el jardín

La sorprendente transformación física del descuartizador de Valdemoro

El joven, un gran aficionado de los tatuajes y de Hanníbal Lecter, fue denunciado por su novia Celia, quien ayudó a calcinar los restos
El cambio de Leandro. Así se mostraba en las redes sociales -a la izquierda-. Y a la derecha, hoy tras el registro.
El cambio de Leandro. Así se mostraba en las redes sociales -a la izquierda-. Y a la derecha, hoy tras el registro.
El cambio de Leandro. Así se mostraba en las redes sociales -a la izquierda-. Y a la derecha, hoy tras el registro.

Leandro asfixió a su amante, la descuartizó e intentó quemar el cadáver en la barbacoa de su casa de Valdemoro. El joven, un gran aficionado de los tatuajes y de Hanníbal Lecter, fue denunciado por su novia Celia, quien ayudó a calcinar los restos. Además, sufría esquizofrenia -por la que no se medicaba-.

Era un gran aficionado del culturismo y los ejercicios en el gimnasio. Una estética cuidada y musculosa que dista mucho de la imagen de la que goza actualmente -y que se pudo ver ayer durante un registro-: con unos kilos de más y menos arreglado. En 2014, entró en el adosado de la calle Francia, donde cometió los hechos. Convirtió la pequeña vivienda en su guarida y donde realizaba sus rituales satánicos y atendía a sus clientes, a quienes tatuaba a cualquier hora del día.

El miércoles 16 de octubre del jardín de Leandro salió un olor “espantoso” y “nauseabundo”. El hombre comentó a sus vecinos que había tratado de cocinar carne, pero que se le había quemado. Pero lo cierto es que de madrugada había asfixiado hasta la muerte a su amante -de 18 años e hija de guardias civiles-. Tras esto, fue Celia -en un descuido de Leandro- quien se dirigió hasta la Comisaría de Policía, donde denunció los hechos. Leandro se encuentra en prisión tras la denuncia de Celia y su posterior detención. Ella también está en la cárcel acusada de encubrir a su compañero sentimental.

Los investigadores se encuentran realizando varios registros en el número 124 de la calle Francia, donde Leandro decidía. Hace dos años, el hombre había echado la puerta abajo y había okupado la vivienda. Se dedicaba a tatuar a sus amigos y a trapichear con drogas, según algunos vecinos.

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