primera quincena del julio próximo con destino a los de Santiago de Cuba y La Habana, admitiendo pasajeros y carga. Los interesados deben dirigir las solicitudes de hueco con la oportunidad debida al agente de la compañía en esta plaza, don Antonio Ledesma y Cía. S.L., calle La Marina”.

Los pasajeros ocupaban las cuatro clases de las que disponían estos barcos de la emigración, cuyos precios oscilaban entre las 1.250 pesetas de la primera clase y las 75 pesetas de la clase emigrante, quienes dormían en largas filas de literas metálicas de varios pisos, situadas en los entrepuentes de las bodegas, recibiendo una sola comida al día, la cual tenían que hacer en la cubierta del buque; por ello, los canarios en sus alforjas llevaban gofio, higos pasados, pescado seco, etc.

Tras hacer escala en San Juan de Puerto Rico, el 5 de septiembre llegaron a Santiago de Cuba, donde desembarcaron 742 pasajeros, aunque 698 tenían su billete pagado hasta La Habana, decisión que les salvaría la vida.

El mismo día 5, el Valbanera zarpó hacia La Habana con 488 personas a bordo y, el día 9, por la noche, los vigías del Castillo del Morro, situado a la entrada del canal que conduce hasta el puerto de La Habana, observaron que un barco emitía con insistencia la señal de “necesito práctico”, aunque se encontraba encendida la señal que indicaba que el puerto estaba cerrado; por ello, los vigías le comunicaron por morse que tomara rumbo a alta mar para intentar capear el temporal, a lo que el barco le indicó, también por morse, que lo intentaría.

Como una vez pasada la tormenta no se volvieron a tener noticias del buque, numerosas embarcaciones de la zona se aprestaron a buscarlo con el apoyo de las autoridades de la estación naval de Cayo Hueso y varios cañoneros enviados por la marina de guerra cubana.

Diez días más tarde, el submarino de la marina de los Estados Unidos USSC203, le localizó en una zona muy próxima a Florida, a 40 millas al oeste de Cayo Hueso. Se encontraba a 12 metros de profundidad, embarrancado en las arenas movedizas del Bajo de la Media Luna. De las 488 personas que iban a bordo no se encontraron supervivientes. Las autoridades intentaron -sin éxito- rescatar el buque para recuperar los cuerpos y enterrarlos en La Habana pero, 100 años después, el Valbanera permanece custodiado por tiburones y barracudas. Sólo los buzos cazatesoros han hecho inmersiones para extraer piezas del barco y venderlas.

Aunque al conocerse la triste noticia, muchos emigrantes se apresuraron a escribir a sus familiares para comunicarles que se encontraban a salvo, la angustia se prolongó durante meses en el Archipiélago, pues las autoridades se negaban a facilitar la lista de los pasajeros que habían desembarcado en Santiago de Cuba.

Un mes más tarde, en la parroquia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife, se celebró un solemne funeral por las víctimas del siniestro, al que asistieron las primeras autoridades civiles y militares, el consignatario de la compañía y numeroso público. La colecta sería destinada a ofrecer misas mensuales por el eterno descanso de sus almas.

Este naufragio fue considerado como un tema misterioso, llegándose a especular con premoniciones y presagios. Los más agoreros decían que los marinos consideraban de mal fario que el barco hubiera perdido el ancla de estribor al salir del puerto de La Palma. Los más pesimistas opinaron que fue debido al error ortográfico cometido al escribir el nombre del barco, pues la Virgen de Valvanera que se venera en La Rioja lleva dos ‘v’. Incluso, hubo quien lo considero un castigo divino por la inmoral carga que supuestamente llevaba para los cabarés de La Habana. También, Ernest Hemingway, en su novela inspirada en el naufragio, dice que transportaba cinco millones de dólares, los cuales fueron saqueados por pescadores de esponjas.

Sin embargo, la decisión que tomaron 698 pasajeros de desembarcar en Santiago de Cuba, cuando sólo debían hacerlo 44, y continuar el viaje por tierra hasta La Habana -hoy por autopista son 882 kilómetros se cree que fue debido a la mala travesía que tuvieron que soportar los últimos días, con olas de más de 10 metros de altura.

Ante estas especulaciones, hay que decir que el capitán Cordero no sabía que se estaba formando un huracán en el Golfo, pues en aquella época no existía la predicción meteorológica, y que 12 días antes de emprender el viaje, el barco había pasado la inspección de inmigración, habiendo encontrado en perfectas condiciones de navegabilidad los 14 botes salvavidas, con capacidad para 494 personas, y las 8 balsas para 312 personas con los que contaba.

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