Clownic visita el jueves Tenerife para subirse al escenario del Teatro Leal de La Laguna (20.30 horas) dentro de la programación del XIV Festival Internacional Clownbaret. Un día antes lo habrá hecho en el Guiniguada de Las Palmas de Gran Canaria. Gerard Domènech es uno de los miembros de esta compañía de humor gestual (los otros son Edu Méndez y Carles Bigorra) y DIARIO DE AVISOS ha tenido la oportunidad de conversar con él.
-Llegan a Tenerife con Turist (or not turist). No se puede negar que es el espectáculo más apropiado para actuar en las Islas.
“Nos viene como anillo al dedo. Cuando creamos este espectáculo pensamos: algún día tenemos que venir a Canarias. ¿Cómo lo hacemos? Pues mira, seguro que les va a molar el tema este, otra manera de cachondearse de los guiris”.
-El lema de la compañía es Una risa cada 10 segundos. Con todo lo que está pasando, ¿es más difícil mantener esa media o por las ganas que tenemos de reírnos van a batir su propio récord?
“No sé si lo batiremos, pero en todas las actuaciones se nota que la gente tiene muchas ganas de reír. Y de ir al teatro. La cultura es segura y necesitamos disfrutarla. Todo esto es un poco marciano: ver a la gente con su mascarilla, la distancia social… En el teatro que hacemos, que es humor y necesita el feedback del público… Es todo muy raro, pero percibes que la gente busca pasárselo bien y cuando acaba la función te lo agradece muchísimo”.
-Los cómicos por definición están asociados a la itinerancia, a recorrer los pueblos, a viajar de un lado para otro. ¿Cómo han llevado el confinamiento y las restricciones de seguridad sanitaria?
“El confinamiento, fatal. Nos dedicamos a hacer vídeos. Nos grabábamos cada uno en su casa como si fuéramos tres compañeros de piso, porque sentíamos la necesidad de seguir creando y hacer cosas. Nos subíamos por las paredes. En un primer momento dijimos: vamos a parar las máquinas para ver dónde nos recolocamos; pero claro, pasaban los días y las semanas y se hacía duro. Si no tenemos público, no podemos trabajar. De manera que ahora retomamos la actividad poco a poco, con la esperanza de que todo pase lo más pronto posible, aunque sigue siendo extraña esta manera de actuar. Es cierto que luego, cuando los espectadores están inmersos en el espectáculo, se olvidan de todo. Y de eso se trata: ayudarles a olvidar el día a día y, al menos durante 70 u 80 minutos, reír a rienda suelta”.
-Clownic comenzó como una extensión de Tricicle que luego se independizó y comenzó a generar sus propias propuestas. ¿Cuánto de legado y cuánto de diferencia, de originalidad, considera que hay ahora en la compañía?
“Está claro que Tricicle es nuestra mayor influencia. Tantos años interpretando sus shows dejan huella. Además, no queremos distanciarnos. No nos vamos a poner ahora a hacer texto: nuestro teatro es gestual y cómico. Lo que ocurre es que, a medida que ideamos los espectáculos, aportamos otras cosas y vamos encontrando un estilo. Por ejemplo, utilizamos más el recurso de hablar un idioma sin hablarlo. Pero, en definitiva, ahí esta la herencia de Tricicle, de la que estamos muy orgullosos. Siempre serán nuestros padres teatrales”.
-El humor gestual llega a todo el mundo sin necesidad de subtitularlo, ¿pero aprecian diferencias en la respuesta del público? ¿Nos reímos con los mismos gags en Canarias que en Cataluña, en España que en Rusia?
“No es exactamente igual. Se dice que en el norte la gente es menos ruidosa, de poca carcajada y aplaude más al final si le ha gustado lo que ha visto. En cambio, en el sur se ríe más durante el espectáculo y, sin embargo, se aplaude menos cuando acaba. Eso es un tópico, claro, pero sí que es verdad que en Cataluña, por ejemplo, el público es un poco más duro con nosotros, quizás por que tienen muy cercana la comparación con Tricicle y hacen un análisis más exhaustivo. Cuando vas por el mundo has de tener mucho cuidado con los gestos, porque lo que en algunos lugares es muy light, en otros resulta fuerte. Levantar el dedo corazón para hacer la peineta en según qué sitios es algo inocente y en otros, bastante obsceno”.
-¿Cómo es el proceso de creación de un espectáculo?
“Nos lleva mucho tiempo. Nos reunimos los actores, hacemos un intenso trabajo de mesa y luego se suma el director. Ese proceso puede ocuparnos un año, mientras que el trabajo de escenario, apenas dos meses y pico. Cuando tienes la idea y los sketches creados en papel, ensayamos, pero lo más difícil ya ha pasado”.
-Renunciar a la palabra y potenciar los gestos no es fácil. ¿Cada idea que surge en su cabeza para Clownic viene ya determinada por esas características? ¿Piensa solo en imágenes o es necesario ir quitando las palabras de aquí y de allá?
“Normalmente pensamos en qué posibilidades puede tener un skecht basado en la realidad, y estiramos el chicle para distorsionarlo y llevarlo al surrealismo y a la parodia. A veces llegas a situaciones en las que te preguntas cómo explicarlas sin hablar y la respuesta no llega. No pasa nada: lo aceptas y desechas la idea. Esa es también la gracia de este tipo de teatro. Al público le gusta descubrir que hemos contado una historia sin pronunciar palabra”.
-¿Y ese nuevo show evoluciona a medida que lo llevan al escenario o cuando se estrena todo está ya definido, calculado, terminado?
“Intentamos que la estructura esté bien definida, pero luego, a nivel de gags sobre todo, va cambiando en función del feedback que recibes de los espectadores. Ellos te muestran lo que funciona o lo que no. En cuanto vemos que eso de una risa cada 10 segundos no se da, que hay un espacio en el que la gente no se ríe, intentamos ocuparlo con otras ideas”.