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Mishel, el canario que quedó siete meses ‘atrapado’ en Laos y encontró el amor

A sus 30 años, este realejero agarró la mochila y se fue a "ver el mundo y a conocer otras culturas", su sueño de toda la vida, sin saber que este peculiar 2020 le tenía reservada una aventura de película con una historia romántica incluida
Mishel González en Laos. DA
Mishel González en Laos. DA
Mishel González, siempre sonriente, en Laos. DA

El tinerfeño Mishel González se ha pasado los últimos siete meses ‘atrapado‘ en Laos por la pandemia del Coronavirus SARS-CoV-2. Llegó al país del sudeste asiático por accidente con unos 4.000 euros en el bolsillo que ahorró durante años de intenso trabajo en el restaurante de un hotel en Barcelona.

A sus 30 años, este realejero agarró la mochila y se fue a “ver el mundo y a conocer otras culturas”, su sueño de toda la vida, sin saber que este peculiar 2020 le tenía reservada una aventura de película con historia de amor incluida.

Todo iba bien, pero…

El tinerfeño partió desde Barcelona a mediados de enero con destino Tailandia, donde recorrió “durante semanas el norte del país, las montañas, los ríos y las cascadas”. También le dio tiempo de descubrir Birmania y Camboya, pero los planes empezaron a torcerse apenas dos meses después, a finales de marzo, cuando llegó a Vietnam. Por aquel entonces, la COVID-19 ya acechaba a los países de la región. Todavía recuerda el disgusto que se llevó cuando le cancelaron el vuelo a Nepal. “El gobierno vietnamita empezó a cerrarlo todo y por eso decidí irme a Laos, algo que no tenía previsto”.

Poco después de llegar, Laos cerró sus fronteras, canceló todos los vuelos y prohibió el desplazamiento entre provincias, “así que el primer mes me quedé en un pueblo del norte donde la gente era muy amable”, cuenta Mishel.

España ya estaba confinada cuando Laos volvió a permitir la movilidad entre provincias. “Allí solo habían 22 casos diagnosticados y ninguna muerte. Yo no era consciente de lo que pasaba en el resto del mundo porque no estaba viviendo nada de eso”.

Asimismo, “en Laos no se puede hacer un confinamiento. Las infraestructuras son muy pobres. Las casas suelen estar abiertas y en ellas vive un montón de gente”, argumenta Mishel González.

Historia de amor

El realejero emprendió esta aventura solo, pero acabó conociendo a muchos extranjeros que estaban en su misma situación. “Al final, en tantos meses juntos, formamos una familia con gente de un montón de países: Francia, Estados Unidos, Colombia y Holanda”, detalla. Entre esas personas se encontraba Raven, una chica holandesa de 25 años que llevaba tres viajando por el mundo hasta que también se quedó atrapada en Laos justo antes de volver a casa.

“Ahora es mi novia”, confiesa. “La conocí en el sitio menos esperado y cuando la vi me pregunté dónde había estado todo este tiempo”, detalla.

Raven y Mishel se conocieron en las fiestas del Año Nuevo en Laos, que se celebran a mitad de abril. La cuestión es que entre cerveza y cerveza -allí se bebe la ‘Beerlao’- llegaron las risas, las miradas y la complicidad que terminó de juntarles.

Siete meses dan para mucho

El tinerfeño explica que estaba muy bien en Laos “sabiendo cómo era la situación en España”.

Sin embargo, “llega un momento que te cansas y te sientes un poco incómodo”. Además, “la falta de dinero se empezó a notar”, indica. Pasaba los días de hostal en hostal por unos tres o cuatro euros la noche. Por otro lado, “mi familia me decía que me quedara en Laos, que a España ni se me ocurriera volver, aunque tampoco yo podía hacer mucho para ir”.

Fue entonces cuando Mishel volvió a tirar de positividad y siguió disfrutando de la experiencia junto a Raven.

Vuelta a España

El 1 de octubre iba a salir un avión a Europa organizado por varios países de la Unión. “Me compré el pasaje para ese vuelo pero se canceló, al parecer, porque faltaban 16 personas”, cuenta Mishel González. “Pregunté en la embajada española y me dijeron que no podían hacer nada. Tampoco se preocuparon de dónde ni en qué situación estaba”, afirma.

Mishel regresa la próxima semana a Barcelona, donde vive desde hace cinco años, después de sufrir muchas dificultades para encontrar un vuelo que le sacara de Laos. Finalmente lo consiguió. Cogió un avión que despegó con destino Corea del Sur -el pasaje le costó un pastón- y desde allí tomó otro hasta Suiza, donde vive su mejor amigo.

La vuelta a la Ciudad Condal la hará cargado de incertidumbre, ya que el hotel donde trabaja cerró sus puertas a consecuencia de la pandemia y todavía no sabe si tendrá que buscar trabajo. En cualquier caso, se reencontrará con Raven en Barcelona desde que la situación epidemiológica lo permita.

 

 

 

 

 

 

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