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Y La Gomera se enfrentó al coronavirus…

La preocupación alteró la vida de esta isla apacible que recupera la tranquilidad gracias al buen funcionamiento del sistema sanitario
Imagen de la Iglesia de San Sebastián de La Gomera con el barrio de La Lomada al fondo. J.B

Hay en la Calle del Medio de San Sebastián de La Gomera, junto a la vieja casa donde nació Ruiz de Padrón, diputado en las Cortes de Cádiz, una vieja tapa de alcantarilla que anda algo suelta y suena desde hace años cada vez que pasa algún coche. De noche, apenas se escucha, pero cuando rompe el amanecer y la gente va rumbo al trabajo, se convierte en un repiqueteo molesto que hace difícil seguir conciliando el sueño y lo lanza a uno a la calle. No importa: San Sebastián es agradable a primera hora del día y unas pocas personas pasean por la Avenida Fred Olsen, frente al mar, mientras algunos hippies que duermen en furgonetas se desperezan, el kiosco de la plaza sirve sus primeros cafés y Gloria abre la laventa con esponjosos bollos gomeros hechos en Playa Santiago. Una capital tranquila en una isla tranquila, alterada súbitamente estos días por un coronavirus de origen chino que jamás soñó llegar a una isla de mangos y miel de palma.

Pero trajo la alarma, con todas esas imágenes de China agolpadas en la cabeza y esa  palabra, “coronavirus”, una amenaza desconocida de boca en boca provocando preocupación.

Como la que sintió Teresa, que el sábado pasado fue al hospital.  “Porque tengo la pierna mal, y cuando vi todas esas cámaras, y a la Guardia civil, y  que no había nadie, pregunté si tenía que llevar mascarilla”, cuenta entre sonrisas. “Estaba toda agobiada, pero luego una enfermera me dijo:  ‘No pasa nada. Si no, te habríamos llamado para decirte que no vinieras a la consulta”.

Nieves se sintió “sorprendida, con cierto miedo, al ser el primer caso de España”, aunque ahora ya está más tranquila, pero ese día corrió a la farmacia a buscar su mascarilla y ya estaban agotadas. “El sábado por la mañana fue una especie de caos”, afirman Judith y Jessica,que trabajan en la farmacia de la Calle del Medio y cuentan que, a partir del viernes, cuando se confirmó el caso de coronavirus, se agotaron los geles desinfectantes y las mascarillas “Había mucho extranjero. El domingo se empezó a tranquilizar la cosa”.

Ese fin de semana, el cura Juan  rezó por  los enfermos, como siempre. “Lo que pasa es que la palabra coronavirus  no la nombré para no darle más pompa. Y también pedí en todas las misas que no hiciéramos ningún tipo de alarmismo con esta situación”, cuenta vestido con camisa gris y alzacuellos.

“A medida que los días han ido pasando, la gente se ha tranquilizado. Tenemos una sanidad muy preparada”, comenta Juan desde su taxi en Hermigua, esperando a que se suba alguien, a un kilómetro de donde descansan los cuatro compañeros del infectado por coronavirus que esta semana abandonaron el hospital limpios de amenaza vírica. También está con ellos el que se quedó auto aislado en casa y nunca ingresó.

Con la tranquilidad llega el examen.  “Estamos muy satisfechos de cómo hemos podido dar respuesta”, afirma Xiomara Hernández, directora del Área de Salud de La Gomera, un cargo del Gobierno autonómico que Casimiro Curbelo exigió para su partido, ASG, en la negociación del Pacto de Progreso. “A nivel nacional, se estaba empezando a conocer el virus cuando esto ocurrió. Y en ningún momento ha habido negativas, sino una predisposición absoluta del personal sanitario para que esto saliera adelante”, afirma mientras destaca la coordinación con las autoridades estatales.

A primera vista, tampoco se perciben daños en el turismo. “Hemos hablado con todos nuestros asociados, desde el parador nacional a viviendas vacacionales, y lo más que  ha habido es alguna llamada para ver si existía algún protocolo de seguridad en la isla  o alguna persona que ha reducido un poco el periodo  de estancia, pero cancelaciones, ninguna”, afirma Fernando Morales, de la Asociación de Empresarios, Comerciantes y Profesionales de La Gomera. “ Pero  no sé de dónde ha salido ese bulo de que ha habido cancelaciones”.

Por la calle, Georg y Judith, alemanes de Colonia, no tenían ninguna intención de amargarse. “En general, yo creo que algunas personas están muy asustadas con esto del coronavirus”, afirma Georg sentado en una terraza con un perrillo en la mano . “Pero la gente también se quiere ir de vacaciones. Yo no tengo miedo. Solo nos quedan tres días, así que la posibilidad de pillar el virus es casi cero”, dice a modo de broma.

“Nos preocupa un poquito, pero tampoco demasiado”, afirma Malcolm, escocés. “Ya sabemos de otros coronavirus como el SARS, en 2003. Y, por comparación, es mucho menos grave. Además, las condiciones, aquí, son mucho más favorables para salud: aire fresco, sol, no está nublado, hay poca gente. Paul y Ave, de Liverpool, que vienen todos los años unas siete semanas, paseaban muy alegres por la Villa. “Sabíamos que  todo iría bien, porque el hospital, aquí, es fantástico”, afirman. “Yo creo más de uno pensaba que a lo mejor no teníamos hospitales en La Gomera”, afirma Felipe, camarero en el kiosco de la plaza, que “hubiera dejado un poquito más” de tiempo en aislamiento a los alemanes que ya recibieron el alta.

“La Gomera es un sitio seguro”, afirma el médico Arturo Clavijo,  que trabaja en un centro de salud privado de Playa Santiago. “Pero hay que tener paciencia y tranquilidad. La próxima semana es decisiva desde el punto de vista médico. Si no sale nadie infectado, podemos estar tranquilos. Si apareciera un alguno, sería preocupante”.

Estos diez días del coronavirus  dejan cierto sinsabor con  la forma de contar el suceso. Muchos apuntan a las redes sociales, infinitas multiplicadoras de bulos. Y otros, directamente a los medios, aunque haya habido bastante prudencia, como destacaba ayer Ángel Víctor Torres en una entrevista a EFE. Algún restaurante se siente señalado por haber dado de comer a los alemanes ingresados y haber aparecido en noticias.  “Han fastidiado a La Gomera. Le dieron duro”, afirman en un bar de Hermigua.

Cuenta el psiquiatra Rafael Inglott que hace muchos años fue a La Graciosa con un equipo que investigaba la incidencia de enfermedades mentales en  la población de la isla. “Jamás me he sentido tan intruso. Había algo de ‘Vienen a robarnos el relato’: nosotros estamos aquí tan tranquilos, aquí no pasa nunca nada, y vienen estos a retratarnos conforme a la visión que ellos tienen de nosotros”, explica. “En este caso de La Gomera, creo que puede haber un miedo a la crónica interesada, a la tergiversación. Y también a eso de: ‘Da igual lo que haga en mi vida, que me recordarán por lo que no quiero’.  Por eso me gusta cuando el periodismo da un relato más amplio, incidiendo en otros aspectos de las personas que están pasando por ese trance. Ellos lo agradecen y creo que el lector también”.

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