la casa blanca

Estados unidos despierta a la realidad del coronavirus

El gigante norteamericano acusa los efectos de su reacción tardía
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. EP
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. EP
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. EP

La pesadilla de Trump se está convirtiendo en estos momentos en algo más propio de una película de terror que en una realidad.
La situación que se vive en Europa ha tocado finalmente a la puerta del gigante norteamericano, y aunque no lo admita de forma literal, a Trump se le ha ido la pandemia del coronavirus de las manos.

Mucho prometió el presidente que todo estaba bajo control, tratando de alguna manera de retrasar el colapso de los mercados bursátiles, para ahora cambiar la letra insistiendo en que es un presidente de guerra, en una época de guerra: la guerra contra el Covid-19.

Lo cierto es que ese cambio de opinión llega demasiado tarde, y la epidemia se extiende por el país de forma descontrolada. Ni el país tiene un sistema de salud a la altura, ni existen mecanismos eficientes para parar la brutal caída de empleos que se está produciendo por segundos.

A este problema se le suma el de la cantidad de indigentes que viven en las calles, la falta de información coherente y unificada, la falta de coordinación en estrategias de los diferentes estados (mientras California implementa cierre de negocios, Florida mantiene abiertas las playas). Por si fuera poco, no solo la demanda exagerada de alimentos en los supermercados ha provocado que estos se queden vacíos en muchas ciudades, sino que existen dudas de si se verá escasez de productos debido a las previas políticas duras en inmigración de Trump, que ha dejado los campos sin jornaleros.

Entre tanta inestabilidad e incertidumbre, se disparan las ventas de armas mientras el alcalde de Baltimore pide a sus criminales que dejen de pegarse tiros que hacen falta las camas hospitalarias.

Trump ha demostrado su falta de liderazgo en momentos de crisis, que costará la vida de decenas de miles de personas, dejará un mundo económicamente maltrecho, y un sufrimiento social comparable al de la Gran Depresión de 1929.

Mientras tanto, los jóvenes en un país acostumbrado al individualismo más egoísta, deciden que esto no va con ellos, continúan sus fiestas y vacaciones de primavera, y se convierten en uno de los grupos de mayor riesgo de contagio en un país que no sabe qué hacer con ellos.

Trump reacciona con un paquete de estímulo económico

La gran baza del Presidente en este año de elecciones es la robustez económica de Estados Unidos. Sin embargo, el embate del coronavirus ha revertido la situación, creando el caos en Wall Street, y escándalos de políticos y personajes influyentes que han conseguido que el juego de la bolsa se decante a su favor, aumentando su riqueza a base de la utilización ilegal de información privilegiada. Tal sería el caso del Presidente del Comité de Inteligencia Richard Burr, republicano de Carolina del Norte, quien se habría pasado de listo vendiendo todas sus acciones a tiempo mientras pregonaba a los cuatro vientos que el país estaba preparado para recibir la pandemia.

A Trump no le quedó otro remedio que cambiar su pronóstico y admitir que los estadounidenses van a necesitar ayuda, por lo que un paquete de estímulo económico está en camino, pero la cantidad de dinero que recibirán los contribuyentes que entren en la categoría designada, ni será tan ambiciosa como el presidente había anunciado, ni llegará tan temprano como había prometido. Cierto es que algo es algo, pero no resolverá la crisis inminente que les espera a los estadounidenses y por ende, al resto del mundo.

Respuesta a la crisis sanitaria

En este sentido, los estados tendrán que vérselas ellos mismos en muchos casos para poder responder a la situación. California y Nueva York han empezado a identificar hoteles que puedan ejercer de hospitales de emergencias o incluso centros de atención a los indigentes.

El problema de los respiradores y material sanitario ya es palpable pese a que el coronavirus está prácticamente empezando a arrojar cifras de personas infectadas -aún lejos de llegar a un pico- . El número de pacientes positivos ya superan los trece mil (según la cadena de televisión CNN) , y solo acaba de empezar.

Algunas fábricas de automóviles -Ford, General Motors, Tesla- que han tenido que parar la producción de vehículos están estudiando la posibilidad de reconvertir por ahora sus instalaciones en fábricas de respiradores para poder hacer frente a la demanda.

La respuesta por parte de los gobernadores varía también, mientras California y Nueva York se están mostrando agresivos con las medidas de cuarentena (aunque aún se permite el ejercicio al aire libre), hay estados que están reaccionando muy lentamente a la pandemia.

La relación con China

El presidente Trump acusó directamente a China por permitir la propagación del coronavirus que está enfermando a los estadounidenses, paralizando  gran parte de la vida cotidiana y empujando a la economía estadounidense hacia la recesión, al tiempo que rechazó las críticas de que su gobierno fue sorprendido por el brote.

El presidente analizó su uso del término ‘virus chino’ para describir el nuevo coronavirus que se detectó por primera vez en Wuhan, China, a fines del año pasado y no descartó tomar represalias económicas hacia Pekín.

El uso del término por parte de Trump se ha convertido en un motivo de orgullo entre algunos asistentes y simpatizantes de la Casa Blanca, y el presidente lo ha utilizado con más frecuencia a medida que su liderazgo en salud pública se ha visto bajo ataque.

Desde que empezó el brote de coronavirus, los ciudadanos de origen asiático se han convertido en objeto de abusos verbales e incluso físicos, y el tono racista de Trump pone aún en mayor riesgo a esta población.

En términos políticos la situación con China se ha ido agravando, y en respuesta a la limitación de periodistas chinos en Estados Unidos, el país asiático ha expulsado a periodistas de The Washington Post, The New York Times, y The Wall Street Journal.

La vida en Estados Unidos

Se estima que 1 de cada cinco trabajadores ya perdió su puesto de trabajo, y las previsiones sitúan el paro en los próximos meses en un 20 % (antes del covid-19 era del 3% aproximadamente).

Las prestaciones por desempleo no funcionan como en España, ni en cuantía, ni duración, ni requisitos, y depende de que los estados tengan fondos para pagarlas. Muchas oficinas están cerradas, o no contestan al teléfono haciendo imposible hacer la reclamación.
La mayoría de las clases en colegios y universidades han sido clausuradas, y prevén en muchos casos no volver a abrir las aulas en este curso escolar.

Si bien hay algunos estados que están empezando a poner restricciones en el movimiento de sus residentes, otros todavía permiten una vida bastante normal.

Se ha recomendado no realizar vuelos internacionales, y los vuelos internos han disminuido. La frontera con Canadá está cerrada y también la mexicana.

Los supermercados se han visto abarrotados, con largas colas, y en los estados más progresistas se han designado horarios para personas mayores, embarazadas, y vulnerables. En muchos, ha sido hasta ahora imposible encontrar papel higiénico, pañales, agua, pollo, sopas, etc.

Sin embargo, pese al pesimismo y la preocupación que se desprende de esta época que vivimos siempre hay lugar para la solidaridad y la esperanza. Las donaciones por parte de empresas e individuos han estado fluyendo cada vez con mayor frecuencia, mientras en España y en Italia la gente aplaude en los balcones, muchos estadounidenses han decidido poner las luces navideñas como señal de ánimo y fortaleza en estos tiempos difíciles y de incertidumbre.

Al principio de este artículo decía que esta nueva realidad casi parece sacada de una obra de ficción. Las películas suelen tener un final feliz, esperemos que en este caso, y por el bien de todos, el resultado bajo estas circunstancias no sea diferente.

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