
“Me levanto muy temprano, a las seis o a las seis y media de la mañana, como he hecho toda mi vida, y lo primero que hago es entrar en el ordenador a leerme la apertura del DIARIO DE AVISOS”, nos cuenta Fernando, que atiende a este periódico por vía telefónica que no oculta la jovialidad que emana de sus 82 años, a pesar del aislamiento al que, como tantos millones de españoles, está obligado a cumplir por el estado de alarma decretado por el Gobierno desde hace ya más de una semana.
Fernando lleva desde entonces confinado en casa junto a su esposa, Rosario, de 76 años de edad. Ambos, lógicamente, están jubilados. Ella, tras desempeñar durante tantos años sus labores como auxiliar de enfermería. Él trabajó mucho tiempo en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife, además de como taxista y transportista. Son los orgullosos progenitores de dos hijos: mientras Fredy sigue los caminos del padre como empleado en el puerto capitalino, Raquel es enfermera, lo que hace todavía más especial la cita de las siete de la tarde. “En casa”, nos explica Fernando desde su vivienda del santacrucero barrio del Perú, “cumplimos siempre con los aplausos de las siete de la tarde. Para que no nos despistemos, mi cuñada siempre nos avisa un poquito antes, pero también está el vecino que alerta con un cohete de que ya toca”. Reconoce que el matrimonio vive con cierto orgullo esos aplausos en que, por sus respectivas obligaciones laborales, ven representados a sus hijos entre los destinatarios de los mismos.
Pero volvamos a la jornada diaria en casa de estos vecinos. Como Rosario tiene su movilidad reducida de manera considerable, es su marido quien se preocupa de ayudarla a hacer ejercicio, siempre dentro del piso. “Caminamos como mínimo un par de veces al día para no perder la agilidad; yo la ayudo a ella, pero también me viene bien a mí”, apunta.
Al menos, Fernando cuenta con la distracción de ser el encargado de suministrar los víveres. “Salgo una vez al día y compro en el supermercado que hay al lado de casa y, de camino, paso por la panadería. Antes, por ejemplo, si mi hija no podía algún día le ayudaba con mis nietos llevándolos al colegio o yendo a buscarles para traerlos, pero, claro, eso ahora no se puede”.
A Fernando le encanta la prensa. “Se lo lee todo y luego me llama para comentarme lo más interesante”, explica su hijo. “Es verdad que primero empiezo por el DIARIO DE AVISOS, pero luego miro un montón de periódicos y, claro, entro en la página de L@s Jardiner@s”, un chat de intercambio de informaciones, casi siempre sobre el tráfico vial y en el que, por cierto, no se alerta sobre controles ni nada por el estilo, como refrenda Fredy, responsable del mismo.
“No somos de hacer la siesta, y es verdad que por la noche aunque me levanto más temprano, mi mujer me pelea porque a veces me duermo tarde”, confiesa, con cierto tono pícaro, Fernando, quien apostilla: “En esta casa somos mucho de música y poco de tele; nos gusta la música mejicana, gomera… ¡Mucha música! Eso sí, el telediario de la noche no me lo pierdo”, apostilla este vecino de Santa Cruz.