Los seres humanos somos animales de costumbres viviendo en un mundo permanentemente cambiante. ¿Contradictorio? Quizás. El caso es que nos desenvolvemos con extrema fluidez entre las rutinas, manías, vicios, mañas y automatismos que satisfacen la sagrada zona de confort que envuelve nuestro día a día. Todos ellos, hábitos que dan forma a los efímeros instantes de satisfacción que provoca realizar el ritual de la mañana, el de arreglarnos, comer, trabajar, ordenar, cocinar o relacionarnos. Cada uno con sus características, orden y particularidades.
Pero los hábitos son mucho más que comportamientos repetitivos, tradiciones o querencias personales. Son nuestras reglas, la inercia que facilita el equilibrio, lo que nos proporcionan cierto grado de normalidad y seguridad, y lo que de alguna manera acaba también definiendo parte de nuestra identidad. Los hábitos dan forma a nuestra vida mucho más de lo que probablemente imaginamos. De hecho, más del 40% de las acciones que realizamos cada día no son comportamientos espontáneos, sino hábitos. Son patrones conductuales, emocionales o mentales tan arraigados que nuestro cerebro se aferra a ellos, incluso a costa de sacrificar todo lo demás, incluso a veces ¡hasta el sentido común!
La neurocientífica Ann Graybiel, del Departamento de Ciencias Cognitivas y Cerebrales del Instituto Tecnológico de Massachusetts, e investigadora ampliamente reconocida por sus aportaciones al estudio de la neurofisiología de los hábitos, señala que “durante gran parte de nuestra vida despierta, actuamos de acuerdo con nuestros hábitos, desde el momento en que nos levantamos y realizamos nuestras rutinas matutinas hasta que nos dormimos después de las rutinas vespertinas. Tomados de esta manera, los hábitos han atraído durante mucho tiempo el interés de filósofos y psicólogos, y alternativamente han sido elogiados y maldecidos”. Pero, realmente ¿son los hábitos tan rígidos, inconscientes y automáticos?
IRRESISTIBLES Y ADICTIVOS
Existen dos razones poderosas por las que los hábitos se convierten en nuestros amigos inseparables. La primera es que, a partir de las conductas que realizamos como parte de nuestras rutinas, el cerebro es recompensado con la liberación de sustancias químicas que nos producen “placer”. Aunque no seamos del todo conscientes, esta sensación nos resulta tremendamente gratificante, y refuerza la continuidad de nuestros rituales de prácticas, formas de reaccionar ante determinadas situaciones, patrones emocionales y de relación en pareja, en el trabajo, en el ámbito social, etc. La diversidad de modelos, esquemas y pautas de actuación es tan heterogénea que, ¡sería imposible describir todas las rutinas que posee cada persona!
La segunda razón es muy interesante. Resulta que cuando adoptamos un hábito como, por ejemplo, mordernos las uñas, engancharnos a ver series a cierta hora del día, ordenar las cosas de una determinada manera o conducir con el brazo apoyado en la ventanilla del coche, ocurre que el cerebro deja de participar en la toma de decisiones. Esto tiene su parte positiva, ya que la automatización de ciertas acciones que repetimos cotidianamente, libera recursos y energía que podemos emplear en otras tareas. Eso explicaría como podemos estar cocinando una receta habitual, y mientras tanto mantenemos una conversación por teléfono, estamos pendientes de los niños, ponemos la lavadora o escuchamos las noticias. Los hábitos pueden facilitar tanto nuestra vida como condicionarla. Sabiendo esto, querido lector, creo que sería bueno tomar consciencia (si es que ya no lo has hecho) de que, siendo tan importantes, deberíamos asegurarnos de tener los hábitos correctos.
TOMAR LAS RIENDAS
El futuro, tu historia, tu camino, o como desees llamarlo. Ósea, lo que vas a hacer el resto de tu día, la próxima semana, el mes o el año que viene, es un lienzo en blanco. Cada día nos brinda la extraordinaria oportunidad para comenzar algo nuevo, para decidir un camino u otro y, en definitiva, para elegir quién vas a ser y qué vas a hacer para mejorar tu vida.
Tu eres el guionista, director y actor de tu propia existencia. Si algo no te gusta, por mucho que lleve tiempo en tu vida, tienes la libertad de cambiarlo. Es reconfortante pensar que tenemos ese poder, pero sentirlo lo es todavía más. Las personas no somos victimas de las circunstancias, más bien somos co-creadores de esas circunstancias que, para bien o para mal, nos toca vivir. Lo que tú haces, piensas, o como interpretas esas circunstancias depende de ti. Los hábitos también son decisiones.
Decía Aristóteles que somos lo que hacemos cada día. Y la clave para crear cambios positivos que te lleven a sentirte pleno y realizado, pasa irremediablemente por convertir tus acciones deseadas en hábitos. Te invito a empezar hoy, ahora mismo, sólo tomando la decisión de hacerlo.