coronavirus

Crónica gráfica diaria de un confinamiento obligado

El polifacético artista Felipe Hodgson dedica parte de su jornada de aislamiento a plasmar en sus dibujos las tareas del día a día para seguir dándole rienda suelta a su imaginación y creatividad durante esta primera semana de cuarentena en los hogares tinerfeños
Felipe Hodgson

Con una sonrisa y una mente creativa y privilegiada los días de confinamiento son menos días de confinamiento. En el hogar de Felipe Hodgson no hay lugar para el desencanto ni hueco para el desánimo ni espacio para la desesperación. Una semana de confinamiento da para muchas tareas, algunas pendientes, otras cotidianas, otras, simplemente, que surgen de la cabeza de un artista.
Es así como han pasado siete días desde que se decretara el estado de alarma. Siete días que Felipe ha ido reflejando en sus dibujos, en una serie que ha titulado Crónica gráfica diaria de un confinamiento obligado en la que quiere inmortalizar las tareas que hay que realizar en el hogar para mantener el equilibrio ideal durante la cuarentena.

“Yo dibujo mucho y todos los días pinto esta crónica, he hecho uno cada día, todavía estoy con el de hoy [por ayer] y ahí voy, poniendo las cosas que vamos haciendo, incluyendo algunos mensajes, por ejemplo, en el desayuno, ármate de valor para distribuir las obligaciones dentro de la casa que debes hacer en el día”, relataba desde su domicilio Felipe, que ha reflejado, entre otros instantes de este confinamiento, el momento de la ducha, el del cepillado de los dientes o tareas domésticas “que no hay que descuidar”, como las de planchar. Además de esta serie de dibujos, Felipe no descuida su Pensamiento Eguensiano de los viernes. Ayer le tocó el de esta semana.

El aislamiento no le trata mal. “Siempre estoy dibujando e imaginando”, explicaba antes de ponerse a contar que “hace un tiempo mi hija y yo conocimos a un oficial del buque escuela de la marina portuguesa, el Sagres, y pudimos hacer una visita al barco. Tenían un pasillo muy largo donde estaban los camarotes a los lados, era un lugar muy claustrofóbico y yo, como me sobra imaginación, pienso que ahora estamos en una especie de submarino, con ese pasillo largo y estrecho, sumergidos bajo el mar, porque si salimos a la superficie nos cae una carga de esas de profundidad y acaba con nosotros”. En el submarino particular de los Hodgson no faltan los víveres, como en cualquiera de estos sumergibles “donde siempre hay una infraestructura y una intendencia”.

En el caso del domicilio de Felipe Hodgson existe también un reglamento. “Lo hemos hecho para participar todos, también mi hijo de diez años, así que tenemos tiempo para hacer las cosas de casa, para planificar el trabajo y para jugar al dominó, a los números, al ajedrez”, explica el capitán de este navío, que, a diferencia del Sagres portugués, no hará demasiadas millas náuticas de recorrido. “Ellos, cuando conocimos a este oficial, iban a entregar la bandera portuguesa en Japón, en Tokio, y tenían que estar más de un mes de navegación hasta llegar a Chile, con una tripulación de 150 personas que tenían que pertrecharse en aquel pequeño espacio”, comentaba el creador de la Crónica Gráfica diaria de un confinamiento obligado.

“Este sacrificio pequeño que estamos haciendo para todos puede resultar que una e incluso que separe a las familias. Nosotros lo estamos llevando bien, entre otras cosas porque yo no veo las noticias desde hace tres años”, confesaba Felipe, que hace “una síntesis diaria, un acontecer” para poder organizar lo que va a ser el trabajo rutinario de “hacer las camas, poner las sábanas y las toallas a lavar, organizar el menú del almuerzo y de la cena”… y crear.

El día les da para mucho. A Felipe, además de para pintar y hacer todas esas labores, le da para volver a leer los libros de John Le Carré en esa esquina que tiene atrincherada para esa labor. Su experiencia le dice que hay que tener paciencia. Ya vivió un aislamiento de un mes durante su servicio militar en las milicias universitarias, en Hoyo de Manzanares (Madrid) y Hoya Fría. “Estuvimos un mes acuartelados, como ahora, así que es un momento para tener tranquilidad y seguir esa secuencia diaria y vivir el devenir de las horas”, cuenta y reconoce que en su casa “lo llevamos bien” porque, además de todas las similitudes que le ha buscado a la situación, añade una más: “Cuando uno está con gripe más o menos está una semana encerrado, pues esto es como una gripe doble”, señala en tono distendido. Hay que pensar en positivo, “nos queda una semana por delante… y fuera”. Y es que en su interior no hay momento para pensar en fatalidades, ni siquiera, en tener que alargar este confinamiento por más espacio de tiempo. No es cuestión de perder energía en cosas que no están en su mano. En su mano está el seguir creando esa colección que, con el paso de los años, quedará en el anecdotario físico y gráfico de lo que fue su aislamiento.

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