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Primer año de una legislatura asomada al balcón del Covid

El Parlamento, que no dejó de funcionar en el estado de alarma, se adapta a la nueva realidad enfilando el camino de la modernización
Una señora del personal de limpieza del Parlamento repasa el micrófono tras una intervención parlamentaria. Sergio Méndez

“Un primer año de legislatura que vale por unos cuantos”, comenta el presidente del Parlamento, Gustavo Matos. El 10 y 11 de marzo, en el último pleno antes de que se declarara el estado de alarma, algunos diputados intuían ya lo que se avecinaba, con un desplome de la economía y China e Italia sirviendo de anticipo, por mucho que hubiéramos sido capaces de manejar el primer caso de coronavirus en España, a finales de enero, en La Gomera y, más tarde, en el hotel de Adeje. Pero uno no termina de creeerse la desgracia completamente hasta que le toca. El 15 de mayo, en el primer pleno de la desescalada, parecía como si hubiera pasado en tsunami mental. Y no por las mascarillas, los geles, los protocolos… El Parlamento había seguido funcionando de manera virtual a través de la Diputación Permanente, controlando al Gobierno regional. Pero estaba incrustada todavía la dureza del confinamiento y había que calcular los daños, protegerse, era raro. Mes y medio después, la charla vuelve a fluir en el patio y en parte de los pasillos, con el personal del Parlamento afanado para que no se produzcan acumulaciones. Algo de la normalidad volvió, pero no toda.

“Al principio de legislatura, nos habíamos trazado el objetivo de modernizar al Parlamento, de adaptarlo al siglo XXI”, afirma Matos sobre la tarea que se había propuesto la Mesa de la Cámara. “Pero el coronavirus lo ha acelerado todo, y lo hemos hecho en tiempo récord”, explica en relación a los cambios que han permitido las intervenciones por videoconferencia. También ha habido una modificación exprés del reglamento que ha permitido plenos y comisiones mixtas, con algunos presentes en la sala de plenos y otros interviniendo desde fuera. Al mismo tiempo, se ha establecido un sistema de votación a distancia que se instantáneo, que contabilice el voto al momento. Ahora, cuenta Matos, van a dar un paso en la digitalización con el uso del registro y el expediente electrónicos.

Cuando la portavoz de Ciudadanos, Vidina Espino, llegó por primera vez al Parlamento, hace un año, no se podía imaginar estsituación, pero sí sintió una gran responsabilidad, “sobrecogida de estar allí, como si tuviera un honor de formar parte del parlamentarismo de Canarias y de representar a los ciudadanos”. De repente pasó de contestar mentalmente a los políticos desde su mesa de redacción a decirles las cosas a la cara. “Es muy apasionante, aunque desde la barrera se está más cómoda. Te llevas bastante fuego cruzado aquí”. En este año, Espino cuenta que ha tenido el placer de “de dar voz a ciudadanos que me dicen que sienten representados por mí”. De hablar con muchos colectivos durante la pandemia, de colar una enmienda a los presupuestos de 2020 para mantener las degravaciones por el material escolar para las familias con menos recursos. Pero también ha descubierto que los procesos son largos en la Cámara. A veces, por rigor: “Cuando estás legislando, todo se tiene que hacer con mucho detalle”. Y a veces, por una inercia burocrática: “Yo, para hacer una pregunta al presidente, la tengo que presentar con diez días de antelación”. Pero lo más complicado ha sido aceptar que “estar en la oposición hace muy difícil que tus propuestas se hagan realidad. Hay que trabajar mucho para convencer al Gobierno”.

También ha sido el primer año de Nira Fierro, la portavoz del PSOE, a quien, en aquella sesión de constitución de la Cámara, el 25 de junio de 2019, le “temblaba el alma. Habíamos ganado las elecciones, íbamos a pactar, Ángel Víctor Torres iba a ser presidente, estaba junto a él. Enfrente estaba el que iba a dejar de ser presidente, Fernando Clavijo, gente de otras formaciones que ha aportado mucho a Canarias. Podía vivir todo eso, era bonito, ilusionante, pero con un respeto terrible. Y piensas: ‘Yo estoy aquí dentro”.

Con la fase de desescalada y el distanciamiento obligatorio, el aforo de la sala de plenos se quedó reducido a 25 diputados. Ahora, con la nueva realidad, a 43, mientras algunos parlamentarios siguen la sesión desde la Sala Europa y van rotándose en función de las intervenciones. Parece un juego de sillas calientes. “Que no estén presentes los 70 diputados hace que falte un poco de esa intensidad, ese calor, los discursos quedan como un poco desvestidos”, afirma Espino.

“Toda esta situación me ha generado una sensación agridulce”, afirma Luis Campos, portavoz de Nueva Canarias. “Por un lado, está claro que el debate no es igual que cuando hay 70 personas ahí dentro y uno puede interpelar al otro, mirándole a la cara, refiriéndose quizá a algo que dijo hace meses”, afirma este nacionalista de izquierdas a quien, en la ‘vida normal’, le gustaría que la discusión fuera todavía más viva, menos encorsetada, un poco como en el parlamentarismo inglés. “Y luego hay una parte interesante en todo esto, y es que hemos sido capaces de reinventarnos y de conseguir que el Parlamento siga funcionado en un momento tan duro”.

Cuando a Luis Campos le ofrecieron ir de candidato en 2015, no estaba convencido. Él llevaba muchos años de concejal en Santa Lucía de Tirajana. “El Parlamento me parecía un sitio donde la gente echaba un poco su perorata y luego votaba. Pero luego descubrí que es mucho más que eso. La parte más importante, probablemente, ocurre fuera del pleno, hay mucho espacio de consenso en los pasillos, las comisiones, el trabajo de las ponencias. Te da la posibilidad de tener una visión mucho más amplia de Canarias, de su realidad compleja, de que cada isla es distinta”.

Tiene el Parlamento algo casero, en ese lugar que fue conservatorio de música. “Es hermoso”, dice Espino. “Acoge, ayuda a una relación cercana entre la gente, dice Matos. Y es cierto, todo el mundo coincide en que la relaciones son, en general, bastante buenas, como si las disputas se evaporaran al salir del salón de plenos. “Creo, modestamente, que la existencia de CC ha contribuido a la moderación, hemos gobernando con PP y PSOE. Siempre ha habido que hablar para gobernar. Y los otros también se podían poder de acuerdo para sacarnos”, defiende la exconsejera de Hacienda, Rosa Dávila, hoy vicepresidenta segunda de la Cámara, aunque también fiscaliza al Gobierno en temas económicos. “Yo estaba muy en primera línea del Gobierno, era portavoz, y, a veces, hasta agradezco haber salido un poco del foco con lo que estoy haciendo ahora. Hemos trabajado un montón en la Mesa, que tiene mucho de gobierno del Parlamento. Espero haber estado a la altura”.

“Una de las razones por la que nos llevamos bien es la cantidad de tiempo que pasamos juntos, sobre todo los que somos de otras islas”, explica Campos. “Quedas para cenar, coincides en el hotel, se va generando un vínculo que trasciende las diferencias de partido”.
Dice Gustavo Matos que otro de los objetivos del Parlamento es acercarse a la gente y convertirse en lugar para el debate de las ideas, con el que cuenten colectivos y personas. Ahí se decide si se protege o no al territorio, si se da más o menos dinero para luchar contra la pobreza, si se suben o bajan algunos impuestos, si hacemos o no una empresa pública de energías renovables. Ya ven, no es ninguna broma. Sigámoslo de cerca más allá de la pandemia.

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