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Yolanda Auyanet, soprano: “Hacer de mala en la ópera es divertidísimo”

Cambió las canciones de Chavela Vargas por el canto profesional tras una función en el Pérez Galdós. Fue el mismo día que olvidó su intención de estudiar medicina y empezó a forjarse la carrera de una top mundial
Yolanda Auyanet. Fran Pallero
Yolanda Auyanet. Fran Pallero
Yolanda Auyanet. Fran Pallero

No tiene nada de mala, aunque a ella le encante interpretar a las malvadas. Pero es solo en la ficción, porque en la corta distancia Yolanda Auyanet muestra toda la bondad de una persona que creció influenciada por la música que escuchaban sus hermanos mayores y su padre.
Ayer presentó la producción de la ópera Lucrezia Borgia, de Ópera de Tenerife, que se representará en el Auditorio los días 17,19 y 21.
Cambió las canciones de Chavela Vargas por el canto profesional tras una función en el Pérez Galdós. Fue el mismo día que olvidó su intención de estudiar medicina y empezó a forjarse la carrera de una top mundial.

– Hubiese sido una médica muy alegre porque usted iba hacia la rama sanitaria…
“Pues sí, siempre quise estudiar medicina, esa era mi elección, pero… las cosas de la vida”.

– Esas cosas de la vida se le cruzaron después de una actuación del coro donde cantaba su padre, en el Pérez Galdós…
“Es verdad. Él cantaba en un coro que hacía ópera en Las Palmas y también venía a hacer ópera en Tenerife. Entre tanta coral polifónica ese coro era especializado en hacer ópera. Era un apasionado, en casa se escuchaba mucha ópera, pero yo no le hacía mucho caso… hasta ese momento. Fue como La Conversión de San Pablo. Me dije, yo quiero hacer esto”.

– Ahí hubo un antes y un después, pero ya usted había perdido el miedo escénico…
“Es que yo siempre cantaba, desde pequeñita, en los festivales de fin de curso que entonces se hacían en el teatro Pérez Galdós, que se alquilaba para todo. Mi colegio lo alquilaba y se hacía el festival allí, casi nada. Y yo todos los años cantaba algo como solista, una ranchera o lo que fuera. Era la cantarina del colegio”.

– ¿Nunca le tembló la voz?
“No, para eso siempre tuve mucho desparpajo. Luego, en la vida normal, soy mucho más tímida e introvertida, pero en el escenario no. Por eso siempre he sabido que había nacido para eso. Con todos mis defectos y mis cosas, esa virtud sí que la tengo. Yo pongo un pie sobre el escenario y estoy en casa. Luego me cuestan más cosas como esta entrevista, lo que pasa es que ya tengo mi experiencia”.

– ¿Cómo una joven, en esa época y entorno, donde la mayoría de sus compañeras de colegio e instituto querían estudiar carreras universitarias, se decide por algo tan radicalmente opuesto como el canto cuando sus intenciones iniciales eran las de estudiar medicina?
“Una vez que decidí que ya no quería hacer medicina, me volqué completamente en el conservatorio y en la música, y yo cuando decido una cosa, me cuesta hacerlo, pero luego no me baja nadie del burro. Hablé con mis padres, esperé un año desde que terminé COU, un año sabático donde hice mil asignaturas y no me examiné de nada. Cantaba en el coro, tenía muchas actividades y fue uno de los mejores años de mi vida. Me divertía haciendo lo que me gustaba, cantando en el coro del conservatorio, iba a todos los encuentros corales y con 19 años, me fui a Barcelona. Mis padres estuvieron de acuerdo, aunque a mi madre, al principio, le costó asimilar que la pequeña se fuera sola a estudiar una cosa así, tan en el aire, como era el canto”.

– Y con un porvenir entrecomillado…
“Más que entrecomillado. Era complicado. Mi padre enseguida quiso que fuera a Barcelona, a mi madre le costó más, pero no porque no le gustara. Al final todos me apoyaron, toda mi familia”.

– Su primera función profesional fue en Bari, en 1993, como Musetta, de la Boheme. ¿Qué recuerdo tiene? ¿Hubo nervios?
“Fue un día maravilloso. Siempre he sido muy inconsciente y creo que todos los que estamos sobre el escenario tenemos ese punto de inconsciencia para ponerte ahí delante. Los que no la tienen y piensan en la situación, normalmente, dejan de hacer este trabajo. La presión es insostenible. Tienes que tener un poco de locura”.

– Es lo que llaman el miedo escénico…
“Exacto. Es eso, te das cuenta de lo que estás haciendo, lo piensas y no puedes con ello. Así que lo mejor es ir, hacer lo que hay que hacer y prácticamente una se olvida del público hasta que acaba la función”.

– Aquel día de 1993 en Bari fluyó todo…
“Sí, fluyó todo, como si no hubiera hecho otra cosa antes”.

– Hubo otra noche muy especial en su carrera, la primera vez que interpretó La Traviata en Madrid, en el Teatro de La Zarzuela…
“Sí. Era la ilusión de mi vida en aquel momento. La mayor parte de las sopranos, al menos las de mi cuerda, tenemos, en algún momento, la ilusión de cantar La Traviata. Tan joven, en una situación tan prestigiosa, en el Teatro de La Zarzuela, en la temporada del Teatro Real, porque el Real estaba cerrado aún y la temporada se hacía en La Zarzuela. Era un entorno prestigioso, cantaba Alfredo Krauss, aunque no cantaba conmigo en aquel momento porque en la misma producción había dos compañías y en una estaba Alfredo Krauss y en la otra estaba yo. Fue una situación muy, muy importante para una persona que empieza”.

– Y es que de allí salió usted a hombros…
“Pues la verdad es que sí y, además, como directora de escena tenía a Nuria Espert. Era muy emocionante tener semejante monumento del teatro español… fue el gran empujón para mi carrera. Por suerte ha habido muchos días después, pero ese fue muy importante”.

– Han pasado unos cuantos años desde que interpretara a aquella doña Francisquita, en 1994, en el teatro Guimerá, en la que fue su primera puesta en escena en Tenerife…
“Sí y luego pasaron unos cuantos años más hasta que canté en 2012, La Traviata. Nunca canté en la temporada de Ópera de Tenerife hasta que me invitó Alejandro Abrante que es todavía el intendente de Ópera de Tenerife”.

– ¿Cómo se prepara una interpretación de tal envergadura como las que usted ha puesto en escena durante su carrera? ¿Lleva un periodo de documentación histórica? ¿Aporta cosas de otros personajes?
“Más que mezclar siempre aportas algo tuyo. Aunque los personajes sean diferentes siempre pones algo tuyo y ese es el hilo conductor de tu interpretación. Ahí pones tus vivencias, tu forma de ser. Sobre todo te documentas. Musicalmente tienes que conocer un mínimo, aunque no lo hayas cantado, para poder aceptar la invitación porque, claro, cuando te lo ofrecen, si no conoces la ópera o no la has cantado, tienes que mirarla primero para ver si puedes o no. Normalmente lo sabes porque cuando haces un tipo de repertorio tú sabes los personajes que puedes hacer. Luego hay que estudiarlo musicalmente y te documentas sobre el personaje. Si es un personaje histórico, pues depende de la curiosidad de cada uno. A mí como me gusta la historia, pues un personaje como Lucrecia Borgia es muy goloso. Luego, me gusta documentarme sobre el momento en el que el compositor escribió… no son cosas imprescindibles, pero todo te enriquece y enriquece tu personaje”.

– Lucrecia Borgia es precisamente el personaje con el que podrá disfrutar el público tinerfeño desde el próximo día 17 en el Auditorio Adán Martín y todo apunta a una gran producción…
“Vamos a tener una producción de altísima calidad. De nivel muy alto por todo, por la dirección escénica, la dirección musical, el cast que hay que es estupendo. Creo que va a ser una de las producciones hito dentro de la temporada de Ópera de Tenerife, pues va a moverse muchísimo. De aquí va a Bolonia, donde cantaré yo, luego a Oviedo, donde también cantaré, al Teatro de La Maestranza, donde también se supone que cantaré… Luego hay posibilidades para el Teatro Colón, en Buenos Aires, y también sé que se están moviendo relaciones y producciones de Ópera de Tenerife para China y otros sitios de Asia. Ópera de Tenerife nunca ha estado tan internacional como ahora, es impresionante”.

-Para preparar este desafío de interpretar a Lucrecia Borgia, ¿se fija antes en otras interpretaciones de este personaje?
“Siempre tomas referencias. Hay sopranos fantásticas que lo han hecho antes de las que una solo puede aprender. Intento no oír demasiado porque eso puede llevarte un poco a imitar, intento no oír, sobre todo cuando estoy estudiando. Luego sí, porque coges alguna idea, sobre todo en las variaciones, porque en el canto, sobre las repeticiones suele haber variaciones. La primera vez cantas lo que está escrito, la segunda vez haces alguna variación… En ese sentido sí oyes lo que han hecho otros porque es interesante”.

– ¿Qué le supone actuar en sus Islas Canarias?
“Por un lado, estoy muy feliz de estar en casa, pero por otro lado es una responsabilidad. Es más distendido porque estás en casa, pero yo misma me poco un poco más de presión porque quiero hacerlo lo mejor posible. Eso lo quiero siempre, pero, cuando estás con los tuyos, porque habitualmente estás lejos, pues quiero hacerlo aún mejor. Es presión añadida”.

– ¿Y donde encuentra más atractivo, ejerciendo papeles de buena… o de mala?
“Es que… a mí me divierte mucho hacer de mala. La Lucrecia es mala, pero no tanto, es una desgraciada, más que nada”.

– Así que usted prefiere una mala villana…
“A mí me gusta la mala villana, pero he tenido muy pocas oportunidades de hacerlo. Siempre me toca hacer de boba, de manejada, de la que se sacrifica por amor y me toca casi siempre morirme. Eso también está muy bien porque yo soy muy dramática, muy dolorosa. Pero hacer de mala es divertidísimo, me lo paso pipa. La más mala que he hecho ha sido Vitelia, de La Clemencia de Tito, que la hice en el Teatro Real en 2016 y ahí me divertí tanto, tengo fotos con la cara de enrevesada, de maléfica total”.

– De los papeles que aún no ha interpretado, ¿cuál le gustaría hacer?
“Ya muchos de mis sueños líricos los he logrado, pero alguno hay por ahí. La Tosca, de Puccini, que es un personaje muy atractivo y que me gustaría hacer en algún momento es uno de ellos. Hay otros Verdis, porque yo es que soy muy verdiana, que me encanta cantar. Así que me gustaría hacer Ernani, aunque no sea un personaje femenino particularmente potente, pero me gusta muchísimo la ópera… y me encantaría hacer la Electra de Idomeneo de Mozart, que es un personaje también de mala, como la Vitelia. A ver si me da tiempo antes de que la voz se ensanche más y no quede bien porque hay que tener la voz adecuada para los roles”.

– ¿A qué escenario en los que todavía no ha podido actuar le hace especial ilusión subir?
“El sueño de todos es la Scala de Milán. No sé si tendré la oportunidad de hacerlo, pero tampoco dejo de dormir por eso. Si lo consigo lo pondré en el currículo y si no, pues nada. Ahora mismo, ya con la edad, uno relativiza las cosas. Cuando eres joven siempre quieres cantar en los teatros más famosos, unos se van consiguiendo, otros no, pero tampoco te rasgas las vestiduras. Lo importante es trabajar y, sobre todo, hacer cosas de nivel musical y escénico. Por ahora lo estoy haciendo y estoy muy feliz, trabajo con gente estupenda y espero que dure”.

– Tenía usted una función programada junto a Plácido Domingo el próximo mes en Madrid…
“Se ha suspendido su participación. La función se hace. Él dirigía una y cantaba otra, pero con todo esto que ha sucedido han cancelado su participación. Las funciones están programadas. No me cambia nada, haré la función que me toque hacer”.

– ¿Trabajó alguna vez con él?
“No, no he trabajado con él. Canté una vez en un concierto de homenaje en el Teatro de La Zarzuela en 1996 y luego nos hemos visto en alguna ocasión porque ha ido a alguna función. Ahora estuvo junto a su mujer en el Teatro Real en la última función de Il Pirata y vino a saludarme, pero nunca tuvimos la ocasión de trabajar juntos”.

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