Las sustancias perfluoroalquiladas o PFAS son uno de los riesgos sanitarios que preocupan cada vez más a las autoridades de Sanidad y Consumo en todo el mundo. Se trata de compuestos ampliamente utilizados en aplicaciones domésticas e industriales, desde revestir tejidos con el objetivo de hacerlos resistentes a las manchas y el agua, hasta sintetizar espumas antiincendios, sustancias abrillantadoras o incluso envases de comida rápida.
Como ocurre con otros contaminantes como los microplásticos o los metales pesados, estas sustancias no desaparecen: entran, de hecho, en la cadena alimentaria al ser arrastrados por los desagües y ser consumidos por animales que después forman parte de la alimentación humana. Lo cierto es que los PFAs no siempre necesitan un intermediario: son perfectamente capaces de introducirse en nuestro organismo desprendiéndose de los utensilios de cocina que los usan como antiadherentes.
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