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El Cristo de Felipe Hodgson

En mayo pasado celebramos el 200 aniversario de Walt Whitman (1819–1892), el poeta de América, autor de Hojas de Hierba (1859), donde nos canta: “Me he dado cuenta que basta estar con aquellos que quiero. Me basta demorarme al atardecer con aquellos que quiero”. Su influjo en el Canto General de Pablo Neruda (1904 – 1973), Nobel del 71. Lo encontramos en nuestro Premio Cervantes del 76, Jorge Guillén (1893–1984) poeta de la Generación del 27, en su Cántico (1928–1950). Más directamente nuestro poeta Luis Feria (1927–1998), que cantó como Whitman “a la lenta caída de la tarde, amar la vida largamente es todo”. Y que traslada Gonzalo González a su actual Expo del TEA, “Estar aquí es todo”. Así nos lo recuerda, en la presentación que hace Felipe Hodgson (La Laguna 1951) del cartel de este año del Cristo de La Laguna, cuando “lo asocia a la energía y a la emoción del ocaso del día”, soportado sobre un fondo naranja – rojizo. En un mismo plano se superpone la expresión artística, el mensaje de la tradición, la religiosidad y su carga simbólica, unida a la figura del Dios–hombre. Los ciclos nos acercan a la humanidad que celebra el Cristo, que anuncian el “otoño naranja” y los ritos de la vida circular y sucesiva. Hay cinco Cristos principales en Canarias, en una tradición dominada por las Vírgenes. El primero el Cristo de La Laguna, talla flamenca de roble llegada en 1520, de Louis Van der Vule. Regalo del VI Duque de Medina Sidonia, Juan Alonso Pérez de Guzmán y Zúñiga (1502–1558), con intereses en Tenerife, cuando apoyó la Vuelta al Mundo de Magallanes en 1519, que celebra Tenerife el 3 de octubre sus 500 años. El Cristo de la Misericordia de Telde, mexicano de pasta de maíz (1550–1555). El Cristo del Planto (1620–1630) de Santa Cruz de La Palma, mexicano de pasta de maíz. El Cristo de Los Dolores de Tacoronte (1661) de Madrid y de madera. Y el Cristo del Calvario de Ycod, talla de madera cubana de 1725. Nuestro Cristo de La Laguna, bajo la Hermandad más antigua de Canarias, celebra la exaltación de la Santa Cruz el 14 de septiembre, el de Ycod el 24. Los artistas están provistos de una sensibilidad especial. Felipe Hodgson debe saber que es “sinestésico”. Aquellos que perciben estados sensoriales singulares, no como derivas patológicas de la percepción, sino como atributo genético o adquirido. Donde la sinestesia es capaz de percibir el color de las palabras, los sabores de la música, los lugares del tiempo, los colores del sentimiento. Arte que además se construye con pensamiento y éste con formación. Felipe Hodgson es pintor desde joven por tradición familiar y arquitecto desde 1975. Ha dado clases en la Escuela de Arquitectura de Madrid y en Bellas Artes de La Laguna. Es un artista poliédrico y excesivo. Aprendió a forjar en Galicia, a grabar en Madrid y es acuarelista canario. Dibuja, pinta, talla, forja, suelda, esculpe y lee de todo. Surrealista, figurativo, abstracto e impresionista. El Felipe Hodgson más cercano lo he visto en sus últimas exposiciones individuales. En marzo de 2013 en la Ermita de San Miguel de La Laguna, Hacia la Abstracción, con 60 piezas de 60 x 60, investigación de paisajes con la técnica de la veladura. En diciembre del 2014 en el TEA de Santa Cruz, Impresiones, desarrolla una expo con 30 piezas recientes de corte impresionista. En octubre de 2017 en la Real Sociedad de Amigos del País en La Laguna, Con el mar, nos recuerda y actualiza la tradición familiar de su padre. En junio de 2018 llenó la Recova Vieja de Santa Cruz con la Exposición Esculturas, donde expone sus últimas creaciones, en un despliegue de oficio, ingenio y talento. Piedra, madera, bronce, hierros, pintura. Sometidos a las transformaciones y descontextualizaciones del arte moderno, object trouvé, ready made, arte pop y povo. Felipe Hodgson debe incorporarse a la Biblioteca de Artistas Canarios.

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