
Son familias humildes, trabajadoras, que se entregan de sol a sol en sus huertas para después vender sus productos en el Mercadillo del Agricultor de San Miguel de Abona, situado junto al parque profesional de bomberos de Las Chafiras. En una gran nave industrial y con todas las medidas de seguridad que exigen los nuevos tiempos, cada miércoles por la tarde y sábados y domingos de 08 a 14.00 horas, los campesinos ofrecen lo mejor de las huertas de Abona, repartido entre medio centenar de puestos.
La caída del turismo por el coronavirus y el regreso a sus países de ciudadanos con segunda residencia en la Isla han reducido las ventas. “Ahora que se acabó el estado de alarma y parece que empiezan a venir aviones creemos que la cosa se animará un poco, a ver si remontamos”, manifestó a este periódico Verónica en su puesto de nectarinas, albaricoques y ciruelas, sus productos estrella. Junto a su marido, lleva seis años vendiendo las frutas y hortalizas que cultiva en su finca de La Escalona, en Vilaflor.
“Aunque ahora las ventas están un poco flojas, la verdad es que siempre nos ha ido bien”, explicó. Precisamente, la pérdida de clientes les obliga a cultivar menos, “porque tratamos de sembrar lo que creemos que vamos a vender y, además, hay poca agua”. Añora los “tiempos antes del virus” en los que “la gente hacía cola”, y subrayó las medias higiénicas adoptadas en el recinto que incluyen desde la entrega de guantes para los visitantes al mantenimiento de las distancias de seguridad interpersonal.
Concepción vende las frutas de un par de fincas que atiende en el municipio de San Miguel de Abona. Nos recuerda que más allá de la caída del turismo, las ventas se resienten por el elevado número de personas que no trabajan a causa de la pandemia, muchos con Expediente Temporal de Regulación de Empleo. “Los días de cobro se nota, porque la gente viene a comprar, pero después viene un parón”, indicó mientras entrega una bolsa de ciruelas a una clienta, pero también apuntó otro factor con el que tienen que lidiar los trabajadores del campo. “No ha llovido y el agua está muy cara, y nosotros sembramos según tengamos agua”.
Encarna atiende un puesto donde despacha tomates, pimientos, papayas, coliflor, brócoli, coles, lechugas, perejil y albahaca. Reconoce que las ventas han caído “más de la mitad” porque, recuerda, el 60% de la clientela del mercadillo es mayoritariamente alemana, rusa e italiana que suele pasar el invierno y parte de la primavera, aunque también admite que esta época del año suele ser la más floja desde el punto de vista turístico. Nos dice que, de todos los productos que recoge de la huerta familiar de Atogo, la papaya es lo que más se vende. Desde que comenzó el confinamiento en los domicilios, Encarna entrega al Banco de Alimentos de San Miguel gran parte de las frutas y verduras que no consigue vender.
Gladys, secretaria de la directiva del Mercadillo del Agricultor, lleva casi tantos años como el propio recinto: 17. Subraya la calidad de los productos que ofrecen los pequeños agricultores “por frescura, proximidad, diversidad, mayor valor ecológico y su precio”. Además, recuerda que las instalaciones han ido mejorando su oferta y puso como ejemplo la pescadería, una de las últimas incorporaciones. “Aunque a San Miguel es zona de papas, que es nuestro producto estrella, aquí vendemos de todo”. Y sobre el nivel de clientela señala que “ahora viene más gente de aquí, pero vivimos en gran medida del turismo”.
El alcalde de San Miguel de Abona, Arturo González, cliente habitual cada semana, valoró la labor del Mercadillo del Agricultor desde que abriera sus puertas hace ahora más de 20 años, “ofreciendo los productos frescos de nuestras huertas, de gran calidad y a muy buenos precios”, por lo que animó, en estos tiempos de vacas flacas, a visitarlo y adquirir sus productos.