La pandemia del coronavirus que ha cambiado vidas, encaminándonos hacia una nueva normalidad, en la que nos miramos por encima de mascarillas, a través de gafas empañadas, sintiendo que el calor del mes de julio nos sofoca y respiramos con cada bocado de aire nuestro propio aliento, hay un aspecto que nos ha dejado a muchos huérfanos de esa familiaridad tan canaria, esa cercanía que por idiosincracia nos identifica, que es la cercanía física: el poder tocarnos, abrazarnos, darnos los besos (antes uno) en las mejillas al saludarnos. La palmada en el hombro, el abrazo, sentarnos juntos, o bailar en una discoteca a veces con propios, muchas, con extraños. Todo eso nos lo ha arrebatado la Covid-19, lo ha hecho por medio de un término sanitario, que si bien todos hemos escuchado hasta la saciedad, no es del todo correcto, y un pequeño cambio, podría, según la doctora en psicología Juani Mesa, ahorrarnos un poco de ansiedad.
-Hablamos de distanciamiento social, pero el término se presta a confusión…
“Ese es un término conocido en la psicología que tiene unas características determinadas. La distancia social, sobre todo, determina la relación que hay entre dos personas, es como una especie de burbuja invisible que nos rodea, y que en función de la relación que tenemos,la expandimos para que esa persona no se acerque o la contraemos para permitir el acercamiento. Lo que determina es el espacio social. El sector sanitario ha establecido, con muy buena intención, que la distancia social ahora es estática, entre un metro y medio y dos. La distancia social siempre ha sido una expresión física, pero que expresa la relación psicológica. Por lo tanto, o la llamamos distancia de seguridad, o la llamamos como se llama: distancia social sanitaria. Eso ayudaría a la gente a mentalizarse de que nos están determinando por una causa mayor y por el bien de nuestra salud, que mantengamos (independientemente de la relación que tengamos, excepto por la gente con la que convivimos), una distancia de seguridad que no tiene que ver con la relación que tenemos. Psicológicamente no se corresponde a la relación que tenemos y ese ruido es lo que a la gente le está molestando y es lógico”.
– ¿Qué efectos tiene el distanciamiento social sanitario en la comunicación?
“Tiene que ver con la capacidad de adaptación de cada persona. A todos nos está afectando, porque está limitando nuestra expresividad. Hay personas que lo llevan peor que otras: gente que hace mucho tiempo que no se ve; gente que tiene una relación muy cercana… entonces sí que cuesta. En general, nos miramos más, nos sonreímos más, hacemos bromas, porque queremos redefinir la relación en el valor que tiene socialmente. Por eso, en el momento de contacto inicial, nos reímos, hay gente que enseguida dice que lo lleva muy mal, que no le gusta, porque necesita expresar que eso no tiene nada que ver con la realidad vivida psicológicamente en la relación que tenemos. Hay gente que lo lleva muy mal y se ofusca , lo inteligente es que nos adaptemos, que hagamos esas descargas iniciales, y que potenciemos otros elementos de la comunicación”.
-¿Qué colectivos son los más afectados?
“Las personas con trastornos cognitivos, discapacidades, y trastornos conductuales. A los niños y a las niñas les cuesta porque necesitan su espontaneidad y expresar el cariño con más cercanía, aunque la labor de los padres explicando las nuevas normas ayudan al entendimiento. También se ven muy afectadas las personas que trabajan en profesiones que necesitan el contacto, y las personas enfermas a las que no podemos consolar con medio del tacto directo”.
-¿Van a quedar secuelas de este distanciamiento social sanitario?
“Están quedando secuelas de todo tipo. Hay gente que va desde lo más sencillo: se han vuelto más caseros; hay gente que está desarrollando trastornos obsesivos compulsivos con la limpieza, que se lavan tanto que se despellejan las manos. Hay gente que está desarrollando agorafobia, miedo a salir a la calle y por todas partes ven infección; y hay unos niveles de ansiedad bastante importantes que no teníamos antes. Toda la gente que ha estado en primera línea o personas que nunca han sido caseras y no supieron gestionar el confinamiento, están desarrollando el tipo traumático”.
-¿Cómo afecta a los niños las normas sociales actuales?
“Confío en la infancia y en su capacidad de adaptarse, que los adultos ya no tenemos de forma natural. Sabrán que ha habido un tiempo en el que no podían acercarse a otras personas, pero también depende de lo que haga la escuela en septiembre. Eso va a marcar, no sé si un antes y un después, pero sí que va a limitar muchísimo la vida en cuanto a comportamiento social: si hay mucha distancia dentro de las aulas, si se vuelve a una parte virtual… pero espero que quede en un recuerdo de la niñez. La mayoría de los menores se adaptará”.
-¿Se puede controlar que los niños mantengan la distancia?
“Entre iguales yo creo que no. Ahora está muy acotado, no como antes, que iban a un parque con niñas y niños desconocidos. Entre niños y niñas conocidos o familiares se acercará de forma espontánea, porque el juego necesita mucha interacción, excepto los juegos virtuales”.
-Desde el punto de vista emocional, ¿a quién afecta más esta distancia?
“Entre los adolescentes es más difícil explicarles cuál es el punto, con quién se puede y con quién no se puede, pero en general, todos estamos valorando poder tocar a la otra persona y expresar la afectividad con el cuerpo, porque el tacto siempre ha sido el más instintivo de los sentidos, que nos lleva al abrazarnos, a calmarnos. Generamos endorfinas”.
-¿Esta nueva realidad nos ayuda a profundizar en las relaciones?
“Antes de la pandemia, íbamos hacia unas relaciones mucho más superficiales, más inmediatas a través de las redes sociales, y a eso le decimos amistad. Nos estábamos preocupando porque había un lenguaje súper simplificado llenos de emoticonos, lleno de malentendidos, donde, al no haber un contacto físico, parece más fácil desprenderse del otro. La gente corta por whatsapp o cuelga una foto en Instagram diciendo esta es mi nueva pareja y no se lo ha dicho a la otra persona. Yo creo que íbamos por un camino que no era bueno, y ahora estamos valorando las relaciones porque está prohibido el acercamiento”.
-¿Cuánto tiempo pueden aguantar esta situación lo seres humanos?
“El abrazo es una forma de consuelo inmediato ancestral que hace que lloremos, nos sintamos protegidos. No creo que aguantemos mucho tiempo. Inventaremos otro método, pero intentaremos abrazarnos. Mientras el miedo al contagio sea mayor que la necesidad de contacto físico, lo manejaremos. Cuando las cifras sean comparables a las de una gripe, la gente va a pasar y ya hay gente que está pasando. El contacto humano tiene que ver con el placer, con la confianza, y eso, resistirlo mucho tiempo, es muy difícil”.