-“¿Me puede decir dónde está la oficina de Thomas Cook?”
– Al otro lado.
Sharon y Pam son dos señoras galesas que rondan los setenta, año arriba, año abajo, y merodean por los primeros pisos del Zentral Center de Playa de las Américas. En el hall hay un cartel que dice que allí está la sede de la compañía. De repente, se abre una puerta; al lado del marco queda un resto de lo que debió ser un cartel hasta esa misma mañana. “¿Oiga, eso es Thomas Cook?”, pregunta Pam. “Espere un momento”.La puerta se vuelve a cerrar y se abre un minuto después. “¿Esto es Thomas Cook?” (Dos segundos de silencio) “Sí, sí es”.
178 años después de su fundación, los trabajadores de este operador emblemático que trabajan en Las Américas parecen desconcertados, son amables, pero huyen rápido, sobre todo los anglosajones. Los españoles sí comentan alguna cosa: “Mira, estamos como si fuera un día normal, trabajando. Lo único es que estamos bajando a fumar un poco más, nerviosos”, afirma una de las trabajadoras de la oficina. “La verdad es que no sabemos nada, nadie nos ha hablado de en qué situación quedamos”, afirma otra compañera. “Los que han quebrado absolutamente son Thomas Cook UK, luego hay otras divisiones como la que opera con Escandinavia o Alemania que hoy hemos funcionado con normalidad”, cuenta una persona de la compañía. “Pero esto se veía venir desde hace tiempo, estaban recortando por todos lados. Ahora toca esperar a ver qué nos pasa”.
Pam y Sharon respiran aliviadas en la escalera. Les dicen que volverán mañana, como estaba previsto, que el programa de repatriación del Gobierno británico está en marcha. Lo único que no les garantizan es cómo llegar al aeropuerto de Tenerife Sur. Pero con la que ha caído…
A partir de ahora tendrán que viajar con otra compañía. Sharon lleva seis años viniendo a las islas, y siempre lo ha hecho con Thomas Cook. “Era una compañía con paquetes a precios muy buenos, muy populares,” cuenta Sharon, que trabajaba en el servicio de limpieza de un hospital de Gales. “Teníamos una oficina en el pueblo”.
La mala gestión, la acumulación de deudas, las inversiones erróneas sostenidas en préstamos arriesgados que luego había que pagar se han llevado por delante a un símbolo del turismo de masas. No solo para las clases medias, también para las clases trabajadoras, particularmente las británicas, que han convertido el turismo de sol y playa en un elemento más de esa identidad obrera que antaño fue muy sólida y ahora está más desdibujada.
“He venido por aquí los últimos cinco años, pero creo que ya no vuelvo más”, afirma Helen, escocesa, que de repente se quiebra y reconoce que está muy nerviosa. Su marido, Carl, le agarra el brazo. Vuelven a casa el viernes, pero aún no saben muy bien cómo. “A lo mejor no podemos ir a Glagow directamente y nos hacen volar a Manchester y coger un autobús desde ahí”, dice Carl. No tenemos buena información”. Lo único que conocen es el cartel que Thomas Cook ha enviado a los hoteles redirigiendo a los clientes a una página web donde les indican cómo salir si su destino de vuelta es Reino Unido.
“Sí, falta de información, es lo único que le echo en cara a Thomas Cook. De resto, yo siempre he estado muy contento con sus servicios”, afirma Graham, que bebe una enorme jarra de cerveza y tiene un aspecto a mitad de camino entre el escritor de novela policiaca James Ellroy y el actor J.K Simmons. “La otra cosa es que sabían esto desde hace tiempo, y han estado hasta el únimo momento vendiendo billetes”. La comparación con Lehman Brothers, el banco de inversión cuya caída simbolizó el inicio de la Gran Recesión, sale a la palestra. Es inevitable. Al lado, su mujer, Margaret, disfruta con una ginebra de fresa. También lo hacen Clark e Isabella, que son amigos y llevan cuarenta años viniendo a Canarias. Antes lo hacían a través de un touroperador, pero ahora se buscan ellos mismos los billetes y el hotel a través de internet.
Cuenta Dieter que él llegó de Hamburgo ayer, que había salido de allí sobre las 6.15, que cuando llegó a la recepción del hotel le dijeron que Thomas Cook había quebrado y que tenía que pagar 1.700 euros para poder quedarse, a pesar de que ya pagó 2.900 euros por los 15 días de hotel más el viaje a Thomas Cook-Neckermann Reisen, la filial holandesa, que supuestamente no ha quebrado. Luego dice que llamó a un número y le dijeron que hay un seguro de reembolso, que le darán el dinero, que le han dicho que no tendrá problemas para volver, que no piensa amargarse, que hoy comprará el DIARIO DE AVISOS para verse.
En el aeropuerto, la cosa estaba tranquila. Ayer solo hubo un vuelo de repatriación nocturno, en torno a la una de la mañana, según informaban dede AENA. Un señor que se llama Horst casi se abraza a este periodista: su compañía es una filial alemana de Thomas Cook, Condor, y volaría con normalidad a Düsseldorf.
Ellos se van, pero los problemas se quedan aquí, como reconoce José Barreiro, que es el consejero delegado de Coral Hoteles, que tiene siete hoteles en el sur de Tenerife, uno en el norte y otro en Fuerteventura. Lleva trabajando con Thomas Cook desde hace 30 años, y en invierno, los paquetes de viaje con Escandinavia operados a través de Thomas Cook pueden suponerle casi la mitad del negocio. Por ahora, esta división no ha caído, y cree que algún inversor se hará cargo de ella. Aunque su negocio con Thomas Cook UK era mucho menor, también le ha afectado algo, sobre todo porque ya no podrá recuperar lo que no le han pagado. “Mitad de julio, agosto y septiembre se van a quedar sin pagar. Para quienes operan solo con el mercado británico eso solo va a ser un impacto muy importante”, afirma.
“Lo que deberíamos hacer a partir de ahora, todos, empresarios y políticos, los que estaban antes y los que están ahora todos es unirnos para sacar esto adelante. Thomas Cook traía a Canarias más de 400.000 personas. Es el momento de hacer una gran promoción de las islas. No podemos perder conectividad”.