Kinga Korska es polaca y en la actualidad reside en una localidad a 700 kilómetros de Wuhan, la zona cero del coronavirus. En un vídeo publicado esta semana por TVLaPalma, la joven explica cómo ha cambiado bruscamente la vida en el país debido al brote epidemiológico. Según relata, entre las medidas adoptadas por el Gobierno chino, se ha establecido un control férreo de los movimientos que realiza cualquier persona. Por ejemplo, en todos los lugares públicos se toma la temperatura a quienes acceden, para corroborar que no puedan portar la enfermedad.
De hecho, un hábito tan sencillo como hacer la compra en el supermercado implica llevar un registro exhaustivo de los presentes en el lugar (hora, tiempo de estancia, artículos adquiridos). Un control que, indica, permite saber, en el supuesto de estar infectado, con quién ha estado en contacto el enfermo, y así, seguirle la pista al virus. Es más, es lo primero que se hace al detectar un nuevo caso: en los hospitales miran el informe que detalla ese tipo de movimientos.
Igualmente, pese a la soledad que se aprecia en las imágenes de las calles, la joven aclara que también es habitual que la gente viaje por estas fechas; fenómeno enmarcado en la celebración del año nuevo chino. Sin embargo, matiza que muchos colegios y comercios que deberían estar abiertos a estas alturas de mes, permanecen aún cerrados, posiblemente, por miedo a las grandes afluencias de personas. Dice que están encerrados por barricadas, y que, incluso, los repartidores a domicilio del exterior del recinto pasan los paquetes por encima de las vallas; no entran en el barrio donde ella vive desde hace dos años.
A pesar de los efectos negativos de dicha situación para el conjunto de la población, Kinga no obvia que algunas empresas han decidido echar mano del ingenio como método de supervivencia. Un claro ejemplo serían las academias de idiomas o de baile, que, siendo inicialmente solo presenciales, han pasado a impartir clases online. De igual manera, habla de la meticulosidad con la que afronta la institución asiática una crisis de esta magnitud: “Aquí la gente está haciendo todo lo que puede, y estoy impresionada con lo que se hace”, asegura.
El vínculo de Kinga Korska, diseñadora gráfica de profesión, con la Isla Bonita es que, precisamente, La Palma ha sido uno de los lugares donde vivió y trabajó durante una temporada, hasta el punto de animarse a publicar una guía de viajes específica en su idioma materno, animando a sus paisanos a visitar Canarias.