Por Escolástico Gil
Es imposible que cualquiera de nosotros se abstraiga de lo que está ocurriendo en el planeta en estos días. Por eso, pese a que lo escribí hace días he creído conveniente reiniciar el comienzo de esta crónica que amablemente me pide DIARIO DE AVISOS.
En estos días de confinamiento domiciliario para ganar la batalla al Covid-19, al que nadie es ajeno, quiero transmitir un mensaje de esperanza y solidaridad. Organizándonos como un todo, con responsabilidad y sabiendo que mi bienestar depende también del bienestar del conjunto, del colectivo es como únicamente podremos parar esta pandemia. Pese a que este trance tiene al distanciamiento y a la reclusión como principales perjuicios, solo lo superaremos con empatía y a través de la unión entre todos y todas. Desde aquí apelo a no caer en la desesperación en estos momentos tan difíciles. Pasarán.
Desde siempre he sentido admiración por la gente que decide dedicar parte de su vida a luchar por lo que cree justo. Creo que es una decisión valiente y que requiere de mucho sacrificio y de no pocas renuncias. En mí, ese sentimiento caló desde joven. Pelear contra los abusos y los atropellos, ya fuera desde el sindicalismo (fui secretario general de FSP-UGT) o más tarde, desde la política, siempre fue algo que tuve muy arraigado.
Dicen que ya era combativo cuando jugaba al fútbol, primero en el Esperanza, el club de mi pueblo, y después en el Tenerife Aficionado. Era rápido corriendo la banda y difícil de tumbar. Si enfilaba la línea de cal era complicado de parar, si no era con falta del contrario. Me llevé más de una zancadilla, pero, seguramente, menos que en política.
Tengo al municipio de El Rosario siempre en mente, desde que me levanto hasta que me acuesto. Ahora, más que nunca. Y a su gente, sobre todo a su gente, por la que siento predilección. Abnegados, hospitalarios y sacrificados ante la adversidad. Soy uno más de ellos: nacido y criado en La Esperanza. Como ellos surco la tierra y doblo el espinazo para recoger las papas cuando llega junio o julio (las mejores papas de secano de la Isla). Por eso, me duele cuando algunos urbanitas, con tonito despectivo y socarrón, llaman a la gente de mi pueblo ‘maguito’ de La Esperanza. No hay persona más noble, honesta e infatigable que el mago.
Antes de que salga el sol ya estoy en pie. Me gusta aprovechar el día y no rehuyo la batalla diaria. Dicen de mí que no soy un político al uso. De tanto oírlo, estoy empezando a creer que van a tener razón. Lucho por lo que creo que merece mi pueblo y defiendo a quien lo trata justamente. Hace tiempo que gané la libertad de decir siempre lo que pienso sin atender a siglas de partidos políticos. Haber estado doce años como concejal en la oposición del Ayuntamiento, me curtió y me preparó para conocer las necesidades de un municipio tan heterogéneo como El Rosario. No vivo de la política, pero sí me desvivo por ella.
Lo recorro a diario, atendiendo especialmente a aquellos núcleos donde estamos trabajando (Costanera, El Chorrillo, Madroño-El Roquillo, La Campana, Radazul) y, a veces, no me dan las horas del día para hacer todo lo que tengo planeado. Por suerte, en esta etapa de mi vida me acompañan un grupo de mujeres y hombres plenamente conscientes de las responsabilidades que desempeñamos, y cuento con ellas y ellos para cualquier contingencia. Estoy operativo en mi teléfono móvil las 24 horas del día para estar al tanto de todo lo que nuestros servicios públicos hacen en la calle. Reconozco que duermo poco.
Cuando llego a casa, mis perros Sisi y Mulato (adoptados en el albergue de Valle Colino) siempre me reciben con entusiasmo y me transmiten una alegría que me reconforta al final del día. Desconecto, montándome en mi moto sin dirección fija o dando paseos por los montes de mi tierra. Lo hago, sobre todo, los fines de semana en los que no tengo que asistir a ningún acto o compromiso (que son menos de los que me gustaría).
Ser el alcalde del municipio que te vio nacer es el mayor honor para los que nos dedicamos a lo público, pero también una gran responsabilidad a la que respondo cada día con mi mejor voluntad, trabajo y dedicación.
Escolástico Gil
Nacido el 10 de febrero de 1962 en La Esperanza, es técnico en administración y funcionario de carrera en la Administración General del Estado, con destino en la Dirección General de Tráfico. Fue el principal líder de la oposición en el Ayuntamiento de El Rosario entre 2003-2015, cuando alcanzó la Alcaldía tras haber ganado las elecciones. Su trayectoria lo ha convertido en un referente político y sindical, tras una vida dedicada a la lucha por los derechos de los trabajadores y a la pugna por implantar en El Rosario, asegura, otra forma de hacer política.