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El Ángel Caído

El conjunto “arquitectónico y urbano” del Monumento a Franco, en la Rambla, junto a Almeyda, está presidido por la figura del “Ángel Caído”, escultura de 1966 de Juan de Ávalos, autor del Valle de Los Caídos, figura relevante de la escultura española del siglo XX, cuya Fundación gestiona su obra y legado. Juan de Ávalos (1911 – 2006), republicano con carnet del PSOE, ganó el concurso escultórico del Valle y pactó con Franco que la temática sería religiosa, sin referencias bélicas. Su “simbología”, hunde sus raíces en las fuentes religiosas del cristianismo, donde el Ángel Caído, fue expulsado del cielo. Figura recogida desde el siglo XVII por John Milton (1608 – 1674), que en el “Paraíso Perdido”, obra de influencia mundial, alude a la caída de Lucifer y la desobediencia a Dios. Postula un mensaje esperanzador tras la pérdida del paraíso. Un mensaje de concordia y reconciliación, que Juan de Ávalos repitió en vida, tras la “tremenda” guerra incivil. Por lo que plantea el “Valle de los Caídos”, como centro de recuerdo y concordia.

Asombra la “construcción simbólica”, que hace el equipo técnico de la doctora Navarro. Donde dicen que “el monumento contribuye a la vulneración de los principios democráticos y a la distorsión de la verdad histórica. Señalan la exaltación mesiánica de la figura del dictador, sobre una alegórica isla de Tenerife, donde Franco subido al ángel, pilota el “Dragon Rapid, con la espada – cruz en sus manos”. Alguno de medios, presumido de culto y demócrata, hace su “lavado de sangre progresista”, reduciendo el conjunto a simples “miasmas y basuritas franquistas”, y con ardor patriótico nos “ordena tirarlas a la basura”. Se despacha así del “atrasado y carnavalero pueblo de Tenerife”. El mismo que financió en 1966, en cuestación popular, el Ángel Caído.
Los españoles perdimos el paraíso cuando nos deslizamos en la guerra incivil del 36. En la encrucijada de los nacionalsocialismos europeos de derechas y de izquierdas comunistas. Una república incapaz, con una Constitución sectaria, asaltada desde el 34 en revolución bolchevique. Fraude electoral del 36. Asesinato del jefe de la oposición. Una nación fracturada que se reconstruyó sobre sus cadáveres y las ruinas de Europa.

Dicen que las guerras “inciviles” precisan 4 generaciones para superarse. Oímos las voces de Azaña clamando paz, justicia y perdón. La vuelta de Tarradellas, que nos advirtió de la deriva de Pujol y su “dictadura blanca”. El triunfo de la sociedad civil española, que superó el franquismo e hizo la reconciliación, con la Ley de Amnistía del 77 y la Constitución del 78. El consenso que cerró la transición y legalizó a Carrillo y a la Pasionaria. Las Cortes de Franco disueltas voluntariamente.

Aún con la desafortunada, sectaria, ahistórica y frentista Ley de Memoria Histórica del 2007 de Zapatero, se deja abierta la vía de la “resignificación” de los espacios y/o monumentos, cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico – religiosas, protegidas por ley. Que encuentran referencia en el PGO de Santa Cruz, que desde los 80 incorporó en su Catálogo “arquitectónico y urbano”, el Monumento del “Ángel Caído”. Cuesta entender que el estudio técnico referido, aún ajeno al ejercicio de las leyes de Participación y Transparencia, aplique políticamente la “Ley de Memoria”, en lugar de centrarse en su valoración técnico – artística, mientras que los políticos se distraen valorando su nivel artístico. El mundo al revés.
El Ángel Caído de Tenerife y su conjunto es “resignificable” en el marco de la Ley de Memoria. Ya lo está por la ciudadanía que no comparte las calenturientas lecturas del “informe técnico” y valora su calidad artística y urbana. Figura el Ángel Caído en la guía municipal de visitas recomendadas, donde los turistas suben sus selfies a la red; bajo el Ángel Caído, en el “Paraíso Perdido” de Tenerife.

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