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Juan Mayorga: “Un texto teatral ha de nacer del deseo de provocar reunión”

La Muestra Escénica Iberoamericana (MEI) 2020 se estrena con dos obras del dramaturgo Juan Mayorga: 'Intensamente azules' y 'El mago', hoy y mañana, respectivamente, en el Teatro El Sauzal a las 20.30 horas
Juan Mayorga con las gafas de ‘Intensamente azules’. | DA

La Muestra Escénica Iberoamericana (MEI) 2020 se estrena con dos obras del dramaturgo Juan Mayorga: Intensamente azules y El mago, hoy y mañana, respectivamente, en el Teatro El Sauzal a las 20.30 horas. Premio Nacional de Teatro en 2007 y Premio Nacional de Literatura Dramática en 2013, Mayorga fue elegido en 2018 como miembro de la Real Academia Española para el sillón ‘M’.

– Aterrizan en El Sauzal, Tenerife, dos de sus obras, Intensamente azules y El mago, dentro del marco de la Muestra Escénica Iberoamericana (MEI).

“Sentimos una enorme gratitud porque José Luis Rivero, el programador, y el Teatro El Sauzal nos acojan en un acontecimiento tan importante. Tenemos ocasión de mostrar nuestros trabajos junto a otros compañeros a los que queremos y admiramos, así que estamos muy contentos”.

– ¿Qué podrá ver el público en el escenario?

“Se trata de dos obras que yo he escrito y dirigido, muy distintas, y sin embargo se pueden establecer vinculaciones. Lo primero que comparten, y lo más importante, es que los espectadores se van a encontrar con actores importantes. En Intensamente azules es uno solo, César Sarachu, que interpreta una pluralidad de personajes. Desde el narrador hasta otros muchos con los que se va encontrando como personajes de su familia, la presidenta de su comunidad de vecinos o hasta el rey de España. Y en El mago cuento con un reparto excepcional en el que están la gran María Galiana, José Luis García-Pérez, Ivana Heredia, Julia Piera, Tomás Pozzi y Clara Sanchis. En ambas obras, creo que hay un tema común y es, de algún modo, la tensión entre la realidad y el deseo. Entre aquello que deseamos ser y aquello que los otros nos dejan ser. En qué medida la mirada de los otros, de algún modo, nos acosa y nos limita. Y en ambas obras creo que, al menos esa es nuestra experiencia en la gira, hay sonrisa y risas, y al mismo tiempo un fondo serio. En todo caso, con lo que se encuentra el espectador es con dos grandes piezas teatrales gracias a los actores que las defienden”.

– Ambas obras surgen de dos anécdotas que le ocurrieron a usted.

“Efectivamente. Ambas tienen también en común ese punto de partida. Algunas de mis obras surgen de experiencias que he vivido y a partir de las cuáles he imaginado. Por ejemplo, El chico de la última fila surge de mi experiencia como profesor de secundaria, o El cartógrafo de un extravío que tuve en la ciudad de Varsovia. Y en el caso de las obras que llegan a Tenerife proceden de experiencias mías, si bien en ninguna de ellas he intentado explorar ese ámbito hoy tan en boga de la llamada autoficción, que por lo demás no es tan actual. Autoficción ya hacía el bueno de San Agustín en sus Confesiones o Dante en La divina comedia. En lo que tiene que ver con Intensamente azules, todo surgió dándome cuenta de que se me habían roto en un viaje familiar mis gafas de miope y eché mano, me parece que es natural hacerlo, de las gafas de natación que llevaba conmigo porque son graduadas. Y también me parece natural preferir salir con ellas al supermercado y hacer la vida general, antes que romperse la crisma. Esa segunda opción era peor. Pero empecé a encontrarme que no solo yo me fijaba a través de las gafas azules en cosas que antes no me había fijado. Tú con unas gafas azules miras un semáforo o una bandera de una forma distinta, o a un niño o una vaca. Pero ocurre que también los demás te miran de un modo distinto. Y de algún modo ahí está el origen de esta obra, que habla del mirar y del ser visto. Y en lo que se refiere a El mago, surge de una situación en la que yo, hallándome en un espectáculo de magia, llega el número de la hipnosis, yo me presento como voluntario y después de algunas pruebas soy rechazado junto a otros como ‘no apto’. En ese punto empecé a preguntarme ‘¿y si yo ahora mismo estoy hipnotizado y aparentemente he sido descartado?’ o incluso, ‘¿y si yo ahora llegase a un lugar y dijese que he venido volando como parecen estar volando los que están ahora en el centro del escenario?’. Efectivamente, en El mago ocurre que hay un personaje que está vinculado a esa experiencia, que llega a su casa y afirma ante su marido y su hija, que quien ha vuelto a casa no es la que salió sino, de algún modo, un alterego, un desdoblamiento, porque quien salió sigue realmente en el teatro con los ojos cerrados y con el mago que la ha hipnotizado. Algo con lo que hemos intentado jugar, tanto desde la escritura como desde la interpretación, es que sea el espectador quien decida qué está pasando. Si estamos ante una situación hipnótica o ante un juego de palabras. Y también los personajes con los que se va encontrando esta persona se pueden estar haciendo esa pregunta. Hasta qué punto están ante un ser hipnotizado o ante un charlatán. Claro, todo eso me parece que da lugar a un interesante juego teatral, así quiero creerlo, pero también, por qué no, puede dar algo sobre lo que pensar a los espectadores. Y con eso nos estamos encontrando”.

– ¿Cuando escribe un texto piensa en los espectadores o solo se centra en lo que quiere decir?

“Siempre digo que cuando uno se sienta a escribir un texto teatral, el espectador ya está ahí de una forma más o menos fantasmal. Un texto teatral ha de nacer del deseo de provocar reunión. Cuando uno está escribiendo teatro, está escribiendo un texto que debe provocar, primero, el deseo de reunirse de unos actores y después el deseo de esos actores de abrir su reunión a la ciudad. Si bien yo no escribo pensando en qué espectáculo surgirá de mi obra. Incluyo en ellos solo lo que considero innegociable pero intento que mis textos sean lo más abiertos posible a la interpretación del director, de su equipo artístico, de sus actores y finalmente de los espectadores. Pero sí intento hasta donde me es posible que sean ocasiones teatrales, que ofrezcan ocasiones a la teatralidad. En este sentido, estoy permanentemente conversando de algún modo con un espectador fantasmal del que soy el representante”.

– Pensando en eso, en la conversación con el espectador, en su discurso de aceptación en la Real Academia Española (RAE) se lo centró en el silencio, que en un conversación es igual de importante que la palabra. Y precisamente en el teatro los espectadores tienen que estar en silencio viendo una obra de teatro y también se crea un diálogo

“Sí, está muy bien eso que indica y, por cierto, tanto en El mago como en Intensamente azules hay silencios que han sido para nosotros tan importante como momentos de palabra o enunciado. Hemos intentado construir silencios significativos y al mismo tiempo silencios enigmáticos y conflictivos en una y otra obra. Y es cierto que el teatro requiere del silencio, y parte de nuestro trabajo es provocarlo, pero al mismo tiempo el actor no deja de escuchar a los espectadores. Es muy interesante. Tanto cuando yo tengo ocasión de asistir a las funciones como cuando no puedo hacerlo, después hablo con los actores. Por ejemplo, yo no podré estar en Tenerife, pero estaré mirando el reloj pensando ‘en este momento María Galiana dice esto o está haciendo lo otro’. Sigo la función en mi imaginación. Y cuando se acaba la función y consigo hablar con los actores, les pregunto cómo se han sentido, qué han recibido, inmediatamente aparece la conversación sobre el espectador. Los actores están siempre escuchando al espectador, su silencio, su risa, su admiración, su frialdad, de forma que el espectador es muy expresivo y se produce esa tensión entre la expresión y el silencio que también se da en el patio de butacas”.

– En una entrevista dijo que “el texto sabe cosas que el autor desconoce”. ¿Qué le han descubierto sus textos sobre sí mismo?

“Sí. Yo ahora diría, de forma más general, que la obra sabe cosas que el autor desconoce. Y no solo el texto escrito, sino la obra en general, una pintura, una escultura y desde luego un espectáculo teatral. Esa es una experiencia que hago permanentemente. Por eso siempre me digo una y otra vez que no debo obedecer a los receptores de mis obras, en particular a mis lectores y espectadores, pero sería un necio si no les escucho. Porque ellos pueden ver en mis obras que yo, por mis limitaciones, no acierto a ver, y esa es una experiencia que estoy haciendo permanentemente. Tanto en Intensamente azules como en El mago, primero los actores y luego muchos espectadores me han descubierto cosas que jamás hubiera imaginado, que no sabía que estaban ahí escritas o implícitas. Y en la medida en la que uno, volvemos a lo que hablábamos antes, inevitablemente está haciendo siempre autoficción, esa conversación con los actores y espectadores le devuelve a uno una imagen de sus sueños y sus pesadillas. En Intensamente azules es muy interesante lo que venimos recibiendo acerca de cómo este personaje va cambiando, y su transformación no tiene tanto que ver con lo que ve con esas gafas, no reside en cómo ve sino en el hecho de que decide ponérselas, que de algún modo tiene algo de afrontar el ridículo. De tomar una decisión completamente racional pero que sin embargo lo va a singularizar y lo va a convertir para algunos en ridículo e incluso, para otros, en peligroso. En lo que se refiere a El mago nos estamos encontrando interpretaciones muy diversas acerca de qué es lo que está haciendo esa mujer cuando llega con este discurso a su casa. Qué está ocurriendo en esa mujer y qué ocurre después. Y la verdad es que en ambos casos la conversación está siendo muy rica”.

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