Durante el estado de alarma por la pandemia del coronavirus hemos sido testigos de la proliferación de bulos y ataques indiscriminados en las redes sociales contra personas que abandonan sus países y lo dejan todo atrás, arriesgando sus vidas al cruzar el océano en patera, cayuco u otro tipo de embarcación precaria. En Facebook y Twitter se vierten todo tipo de falsas afirmaciones sobre la cuestión. Las más escandalosas podrían ser: que los Menores Extranjeros No Acompañados (MENA) reciben una paga de más de 600 euros; que tienen más facilidades a la hora de acceder a las ayudas sociales; que si se empadronan pueden obtener el Ingreso Mínimo Vital, o que les regalan el permiso de trabajo y de residencia al llegar a nuestro territorio.
Para empezar, “no conozco a ningún chico que reciba, como dicen, una paga o una ayuda por ser menor tutelado”, aclara Pedro García, que desde la ONG Coliseo gestiona uno de los dos Centros de Acogida de Menores Extranjeros no Acompañados (CAME) que hay en Tenerife y coordina el centro provisional de Tíncer, que da cobijo a los 34 niños y adolescentes que llegaron a la Isla en patera el pasado 30 de mayo, Día de Canarias. García asegura que “la gente no sabe lo difícil que es obtener la residencia, el permiso de trabajo y la nacionalidad española” e insiste en que “son muchos los requisitos que se deben cumplir”.
Mohamed abandonó Marruecos en 1997. Por aquel entonces tenía cinco años y vivía en Sidi Ifni. Su padre le convenció para recorrer el país en barco. Cuando llegaron a Tánger, se subieron al ferri y acabaron en Algeciras, desde donde partieron con destino Tenerife. Su padre, que trabajaba en la Isla, falleció, y Mohamed se convirtió en MENA. No le quedó otra que ponerse a trabajar. “Uno de los consejos que me dio fue que me rodeara de gente de aquí, que aprendiera el idioma y las costumbres”, cuenta a DIARIO DE AVISOS. 23 años después, Mohamed es mediador en el CAME de Geneto, que tutela a los menores que vienen de países árabes. “Antes de hablar a la ligera, hay que pensar en que estos chicos no lanzan su vida al mar hasta que ven que el mar es más seguro que la tierra”, reflexiona. “Si trabajan, pagan sus impuestos, el alquiler y la comida. No hay que olvidar que contribuyen a mantener las pensiones en España. La gente debe tener esto en cuenta y no que les dan 600 euros, que no es verdad”.
La Asociación Coliseo gestiona dos CAME y el Dispositivo Especial para Menores Extranjeros no Acompañados (DEMENAT), el único de Tenerife, con el apoyo del Instituto Insular de Atención Social y Sociosanitaria (IASS) y del Cabildo de Tenerife. “La implicación de las instituciones públicas ha sido ejemplar y muy rápida, siendo necesaria para dar una acogida adecuada a los menores”, indica Pedro García. El coordinador de este centro agradece a su vez la ayuda prestada por equipos de lucha o de fútbol de la Isla a la hora de incluir a los chicos y ayudarles a salir adelante. “Eso favorece mucho la integración”, matiza.
“Los CAME acogen a los menores extranjeros que han pasado previamente por los Centros de Atención Inmediata (CAI) o por el DEMENAT -donde nos encontramos hoy- que es el centro de primera acogida para los chicos que llegan por la vía marítima”, aclara García. Aquí, un total de 11 menores extranjeros reciben clases de español todas las mañanas. “Matriculamos en el instituto a los que tienen menos de 16 años y también asisten a clases de alfabetización”, detalla Acoraida Deniz, directora del centro.
Dembo (nombre ficticio) tiene 16 años y arribó a Tenerife en noviembre de 2019. En su país, Gambia, dejó una “vida difícil” pero también a sus padres y hermanos. Pasa los días en el DEMENAT de La Laguna, donde ha forjado nuevas amistades y le “tratan muy bien”. Destaca por su timidez, aunque no se arruga cuando todos los ojos de la sala buscan su mirada. En un español bastante trabajado, confiesa que no le quedó más remedio que venir a España “para tener un buen futuro”. “En mi país las cosas están muy mal y mi familia no tiene mucho dinero, por eso estoy yo aquí”, afirma.
Sorprende que varios usuarios en las redes sociales juzguen decisiones tan difíciles de tomar, como la de Dembo y su familia. “Si han pasado lo que han pasado en un trayecto en el que pueden hasta morir, será por algo”, apunta Acoraida Deniz. “Hay muchos padres que les pagan el trayecto a sus hijos. Y que un padre ponga a su hijo en un cayuco, sabiendo que hay posibilidades de que se ahogue, da que pensar sobre la situación de sus países”, añade Pedro García, a quien le hace gracia que se diga que los migrantes “vienen a quitarnos el trabajo o a cobrar el Ingreso Mínimo Vital”. Más bulos. Lo único que pretende Dembo es formarse, no convertirse en millonario a costa de los españoles. “Quiero ser mecánico de coches”, cuenta.
“Son sus casas, no centros para delincuentes”
Cuando los menores extranjeros se incorporan a los centros, los mediadores les comunican sus tareas y obligaciones. “Todos los días limpian las instalaciones, lavan su ropa y ponen la secadora mientras nosotros lo supervisamos. Queremos que adquieran unos hábitos de higiene y que mantengan la casa limpia”, explica Pedro García. Es decir, hacen vida normal. “Esta es su casa, no un centro cerrado para delincuentes ni nada de eso”, asegura. “Se van a la playa, quedan con amigos e incluso alguno se echa novia”, ríe. Eso sí, “aquí tienen un horario para las salidas sin supervisión, que es de 16.00 a 20.00 horas”.
Abou (nombre ficticio) tiene 17 años y, como Dembo, llegó en noviembre de 2019, pero desde Guinea Conakry. Todo este rato ha estado mirándonos con curiosidad, con una sonrisa permanente, esperando su turno para hablar. Se le ve muy pizpireto. En perfecto dialecto canario, nos resume en tres palabras la situación de su país: “Está muy chungo”. Y, como si fuéramos sus profesores, nos cuenta que ha hecho “todas las tareas durante el estado de alarma”. Abou estudia el primer año del curso de Formación Profesional de Agro-jardinería. Aunque le queda otro por delante, ansía graduarse para “empezar a trabajar”. “De Tenerife me gusta todo, su gente, su comida y las playas, pero mi sueño sería encontrar un empleo para ayudar a los míos”.
Tanto Dembo como Abou echan muchísimo de menos a sus padres, pero tienen las cosas bastante claras: quieren darles una vida mejor. Ya lo harían si recibieran esa paga ‘fantasma’ de la que tanto se habla en foros de internet, pero como ese detalle no se ajusta a la realidad, les tocará currar como a la mayoría de nosotros. De momento, estarán en los CAME hasta que sean mayores de edad. Luego, hay alternativas. Entre ellas, los pisos para extutelados, a los que suelen recurrir al no tener familia en las Islas. “Allí disponen de entre 30 y 50 euros a la semana para comida, nada más”, dice Pedro Garcia. Otros saben que con formación pueden encontrar algún trabajo. Y los que hacen las cosas mal, “son extraditados”.
El repunte, una preocupación
Según los datos actualizados del Ministerio del Interior, 2.642 migrantes han llegado al Archipiélago por vía marítima desde el 1 de enero hasta el 15 de junio. En el mismo periodo del año pasado lo hicieron 396. En lo que llevamos de 2020, 84 embarcaciones irregulares han partido desde distintos puntos de África con destino Canarias, lo que supone un aumento del 127% respecto al 2019, cuando arribaron a nuestras costas un total de 37.
“La mayoría de inmigrantes procede de Marruecos, Senegal, Mali y Gambia”, apunta Pedro García. Si las embarcaciones llegan directamente a Tenerife, “las salidas suelen estar haciéndose desde países como Gambia, ya que es el trayecto más corto”, detalla. Siguiendo la misma lógica, “cuando salen de Marruecos las llegadas se producen en las islas orientales, sobre todo en Lanzarote y Fuerteventura”.
“Estamos apreciando un mayor volumen de jóvenes subsaharianos, pero desconocemos el motivo”, subraya Pedro García. “A diferencia de lo que ocurría en las primeras avalanchas de 2003, ahora vienen más espaciados en el tiempo”.
Pese al repunte, García destaca la efectividad de las instituciones en un contexto tan marcado como este, en el que existe una clara preocupación ante la posibilidad de nuevos brotes de Covid-19. De hecho, los chicos de la última patera de Los Cristianos llegaron durante la noche de un viernes; el sábado estuvieron con la policía, y el domingo ya estaban instalados en el centro de Tíncer, que “está perfectamente acondicionado”. El siguiente paso es la realización de las pruebas óseas y que el forense determine la edad de cada uno de ellos. “Los que son menores vendrán para este centro -DEMENAT- cuando se cierre el de Tíncer y Cruz Roja atenderá a los mayores”.
Pedro García quiere dejar claro que “los chicos están bien, han superado las pruebas y han cumplido la cuarentena. Desde el momento que vienen, se cierra el núcleo y no tienen contacto con la gente del exterior, y menos ahora. Los problemas de salud que han tenido son los típicos que se dan en un viaje de esas características, como el estreñimiento por beber agua del mar”.
Futuro incierto
Aunque la travesía hasta Canarias es una experiencia traumática para algunos menores (no nos podemos hacer una idea de lo que han pasado en el mar), “muchos llegan contentos”, señala Mohamed. Acoraida Deniz recuerda especialmente el caso de un niño que requirió asistencia psicológica porque perdió a su madre. “Nosotros les prestamos el apoyo y los medios para que contacten con sus familias, a ser posible al día siguiente, para decirles que están bien”. “Son muy conscientes del riesgo que corren”, cuenta Pedro García.
La realidad de los MENA en Tenerife es que su futuro es incierto, si bien pueden cumplir sus metas y sueños. Dembo, por ejemplo, quiere “ahorrar para comprar una casa para sus padres”. Abou, en la misma línea, sueña con mejorar la calidad de vida de los suyos.
Algunos usuarios de las redes sociales, acomodados tras las pantallas de móviles y ordenadores, se quedan tan tranquilos cuando afirman con rotundidad que vienen a robar el trabajo que, según ellos, debería ser para los ciudadanos locales. Nada más lejos de la realidad. “A los empresarios les cuesta contratar a los chicos por periodos largos porque no los conocen; aunque ahora, con el cambio de ley, tienen más facilidades”, detalla Pedro García. Al final, “el que trabaja, es porque lo vale”, sentencia.