
La fase 1 del plan de desescalada por fin ha llegado y se ha dejado notar en las calles, al menos del centro de Santa Cruz, que ayer, en parte, revivieron. La nueva normativa estatal permitía abrir desde ayer a los negocios y comercios con una superficie igual o inferior a 400 metros cuadrados, no ubicados en centros comerciales, y con un 30% de su aforo total, garantizando la distancia mínima de dos metros entre clientes, así como las medidas de higiene. Y muchos pequeños negocios del centro y de la rambla se animaron a abrir, aunque divididos entre la incertidumbre por el futuro, la confianza en el cliente y la necesidad de ser optimistas. También lo hicieron las marcas de conocidas cadenas textiles, aunque de momento aún no todas.
A este respecto, el secretario general de la Federación de Áreas Urbanas de Canarias (Fauca), Abbas Moujir, afirmó que, “quitando las limitaciones a establecimientos de más de 400 metros, la mayoría bien, y ha abierto bastante. Y creo que en los próximos días se irá incorporando el resto”.
“Estamos todos a ver qué pasa… Y sí, en este ratito que llevamos ha venido gente y ya hemos vendido un par de zapatos, los primeros después del cierre. Pero somos realistas, no va a ser lo mismo, la temporada no va a ser igual que el año pasado, por ejemplo, el zapato de comuniones ya no se va a vender, el de bodas tampoco, no sé si mucha gente se va a ir de vacaciones… La gente tiene ganas, pero no está muy consciente, hay que repetirle continuamente que hay que higienizarse las manos antes de entrar, y tenemos carteles y tampoco los leen… Yo me supongo que llevará un periodo de adaptación por las dos partes”, explica María Josefa Martín, propietaria de Calzados Dorta.
Ayer también se pudo notar las ganas que tenían los ciudadanos de salir, de volver a curiosear en las tiendas y de reencontrarse con sus pequeños negocios de siempre, aunque con muchas lagunas aún en cuanto a las nuevas normas. Y es que la rutina del ir de compras ha cambiado, ahora es obligatorio el uso de gel desinfectante antes de entrar a los comercios, que también ofrecen guantes e incluso desinfectan las suelas de los zapatos. Además, a la ropa que se prueba se le pasa después una vaporeta a más de 60 grados y se deja en cuarentena, lo que no es fácil en pequeños negocios con poco stock.
“Pero hay que empezar por algún lado”, afirmaba en este sentido María Teresa Martín, propietaria de la tienda Babam. “La salud es lo primero, pero la comida también lo es, y era una situación insostenible -añadió-. Es una tienda pequeña que atiendo yo misma y no me queda otro remedio que venir”.
“Nos hemos animado a abrir porque es evidente que la economía tiene que volver a resurgir y si no abrimos esto cada vez será peor. En este par de horas la gente se asoma pero de momento no han entrado. Me preocupa todo, que llega la ropa de verano y ya tendría que haber comenzado a venderse y aún no, me preocupa pagar a los proveedores, el alquiler, que la gente tenga miedo a gastar…
preocupaciones, todas. Pero hay que ser optimistas, no nos queda otra”, apuntaba Rosi Marichal, propietaria de la tienda Vértigo.
Una confianza y optimismo que está moviendo a muchos pequeños empresarios, como a Margot Millán, propietaria de Pato Kosas: “Nosotros llevamos más de 20 años abiertos, hemos vivido épocas malas, como cuando se construyó el tranvía y la crisis de hace poco, pero esto yo creo que es diferente, no creo que sea peor, igual peco de optimista, creo que ha sido un parón y que poco a poco vamos recuperar la normalidad”, señaló