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Un pequeño paso para SpaceX, pero un gran salto para la NASA

El exitoso lanzamiento de la Crew Dragon es un avance hacia el gran objetivo de la compañía de Elon Musk: Marte. Para la NASA y EE.UU. supone el alivio que necesitaba la potencia espacial, que desde 2011 había perdido la capacidad para llevar a sus astronautas al espacio
CREW DRAGON SPACE X DESPEGUE
CREW DRAGON SPACE X DESPEGUE
Momento del lanzamiento, ayer, desde la rampa 39A del Centro Espacial Kennedy de la NASA en Florida. Europa Press

A la segunda fue la vencida. Tras la cancelación del miércoles pasado debido a condiciones meteorológicas adversas, ayer, a las 19.22 horas UTC (20.22 en Canarias) la nave Crew Dragon pudo abandonar exitosamente la Tierra con sus dos astronautas, Douglas G. Hurley y Robert L. Behnken, a bordo.

El interés suscitado por el lanzamiento ha sido enorme, copando medios de comunicación y redes sociales en todo el mundo. La expectación ha sido especialmente importante en EE.UU., donde el esperado acontecimiento viene a restañar el orgullo herido de la potencia espacial que había perdido la capacidad de llevar a sus astronautas al espacio desde 2011. “Es humillante e inaceptable”, llegó a admitir Neil Armstrong, primer hombre en pisar la Luna, poco antes de su fallecimiento en 2012.

Parafraseando la célebre sentencia del propio Armstrong al pisar la Luna (“Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”), se podría afirmar que este lanzamiento es un pequeño paso para SpaceX, pero un gran salto para la NASA.

Para la compañía de Elon Musk este logro supone prestigio y un hueco en la historia, pero en los planes del excéntrico magnate hay una meta que está muy por encima de todo eso y que es su objetivo desde que fundó la empresa en 2002: llegar a Marte. Los esfuerzos actuales de SpaceX están encaminados a llevar a cabo proyectos viables y rentables con los que financiar ese objetivo.

Para la NASA, sin embargo, y por extensión para el país que representa, esta misión tiene un significado mucho más profundo y de gran calado en su sociedad, que durante casi una década ha tenido que tragar el sapo de ver como sus astronautas no tenían otro remedio que ir al espacio como pasajeros de las naves rusas Soyuz.

LLEGAR HASTA AQUÍ

En septiembre de 2014 la NASA anunció la firma de contratos con las empresas privadas SpaceX y Boeing para el desarrollo de vehículos con la capacidad de volver a llevar a sus astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) y recuperar la autonomía perdida en 2011, tras la cancelación del programa del transbordador espacial. La agencia se vio obligada a abrir sus puertas al pensamiento fresco y creativo que ha aportado la empresa privada a la industria espacial en los últimos años.

El entonces administrador de la NASA, Charles Bolden, explicó en su momento que la agencia esperaba “acabar con esa dependencia de Rusia y devolver todo el proceso y tecnología de los viajes espaciales tripulados a EE.UU.” para el año 2017. Aunque, como es frecuente en materia espacial debido a su complejidad, las fechas se han ido retrasando hasta que por fin se ha logrado estar en condiciones de cumplir el objetivo en el día de ayer.

SpaceX con su Crew Dragon y Boeing con su CST-100 Starliner resultaron ganadores de sendos contratos con la NASA para el desarrollo de un vehículo de transporte de tripulaciones a la ISS. El monto de dichos contratos ascendió a 2.600 y 4.200 millones de dólares, respectivamente, si bien ha sido SpaceX la primera en lograr llevarse el gato al agua, mientras Boeing, que no atraviesa su mejor momento, sigue en una fase temprana de desarrollo y su nave está resultando un quebradero de cabeza para la compañía.

LOS ASTRONAUTAS

En julio de 2015 fue anunciado que los veteranos astronautas Douglas G. Hurley y Robert L. Behnken habían sido seleccionados por la NASA como tripulación principal para esta misión. Ambos entraron a formar parte de la agencia en julio de 2000.

Hurley, de 53 años, voló en el transbordador espacial dos veces, en las misiones STS-127 y STS-135, la última realizada por el transbordador, y ha pasado un total de 28 días y 11 horas en el espacio. Por su parte, Behnken, de 49 años, hizo lo propio en las misiones STS-123 y STS-130, acumulando un total de 29 días y 12 horas en el espacio. Behnken, además, ha realizado un total de 37 horas de paseo espacial.

Los dos astronautas se han visto sometidos a un periodo de cuarentena más restrictivo de lo que es habitual para las tripulaciones que viajan al espacio debido a la crisis sanitaria del coronavirus. Según señaló el propio Behnken, “Hemos estado en cuarentena probablemente más tiempo que cualquier otra tripulación en la historia del programa espacial”.

CREW DRAGON SPACE X INFOGRAFIA
Esquema de la nave, el cohete y la tripulación que componen esta primera misión tripulada de la Crew Dragon. PULSE EN LA IMAGEN PARA AMPLIARLA

LA NAVE

La Crew Dragon de SpaceX es un prodigio de la ingeniería espacial. La nave se compone de dos partes, la cápsula presurizada, que puede albergar hasta siete astronautas, si bien el contrato con la NASA especifica que serán cuatro los asientos en sus vuelos a la ISS, y la bodega de carga no presurizada, adosada a la parte inferior de la cápsula.

La Crew Dragon alberga ocho potentes propulsores Super Draco, diseñados como sistema de escape para poder desprender la nave del cohete si durante alguna de las fases del lanzamiento se produjera algún problema, poniendo a salvo a la cápsula, que aterrizaría mediante paracaídas en alguna de las zonas de seguridad previstas en caso de aborto, y a su tripulación. Cuenta, asimismo, con 16 propulsores Draco, que son los encargados de maniobrar el vehículo en el espacio.

Su interior en nada se asemeja al resto de naves vistas hasta ahora, habitualmente atestadas de paneles repletos de todo tipo de conmutadores, palancas, diales, interruptores e indicadores para su control. En su lugar, la Crew Dragon presenta únicamente un elegante bastidor abatible con tres pantallas táctiles desde las que los astronautas pueden controlar todas las funciones y sistemas de la nave. Los asientos de fibra de carbono están suspendidos en medio del habitáculo mediante puntales de sujeción. Todo ello da lugar a un interior diáfano que realmente recuerda más a una nave de película de ciencia ficción que a cualquier vehículo espacial funcional que se haya visto antes.

La filosofía de diseño de SpaceX parece seguir una máxima que no se conforma con lograr que todo funcione como debe y sea eficiente, sino que, además, pretende que luzca espectacular. En declaraciones del propio Hurley: “SpaceX hizo todo lo posible para mejorar la apariencia interna de la cápsula, con un trabajo muy duro en los controles y las pantallas para que todo funcione a la perfección”.

En ese sentido estético también merece mención el diseño de sus trajes de vuelo. La función de los mismos es proteger a los astronautas en el caso de una despresurización en cabina, pero igualmente se ha prestado especial atención a su aspecto. No en vano, el responsable contratado por SpaceX para el diseño estético de los trajes ha sido José Fernández, reputado creador de vestuarios de Hollywood que cuenta en su haber con películas como Batman vs. Superman, Capitán América: Civil War, Thor o X-Men. El resultado ha sido una indumentaria que en nada se parece a las utilizadas hasta ahora en ningún programa espacial tripulado, sin dejar de ofrecer la seguridad necesaria para los astronautas.

EL LANZAMIENTO

Toda la operación pudo seguirse en directo por streaming a través de las plataformas de SpaceX y NASA. Con Behnken y Hurley acomodados en sus asientos una vez más a bordo de la Crew Dragon, se llevaron a cabo los últimos preparativos para el lanzamiento. A 35 minutos del final de la cuenta atrás comenzó el llenado de los tanques de queroseno y oxígeno líquido del Falcon 9, que es el primer lanzador que llena sus depósitos con la tripulación ya a bordo. Poco después, 7 minutos antes del despegue, se dio inicio a la refrigeración de los nueve poderosos motores Merlin 1D de la primera etapa encargados de propulsar las casi 550 toneladas de masa del Falcon 9. A falta de 5 minutos, el cohete fue desconectado de los umbilicales que le unían a la torre y pasó a depender de su propia energía interna.

Tras la presurización de los tanques de combustible y el chequeo final de los sistemas previos al despegue, el director de vuelo de SpaceX dio, esta vez sí, luz verde al inicio de la secuencia de ignición. El cohete rugió despidiendo una enorme nube de gases que lo envolvió mientras abandonaba el suelo.

A los 58 segundos del lanzamiento, el Falcon 9 superó airoso el momento de máxima presión dinámica al que se vería sometido y continuó su ascenso y aceleración según lo previsto. Pasados poco más de dos minutos y medio, la primera etapa del cohete agotó su combustible y se separó de la nave, iniciando el descenso autónomo que la llevaría a su espectacular aterrizaje vertical en la barcaza plataforma que esperaba su regreso frente a las costas de Florida.

Sin embargo, el aterrizaje de la primera etapa no pudo ser visto en directo. Curiosamente, unos segundos antes de producirse apareció en pantalla un oportuno rótulo que anunciaba la pérdida de señal de las cámaras montadas en la barcaza. Al momento se restableció la señal, mostrando al cohete humeante ya posado. La compañía, pese a acumular un altísimo porcentaje de éxito en el aterrizaje autónomo de sus lanzadores, también ha tenido algunos percances en este delicado momento que han acabado en explosión y pérdida del aparato. Si bien la nave ya estaba en órbita y todo había transcurrido según lo provisto, no había sido una imagen que hubiera quedado bien en TV de darse el caso…

La segunda etapa continuaría impulsando la nave hasta alcanzar la velocidad necesaria para entrar en órbita, 27.000 kilómetros por hora. Poco después, tras 12 minutos del lanzamiento, esta segunda etapa se separó a su vez de la nave, dejando a la Crew Dragon en la órbita prevista y valiéndose a partir de ese momento de sus propios impulsores Draco para maniobrar en el espacio. El cono frontal de la nave se abrió para descubrir los cuatro propulsores de frenado y el puerto de atraque mediante el cual se acoplará a la ISS, aproximadamente 19 horas después del lanzamiento.

A partir del momento de la entrada de la nave en la órbita prevista y hasta su atraque en la ISS, los astronautas y el personal de Control de Misión de SpaceX en tierra comenzaron una compleja serie de comprobaciones que son requisito para obtener la certificación de la Crew Dragon como vehículo apto para vuelos tripulados. La obtención de esta certificación es el objetivo de este primer vuelo tripulado de la nave.

La batería de pruebas programada durante esta fase hizo hincapié en los sistemas de soporte vital, el funcionamiento de los propulsores Draco y el sistema de aproximación y atraque autónomo en el puerto de la ISS.

Tras el acoplamiento, los astronautas abordarán la estación y pasarán a formar parte de su tripulación hasta su vuelta a la Tierra en la misma Crew Dragon en una fecha aún no determinada por la NASA, pero que podría extenderse hasta un máximo de 110 días.

La misión de certificación finalizará tras la reentrada en la atmósfera terrestre y el amerizaje de la cápsula en el Atlántico, cerca de las costas de Florida. En ese momento, si todo el proceso ha transcurrido como se espera, EE.UU. volverá por fin a tener una nave operativa que significa el primer paso a objetivos más ambiciosos, como la vuelta a la Luna, planeada para 2024 con el programa Artemisa.

EL FUTURO

A partir de la certificación de la Crew Dragon para misiones tripuladas tras este vuelo de prueba, el contrato de SpaceX vincula a la compañía con la NASA para la realización de otros seis viajes tripulados a la ISS.

El primero de ellos, bajo la denominación Crew-1, está planeado para septiembre, en esa ocasión llevará a cuatro tripulantes, los astronautas estadounidenses Michael Hopkins, Victor Glover y Shannon Walker y el japonés Soichi Noguchi.

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