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Dólares, heces y mucha chatarra, algunos de los ‘recuerdos’ que dejamos en la Luna

Entre las misiones Apolo y las decenas de sondas y robots que hemos enviado al satélite, los restos abandonados suman casi 200 toneladas, incluyendo algunos objetos realmente insólitos

Por Enrique E. Domínguez

El 12 de septiembre de 1959 la sonda soviética Luna 2 era estrellada intencionadamente contra la superficie lunar, convirtiéndose en el primer objeto fabricado por el ser humano en llegar al satélite. Esta sonda esférica de la que sobresalían varias antenas e instrumentos inauguró, además, la Luna como destino final de chatarra espacial.

Ahora, 60 años después, se estima que sobre la superficie lunar se acumulan cerca de 200 toneladas de materiales, maquinaria y equipos, además de otros desperdicios humanos, convertidos en chatarra y basura. Si se tiene en cuenta que tan solo doce personas han caminado sobre la Luna en las seis misiones del programa Apolo que alunizaron entre 1969 y 1972, parece una cantidad enorme de restos. Tanto, que vendría a tocar a casi 16 toneladas por visitante.

Desde luego, quienes defienden las diversas teorías conspiranoicas que sostienen que nunca se llegó a pisar la Luna tienen, aparte de la innumerable cantidad de pruebas y argumentos que han desmontado uno por uno todos los disparates que han propuesto, otra sólida evidencia en la presencia de todos esos restos. Porque hay una cosa que está fuera de toda duda: donde quiera que vaya la humanidad, deja a su paso un inconfundible rastro de desperdicios, y la Luna no iba a ser una excepción.

Pero, ¿qué es toda esa cantidad de chatarra y basura y cómo acabó allí?

UNA PEQUEÑA BOLSA PARA EL HOMBRE…

El 20 de julio de 1969, el módulo de descenso Eagle de la misión Apolo 11, con Neil Armstrong y Buzz Aldrin a bordo, se posaba sobre la superficie lunar. El ser humano acababa de llegar a la Luna en una proeza histórica que era seguida en directo con asombro y admiración por los pobladores de la Tierra.

Algunas horas después del alunizaje, la escotilla frontal del Eagle se abría por fin. ¡Qué momento! ¿Cuales serían los pensamientos más íntimos de esos dos hombres al abrir esa puerta que les permitiría asomarse a un nuevo mundo? Entonces, de repente, de la escotilla abierta salió volando una gran bolsa blanca que levantó una nubecilla de polvo al impactar en el suelo lunar. ¿Y qué era esa bolsa blanca? Probablemente, el lector ya lo habrá adivinado… Efectivamente, lo primero que hizo el ser humano antes de poner el pie en la Luna fue tirar la basura.

La bolsa de marras, denominada oficialmente jettison bag, aterrizó cerca de la escalerilla por la que más tarde habría de bajar Armstrong para dar su célebre pequeño paso para el hombre pero gran salto para la humanidad. Contenía alrededor de 30 kg de residuos generados durante el viaje, principalmente envases vacíos de alimentos, pañales sucios (la NASA prefería referirse a ellos con el apelativo técnico de “sistemas de contención fecal”) y bolsas con excrementos, orina y vómitos de los astronautas.

Aquella misión dejó fotografías icónicas que han pasado a la historia y que resultan reconocibles por casi todo el mundo. Lo que no mucha gente sabe es que en los primeros fotogramas disparados por Armstrong con su cámara Hasselblad podía verse esa bolsa de basura entre las patas del tren de aterrizaje del Eagle. Para los astronautas aquello simplemente era un procedimiento más, su atención tenía que dedicarse a otras cosas más importantes para el correcto desarrollo de la misión y, sin duda, de mayor trascendencia.

Al final del paseo lunar, eso sí, se buscó un lugar algo más apropiado y la bolsa fue arrojada a un pequeño cráter cerca del módulo. El ser humano acababa de crear el primer vertedero en la Luna.

… UN GRAN VERTEDERO PARA LA HUMANIDAD
La jettison bag no fue el único recuerdo que el Apolo 11 dejó en la Luna. Existen inventarios elaborados por la NASA detallando todas y cada una de las piezas y desechos abandonados durante cada una de las misiones.

Los mayores elementos pertenecientes al programa Apolo abandonados en la superficie lunar son las S-IVB, la tercera etapa de los cohetes Saturno V encargadas de propulsar las naves hasta la órbita lunar, que acabaron cayendo a la superficie atraídas por la gravedad de nuestro satélite. También las etapas de descenso de los módulos de alunizaje, que hacían las veces de plataforma de lanzamiento una vez finalizada la misión, quedaban en la superficie. Los propios módulos de ascenso, que eran estrellados contra la Luna una vez los astronautas habían vuelto al módulo de mando que les esperaba en órbita para su vuelta a la Tierra. Así como los tres róvers lunares llevados por las misiones 15, 16 y 17.

Son muchas toneladas de valiosa maquinaria, hoy convertida en chatarra. La mayoría de esos restos abandonados fueron imprescindibles, ya fuera por los requerimientos específicos de las misiones, por el diseño de las naves o por la necesidad de deshacerse de tanto peso como fuera posible al despegue para escapar de la gravedad lunar. Era inevitable… casi todo.

DE LO NECESARIO A LO INSÓLITO

Los inventarios recogen elementos que merecen mención aparte por insólitos, normalmente llevados a la Luna por los propios astronautas. Por ejemplo, la tripulación del Apolo 15, formada por David Scott, Alfred Worden y James Irwin, llevó consigo 100 billetes de dos dólares. Su intención era rubricarlos con su firma y, una vez de vuelta en la Tierra, subastarlos. Lamentablemente para ellos, olvidaron los billetes en la Luna, pasando a engrosar la lista de desechos.

En la Luna siguen también la pluma de halcón y el martillo de geólogo con los que David Scott, comandante del mencionado Apolo 15, hizo un homenaje a Galileo retransmitido en directo por televisión y consistente en dejar caer ambos objetos para demostrar que llegaban al suelo al mismo tiempo, corroborando con ello el significativo descubrimiento del genio italiano acerca de los campos gravitatorios.
Charlie Duke, miembro del Apolo 16, dejó sobre la superficie lunar, en los alrededores del cráter Descartes, una fotografía familiar en la que podía verse al astronauta junto a su mujer y sus dos hijos. En ella, de su puño y letra, escribió: “Aquí estuvo Charlie recordando a su familia”.

Quizás, la palma a lo insólito se la llevan dos pelotas de golf que no se sabe donde acabaron. El caso es que a Alan Shepard, comandante del Apolo 14, se le metió en la cabeza la idea de ser el primer golfista en la Luna y llevó consigo esas dos pelotas. Muchas personas creen que también llevó su palo de golf hasta la Luna, pero no fue así. El peso era un factor crítico en las naves. Para despegar de la Luna eran necesarios tres kilos adicionales de propelente por cada kilo de peso, por lo que un palo de golf hierro 6 estaba definitivamente fuera de lugar. Sin embargo, sí se permitió a Shepard llevar la cabeza del palo y acoplarla a la empuñadura de un rastrillo de recogida de muestras, conjunto con el que perpetró su swing extraterrestre. Shepard no pudo por menos que maravillarse al ver lo lejos que consiguió lanzar las bolas. Cosas de la baja gravedad lunar, claro.

¿museos en la luna?

Aparte de los restos dejados por las misiones Apolo, más de un centenar de sondas y robots de todo tipo han sido enviados a la Luna o su órbita, si bien no todos han llegado, desde aquel lejano mes de septiembre de 1959 en que lo hiciera la sonda soviética Luna 2 que contábamos al principio. La exploración lunar se ha realizado principalmente a través de estas misiones robóticas y han sido innumerables los datos y conocimientos que nos han revelado acerca de nuestra cercana compañera de baile en el cosmos.

Los sitios de alunizaje de las seis misiones Apolo, con sus módulos de descenso y róvers abandonados, así como el resto de equipos, herramientas y otros recuerdos más orgánicos dejados por los astronautas en los alrededores, serán algún día, probablemente, interesantes museos arqueológicos y una de las principales atracciones que los futuros turistas lunares querrán visitar. Lo mismo ocurre con las sondas y robots que siguen sobre la superficie lunar como mudo muestrario de las tecnologías que ha sido capaz de crear la humanidad durante los últimos 60 años.

Todos esos restos abandonados que hoy llamamos chatarra y basura están destinados a ser un valioso tesoro histórico y cultural que se conserva prácticamente intacto en una enorme cápsula del tiempo llamada Luna.

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