Se sacude la presión con diversión. Para tonificar los músculos de la mente, Juanfree Batista hace reflexiones.
-¿Cómo te dio por ahí, por estas boberías?
“Pues, un amigo mío llamado Edgar García me planteó, hace ocho años, hacer el personaje de Juanito Halcón, un presentador de noticias sarcásticas. Ya en esas, me animó a participar en un concurso de monólogos organizado por Aarón Gómez. Me apunté y aquí estoy.”
-¿Con qué debutaste?
“Yo me introduje en los monólogos gracias a Carlos Castillo y sus sesiones de micrófonos abiertos. Empecé con Jessica Rojano, que hizo el mismo curso de Aarón Gómez. Primero fueron cinco minutos; después, diez; luego, quince… Hasta que tuvimos un espectáculo de media hora cada uno”.
-Mojo por ojo…
“Ese fue un proyecto que se llevó a cabo con Carlos Castillo, Manu Franco, un cómico de Sevilla, y Carlos Herrero, que estuvo muchos años en Madrid. Entre los cuatro montamos un espectáculo con el que permanecimos cuatro meses”.
-Si el humor es una medicina, ¿tú te consideras un doctor de la risa?
“De momento, soy un auxiliar de enfermería [risa]. Entretengo a los pacientes, si acaso”.
-¿Qué estilo destilas?
“Mi estilo es coloquial con crítica social”.
-¿Un oficio divertido o una distracción de la profesión?
“Ahora es una afición. Lo disfruto porque no vivo de esto. Si no fuera así, lo estaría pasando mal en las actuales circunstancias. Lo sé por compañeros: los teatros con un tercio del aforo, locales que cierran por la noche y no contratan…”.
-¿En qué trabajas en tu tiempo libre?
“Soy aparejador, pero me dedico al marketing digital. Hasta poco antes de la pandemia estuve de autónomo”.
-¿Cuándo fue la última vez que actuaste?
“Hace un mes y poco, en Charada Nuit. Es una aventura en la que los participantes reciben instrucciones para guiarse por la ciudad hasta encontrar el restaurante donde se celebrará la cena. Tras resolver acertijos y superar unas pruebas, llegas al sitio, donde te espera el menú y una actuación cómica”.
-¡Curioso! Tú eras el premio, el artista invitado, ¿no?
“Sí, de postre. ¡Interesante! Cuando me llamaron las chicas y me lo propusieron, me pareció una muy buena idea. El mío fue en La Laguna”.
-¿Dónde quedan, si desconocen la hoja de ruta?
“Hay un punto de partida”.
-¿Sirvieron chistorra?
“Bueno… Más que chistes, cuento historias”.
-¿Dónde impartió el curso Aarón Gómez?
“En el Regia [una sala de la comedia, cafetería y bar, en Santa Cruz de Tenerife]. Fui a otro curso en Barcelona, a pesar de que en la preselección quedé segundo, después de Jessica. Quique Macías quiso que acudiéramos los dos”.
-¿Qué se aprende?
“Se aprende a montar un chiste, la estructura del monólogo, cómo llevar el ritmo, a comportarte ante el público… En teoría. Te lo estudias y, si no asimilas la lección, haces un cambalache [carcajada]”.
-Si todo el mundo hace lo mismo, ¿dónde está la gracia?
“¡No, hombre! Cada uno, con su rollo. Te explican el proceso y tú lo adaptas”.
-¿Analizas el mercado?
“En casa del herrero, cuchara de palo. Las tablas te las da el escenario. Al principio conecto con la gente que es de risa fácil. Los demás se contagian”.
-¿Te quemas si reparas que no saltan chispas?
“¡Buah! Está escrito en la biblia del humor. Hay gente a la que no le pasa. Yo me he visto actuando para cinco personas”.
-¿No eran amigos tuyos?
“No”.
-¿Pagaron por verte?
“O habían ido al local y se tropezaron conmigo. Lógicamente, me encanta actuar para cien personas. Pero he salido más satisfecho con cinco o diez que ante un montón. Si en un grupo reducido se ríen todos, disfruto. Si no, mal asunto”.
-Cuando compartes el espectáculo, al público le será más complicado señalar al culpable. ¿Los aplausos se distribuyen a partes iguales? ¿Codazos?
“Bueno, cuando actuamos juntos es porque hay química entre nosotros. Eso sí, conviene andarse con mucho cuidado para no pisarse”.
-¿Has cambiado un monólogo sobre la marcha?
“Normalmente, intento meter algo de actualidad para que la gente se sienta identificada. Me pongo a hablar de cuando yo tenía 12 años y se aburren. Aunque haya un bloque temático determinado, lo ideal es colocar la historia en un contexto cercano al público, en el tiempo y en el espacio”.
-Si te vas por las ramas, el árbol impide ver el bosque…
“¡Claro! Y, si te acomodas, las ideas se estancan”.
-¿En qué te basas?
“En mí, mis cosas”.
-¿Improvisas en reuniones familiares o entre coleguillas?
“Sí, a mi madre le saco chicha [risa]. Lo de la chola es muy típico, universal. Y están las experiencias personales, que te ocurren exclusivamente a ti. También construyo relatos inspirados en la relación con mi pareja. Situaciones cotidianas, en definitiva. Lo que hace reír es la manera de expresar lo que vives. Contar una anécdota no basta. Hay que recrearla”.
-¿A qué aspiras?
“Me encantaría ser un profesional de esto, pero reconozco que no es sencillo. Estoy en un punto en el que, de no agobiarme, me he vuelto un poco pasota y, al no obligarme, la creatividad se adormece”.
-Para estar en forma físicamente, se hacen flexiones y para ejercitar la mente, reflexiones…
“Las pruebas ante el micrófono son prácticas de gimnasio”.