dÍa mundial contra el cÁncer de mama

Cuatro amigas que tienen un desbordante optimismo por disfrutar de los momentos de la vida

Todas son mujeres que han pasado por la misma patología, se encontraron en Ámate con alguien que entendió muy bien lo que habían experimentado y formaron un grupo inseparable
DIA MUNDIAL CANCER DE MAMA 2019
DIA MUNDIAL CANCER DE MAMA 2019
Estas inseparables amigas se conocieron en Ámate. / FRAN PALLERO

Mercedes, María Eugenia, Elizabeth y Tamara son unas mujeres luchadoras que, gracias a la Asociación de Cáncer de Mama de Tenerife (Ámate), se han hecho inseparables. Ya son activas y emprendedoras individualmente, pero en conjunto son un auténtico torbellino. Tienen en común un desbordante optimismo por vivir y disfrutar de los momentos de la vida. Durante la entrevista planean las diversas actividades que van a realizar e, incluso, se ponen a cantar el estribillo de la canción María Isabel (Chiribiribi, po po po pom) cuando Elizabeth confiesa que ese es su verdadero nombre.

Todas coincidieron en que su debut en el cáncer llegó tras diversas vicisitudes y dilaciones médicas en el diagnóstico, tanto en las más veteranas, Mercedes (11 años) o Eugenia (7 y medio), como en Elizabeth o Tamara, (dos años cada una).

Y también en que su llegada a Ámate supuso un cambio en su forma de afrontar la vida. Todas son mujeres que han pasado por esa misma patología, y encontraron la ayuda, se encontraron con alguien que entendió muy bien lo que habían pasado y de lo que están hablando, pese a que ninguna sufrió unos efectos secundarios severos en la quimioterapia y la radioterapia, aunque a alguna le costó aceptar la pérdida de la mama.

Mercedes de la Rosa, quizás por ser la más veterana, reconoció que “mi hija dice que en casa no se vivió la enfermedad, yo no me quejé nunca, iba sola a la quimio y la radio”, por tanto, “tragué mucho y fue con el tiempo cuando decidí acudir a Ámate, en primer lugar porque necesitaba ayuda jurídica. Esa temporada traté con la fisio, la psicóloga”, y tras un período sin acudir “volví y encontré a la familia que no tengo. Esto me ha permitido vivir cosas que jamás pensé que viviría. Todos son emociones, nuevas experiencias, hacer muchas actividades, hacemos desfiles, body paint, grabamos vídeos, acudimos a entrevistas, yo antes era muy tímida y todas me empujaron. Ahora me apunto a todo tipo de actividades. Estoy muy agradecida a Ámate porque nos ayuda psicológicamente, físicamente y a las compañeras que hemos formado un grupos de apoyo. La quimioterapia nos mata una neurona, la de la tranquilidad, porque cada vez que nos reunimos montamos una fiesta”.

“Ahora vivo y disfruto con una mayor intensidad, saboreando todos los momentos de otra manera, un plato de comida, un café, una conversación”.

Por su parte, María Eugenia afirmó que entró en Ámate “y me encontré otra familia, somos todas diferentes, cada una sabe hacer una cosa y se complementan”. “Tuve la suerte de que me quitaron la mama completa, y tanto mi marido como mi hijo se volcaron conmigo, mi suegra, mis cuñados, las amigas estupendas. No me sentí en ningún momento, ni tampoco vivimos el lado más amargo de los efectos secundarios, yo no me puse mala. Sí recuerdo que cuando iba a la quimio me repintaba la cara y las pestañas, con mi pañuelo de todos los colores combinado con la ropa que llevaba. Ahora solo me lavo la cara”.

Elisabeth también destacó que llevó la enfermedad sin muchos contratiempos, “salvo porque cogí la baja en mi trabajo porque era auxiliar de enfermería a domicilio y el problema era que trataba con enfermos con patologías graves y no podía trabajar ni tenía las fuerzas para cargarlos”. Sin embargo sacó su otra faceta, peluquera y esteticista “y así empecé a colaborar con Ámate, tras realizar una donación del pelo de una compañera de trabajo, y el mismo día que entré me quedé. Empecé a hacer piña con algunas amigas”.

Su vida también cambió cuando en su primer desfile con Ámate, el que era su pareja le pidió matrimonio en pleno desfile “Estuvo a punto de caerse del escenario. Qué necesidad. Tuve que decirle que sí”, sonrió Pláceres.

“Ámate no es solo alegría y amistad, es tener un día depresivo y tirar de teléfono. Geni es de las que se pasa horas y horas hablando por teléfono con nosotras”, afirmó Elizabeth.

Por su parte, Tamara es la más inquieta y activa del grupo. No paró de hacer selfies y comentar sus impresiones sobre diversas respuestas de sus amigas. Fue clara y agradeció a su marido que siempre estuviera a su lado en los momentos más complicados. “Cuando me dieron la noticia mi marido estaba más hecho polvo. Tardé varios días en asimilarlo, y pensaba qué sería de mis hijas y de mi marido si no estuviera. Él ha sido maravilloso, ha sido mi principal apoyo. Con sus virtudes y sus defectos, cuando digo que mi marido es un ejemplo es que es cierto. Hemos visto a muchas compañeras en Ámate que su marido se queda en el camino, no son capaces y tener la valentía de acompañar a sus parejas. No es amor lo que sienten por sus mujeres, en mi caso, yo siempre he sido muy coqueta y cuando me veía al espejo y no me gustaba. Y en una ocasión cuando estaba con mi marido le preguntaba ¿Cómo te puedo gustar?, pero me respondió, porque te amo”.

En este aspecto, el resto de compañeras afirmaron que la ayuda de sus parejas es fundamental para superar los momentos más difíciles de la enfermedad. Elisabeth tuvo la suerte de que la que era su pareja la apoyó firmemente y terminaron casados, mientras que para Geli, aseguró “creo que la relación con mi marido va bien porque no lo veo durante la semana, sólo los sábados (ríe). Esta semana yo salgo y él esta durmiendo y cuando él llega yo estoy durmiendo. Espero que no me pida el divorcio. Estos días nuestra relación es por teléfono (ríe), es que no lo veo y más en esta semana. Así que aprovecho los sábados, que nunca quedo con nadie, para estar con él”, aseguró.

“El tema sexual es un tema tabú en una relación con una mujer con cáncer y es importante remarcarlo. Que ellos te esperen, te animen, te apoyen, que estén ahí para todo es muy importante, en mi caso mi marido me apoyó mucho y fue un pilar para superarlo”.

Mercedes reconoció que “me lo paso muy bien, tener esta enfermedad que ha cambiado tu vida, he conocido a gente muy buena que me aporta”.

MERCEDES DE LA ROSA: “SI TENÍA QUE DESNUDARME ANTE UN HOMBRE, QUERÍA ESTAR PERFECTA”

Hay diferentes formas de afrontar la enfermedad, y la terapia de Mercedes fue “hincharme a beber vino. Eché una mano a un amigo en un guachinche, con mi turbante y pañuelo, ¡antes muerta que sencilla!, me ponía las pestaña postizas, me pintaba las cejas, y allí me pasaba el día”, reconoció. Lo más que le impresiono fue la pérdida del pelo y, en menor medida, perder la mama, “aunque alguna vez me miraba al espejo y no aceptaba lo que veía”. No solo perdió su mama original, sino dos más de reconstrucción, se operó en 13 ocasiones, pero “ya decidí parar, porque han pasado muchos años, mi cuerpo no está igual, soy diabética, tengo artritis y artrosis”. “Quería verme como una mujer. Fuí madre soltera joven y, si tenía que desnudarme ante un hombre que iba a conocer, quería estar perfecta, y no que me quitara el sujetador y que le diera una fatiga. Muchos momentos me ví sola, pero en Ámate he vivido muchísimas experiencias positivas”.

MARÍA EUGENIA NÚÑEZ: “ESTOY MUY ORGULLOSA DE MI CICATRIZ Y NO ME IMPORTA ENSEÑARLA”

Eugenia sabía que algo no estaba bien en su cuerpo. “Me quedé parada y me encerré en casa, la tristeza me estaba comiendo, tenía una depresión porque no sabía que me estaba pasando. Cuando me dijeron que tenía cáncer de mama, no me dieron mucha esperanza de cura, me dijeron vamos a intentarlo, ahí fue cuando se me quitó la depresión de golpe” afirmó. Núñez tiene claro que “no voy a reconstruirme la mama ni pienso hacerlo. Estoy muy orgullosa de mi cicatriz y no me importa enseñarla”. Cuando entró en Ámate “me encontré otra familia, todas somos diferentes y nos complementamos”.

ELIZABETH PLÁCERES: “LLEGASTE SIN SER INVITADO Y TE IRÁS SIN SER DESPEDIDO. VOY A LUCHAR POR MI VIDA”

Elisabeth sufrió un gran impacto cuando le dijeron que tenía cáncer de mama. “No entendía lo que me estaban contando. En unos días ya tenía diagnosticada patología de mama, previo a una resonancia magnética. Mi cabeza empezó a dar tumbos y pensar de todo, nunca se me pasó anteriormente que lo que tenía fuera un tumor, sino molestias por la reducción de pecho que se hizo hace 16 años. Fue con el paso del tiempo cuando asimilé y entendí lo que tenía, en las primeras semanas no comprendí lo que tenía ni lo que me hicieron”. Sin embargo, Elizabet, cogió fuerzas y se enfrentó a la enfermedad: “pensé llegaste sin ser invitado y te irás sin ser despedido. Voy a luchar por mi vida”. Está muy agradecida ya que su pareja, ahora marido, y su familia política la acompañó durante todo este trance. “Empecé a colaborar con Ámate cuando fui a entregar la donación del pelo de una compañera de trabajo, y el día que entré ya me quedé”.

TAMARA SÁNCHEZ: “EL CÁNCER LLEGÓ A MI VIDA PARA TRANSFORMARLA, Y CREO QUE PARA MEJOR”

Tamara Sánchez trabajaba duro para cumplir su sueño, un centro de entrenamiento, cuando en abril de 2017 descubrió un bulto en su pecho. Seis meses más tarde la biopsia confirmó el cáncer. “Tardé varios días en asimilarlo, no dormía, me levantaba intranquila pensando que me moriría y que sería de mis hijas y de mi marido”. Pero después tuvo claro que “si me estaba pasando era para hacerme más fuerte, y quiero ayudar a los demás”, afirmó. “Tuve suerte en la quimio y se disolvió el tumor, pero nos damos cuenta que el proceso no acaba ahí para las pacientes. Deben darse cuenta de que nos quitan la regla, ya que estamos tomando un tratamiento hormonal, y tenemos una enfermedad crónica”.

Tamara recordó cómo “me veía al espejo y no me gustaba. Y cuando estaba con mi marido le preguntaba ¿Cómo te puedo gustar? Lo peor que llevé fue la caída del pelo y las cejas. Yo no me reconocía”. Sin embargo floreció su optimismo: “El cáncer llegó a mi vida para transformarla, y creo que para mejor. Mi vida ha sido maravillosa en estos últimos años y la he vivido de manera más intensa”.

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