gastronomía

Sal y pimienta: El efecto del coronavirus en la restauración

Antes era una costumbre extendida que antes de incorporarse al trabajo o a media mañana el empleado acudiera a la cafetería más próxima a tomarse un zumo de naranja, un cortado y una pulguita de cualquier cosa

El sector de la restauración -bares, cafeterías y restaurantes- es una vara de medir, aunque sea coloquialmente, sobre cómo va en general la economía de la ciudadanía. No hay nada más que fijarse cómo han cambiado muchos hábitos de alimentación desde la última crisis y las bajadas de sueldos. Antes era una costumbre extendida que antes de incorporarse al trabajo o a media mañana el empleado acudiera a la cafetería más próxima a tomarse un zumo de naranja, un cortado y una pulguita de cualquier cosa. Y al mediodía los restaurantes ofrecían, a un buen precio, un menú consistente en dos platos, postre, refresco, vino o cerveza y café. Hoy en día la cosa ha cambiado y los únicos beneficiados han sido las empresas de tupper, cuyos recipientes de plástico no han sido todavía cuestionados pese al daño medioambiental que ocasiona el uso de este material sintético.

El estado de alarma se cierne sobre un sector frágil

Cuando el sector de la restauración empezaba a ver luz al final de túnel, aunque la cosa no estaba muy clara, la aparición del coronavirus y el decreto de estado de alarma, recupera la pesadilla de la crisis. El cierre total de bares, cafeterías y restaurantes, muchos de ellos, con las compras realizadas con las previsiones de consumo de la Semana Santa, ha ensombrecido su futuro. Las pequeñas cafeterías, muchas de ellas familiares, que atienden los cafés y las cañas a diario saben que después de la crisis la gente no está dispuesta a gastar, más bien lo contrario, y los restaurantes volverán a ver cómo los comensales prefieren una cerveza a una botella de vino. Y es que nos guste o no la restauración vive de los clientes y las ayudas económicas no serán su salvación, y a veces, ni siquiera un apoyo.

Los cocineros apuestan por las redes sociales

Los cocineros, que poco cocinan en sus casas habitualmente, ahora se ven confinados y toca entrar de lleno en los fogones. Es el caso de Juan Carlos Padrón, chef y copropietario de El Rincón de Juan Carlos, que ni corto ni perezoso, a las ganas de cocinar suma también el aspecto divulgativo. Provisto de su teléfono móvil ahora los podemos ver en Facebook o Instagram explicando cómo se preparan unos espárragos frescos con jamón o una salsa de tomate. El chef, acompañado de su hermano Jonathan, con una estrella Michelin en el restaurante de Santiago de Teide, también elabora un hojaldre fácil de manzana. Otros, como Seve Díaz, de El Taller que lleva su nombre en Puerto de la Cruz, alternan recetas con rasgueos de la guitarra recuperando tiempos mozos.

Ahora toca diversificar los negocios

Otros cocineros se resisten a dejar de dar de comer y recluirse en casa y apuestan por la comida para llevar y regalos especiales para celebrar el día del padre. Y como no hay una buena comida los comercios de distribución de vinos celebran vídeo catas, con expertos sumilleres, e incluso te acercan los pedidos, con todas las garantías, hasta las puertas de tu casa.

La guindilla: confinado y cocinando

Vivimos una etapa contradictoria. En el momento en que más de moda está la cocina, cada vez se cocina menos en casa. El ajetreo de la vida actual nos hace acudir a los supermercados a llenar el carro de la compra con productos ya elaborados a los que solo hace falta freir o calentar en el microondas. Los niños están convencidos de que la mahonesa viene en un bote de cristal e ignoran que se puede hacer en casa con aceite, huevo, sal y limón o vinagre. Ahora que estamos confinados tenemos la oportunidad de enseñar a los menores a cocinar, a distinguir los productos y a crear platos.

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