día del orgullo

Yelko, la disyuntiva entre ser tú o quien la sociedad te dicta

Sus padres lo bautizaron como Margarita, pero él sabía que había nacido chico, y ha luchado incansablemente para poder ser feliz
Yelko es presidente de Libertrans, asociación mediante la que ayuda a otras personas que, como él, creen que están solas, que no pueden vivir como realmente sienten que deberían hacerlo | FRAN PALLERO

Los padres de Yelko esperaban en 1965 que naciera, fruto de su matrimonio, un varón. Y así fue. Pero una sociedad incapaz de comprender la realidad trans, unida al santoral, que para aquel 17 de octubre señalaba la efeméride en honor a Santa Margarita, hizo que le pusieran inicialmente nombre de niña, con el que fue bautizado. Ahora, 54 años y medio más tarde, él es consciente de que, tal y como reconoce en una entrevista concedida a DIARIO DE AVISOS por el Día del Orgullo, ese gesto, junto a una reiterada intolerancia por parte de sus padres hacia la idea de que Marga -como le llamaban coloquialmente- en realidad nunca había sido mujer, hizo que “me robaran la vida” que quería para sí mismo. Sin embargo, insiste en que, si volviera a nacer en las mismas circunstancias, actuaría “exactamente” de la misma forma, lo cual, entre otras cosas, implicó “no ser feliz” hasta que, una vez fallecieron sus dos progenitores, se sometió a las intervenciones para realizar su tránsito.

“En mi niñez jugaba al fútbol, a los boliches, al trompo”, relata en referencia a actividades que solían atribuirse, de acuerdo con los preceptos sociales de la época, a los chicos. De hecho, explica que su madre siempre le decía “estás todo el día machoneando por ahí”. Es más, dado que sus padres, oriundos de La Gomera, eran devotos cristianos, llegó a estar convencido de que el hecho de que le gustaban las mujeres, como descubrió en su adolescencia, “era pecado”. Pero en 2020, con muchas horas a sus espaldas ayudando a otras personas como él a sentirse arropadas, a saber que no están solas, busca en su memoria episodios que ayudan a comprender lo difícil que le resultó vivir como una chica contra su voluntad. En este sentido, recuerda que cuando tenía 10 años le preguntó a Santiago, un celador en La Candelaria: “¿Si yo voy al hospital en el que trabaja, usted me puede hacer un hombre?”. Y lejos de hallar comprensión en el que consideró un individuo “que podía ayudarme”, este se lo dijo a sus padres y “me cayó una bronca”, añade.

Son precisamente momentos como ese los que, reconoce, hicieron que “aprendiera a callar” lo que sentía, lo que experimentaba cada vez que se referían a él como una chica. “Llega un momento en el que empiezas a vivir a escondidas; vives dos realidades: la que quieren ellos y la que realmente sientes”, afirma con una mirada capaz de expresar su espíritu de lucha constante. Y no fue hasta que sus padres fallecieron que decidió dar el paso y operarse. En el duelo de su padre, el último de los dos en fallecer, Yelko le dijo a sus hermanos que quería hacer el tránsito, y su respuesta fue “mucho habías tardado”. Lo vieron como una decisión natural, y, más bien, estaban sorprendidos por que hubiera decidido esperar a la marcha de sus progenitores, pero para él era “cuestión de respeto; no quería hacerles daño a mis padres”, admite. Eso sí, “lloré muchas veces, y a solas, porque es muy duro sentir que te han robado la vida nada más nacer”.

“Jamás lo vi mirar al miedo con tanto coraje / Jamás ganar una partida tan salvaje”. Estos son los primeros pasajes de la canción Mi héroe, de Antonio Orozco, melodía que se ha convertido para la familia de Yelko en una oda a su trayectoria, a su batalla por “ser”. “Da igual lo que dure. A partir de ahora soy feliz; conozco mi felicidad desde que soy Yelko, porque yo tenía que haber nacido con un cuerpo de chico, y eso me lo robaron al nacer, por las razones que sea”, sostiene como una de sus consignas, a la que se une, con respecto a los tutores legales, que “tienen la responsabilidad de que su niño, niña o niñe sea feliz de la manera que sea. Si te entregaron al nacer un varón y a los tres años te pide una falda, dásela. Escúchalo. Da igual lo que se ría tu vecino. Te tiene que dejar de importar más la sociedad que la felicidad de la criatura de la que eres responsable. Eso es ser buen padre, y a veces se les olvida”.

ENTRADA EN TITSA

El también presidente de la asociación Libertrans recibe a este periódico en las instalaciones de Titsa, empresa para la que trabaja y que, amablemente, le ha permitido hacer uso de una de sus salas de reuniones. Años atrás, cuando aún todos le llamaban Margarita, se topó con una compañía “machista”, en la que las mujeres estaban limitadas por el denominado techo de cristal. No puede evitar mencionar, llegados a este punto, a una compañera que entró prácticamente a la vez que él a trabajar en la organización: Juli, “una de las personas a las que mayor respeto le tengo”, dice. Ella y él se convirtieron, en aquel tiempo,en la sexta y séptima mujer que eran empleadas por una de las corporaciones públicas encargadas del transporte en Tenerife.

Como conductoras, tuvieron que soportar comentarios como “Uff… a ella no le dejo mi guagua, seguro que la rompe”, dándose cuenta de que “es más cómodo vivir en los zapatos de un hombre que en los tacones de una mujer”. Pero no se achicaron: Juli lleva 30 años al volante de vehículos de Titsa, mientras la por aquel entonces Marga ascendió para ser la primera fémina de la Isla en ser nombrada jefa de tráfico. Y pese a saber “que no era feliz con mi cuerpo”, tenía claro que en su chapa, junto al código de identificación, debía aparecer la palabra “jefa”, no “jefe”, como le pusieron en un inicio: “Porque soy feminista, y sabía que en ese momento era una mujer; desconocía lo que iba a pasar mañana, pero me dije hoy soy mujer”.

Pero, por fortuna, los tiempos en Titsa, al igual que en el resto de la sociedad, han cambiado. “Pasó de ser una empresa machista a mirarnos a todos por igual.”, detalla Yelko. Además, asegura que ya está viendo cómo “la gente trans ha salido como yo; nos vemos en la calle, en el supermercado… pero hace años era impensable. Se veía al colectivo trans como La Veneno, en tono de humor, como algo sexual, enseñando las tetas. Nada que ver con la realidad. Somos personas que estudiamos, que nos formamos, que apostamos muchas veces por las empresas públicas porque no cuenta si le caíste mal a alguien, sino si te preparaste bien el examen. Somos normales”.

LEY TRANS

Sobre la Ley Trans e Intersex que se está tramitando en el Parlamento canario, en la que Yelko ha participado como presidente de Libertrans, se muestra esperanzado con que dicha norma sea aprobada por la Cámara, de modo que el Archipiélago “pase a encabezar la lucha con la mejor ley trans, lo cual quiere decir que el resto de comunidades pedirá nuestra ley para inspirarse en ella, y esto hasta ahora no se había producido”. Siente la responsabilidad de seguir aportando en lo que pueda para prevenir situaciones verdaderamente trágicas, como los suicidios, que abundan en el colectivo, y reconoce estar orgulloso de que en las Islas “hay otras 90 o 100 personas que luchan dentro de las organizaciones para que la Ley Trans sea ejemplar”.

“Lo que nosotros estamos viviendo en Canarias, va muy por delante de lo que se está viviendo en otros lugares de España. Eso convierte al pueblo canario en un referente, con mentalidad abierta, que no tiene miedo a decir que conoce a una persona trans, sino que presume de ello. Agradezco haber nacido en Canarias porque mi tierra me quiere, porque no soy nada raro, porque solo soy un canario más que tuvo que luchar. Y hoy, en 2020, presumo de ser un hombre trans. De que ya no soy Marga, soy Yelko”, concluye.

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