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La COVID-19 pone a cero el contador de la recuperación del sector cultural

La SGAE afirma que los estudios preliminares apuntan a “datos catastróficos” en Canarias; un informe de la Universidad de Valencia recoge que la mitad de los agentes culturales de España prevén pérdidas de más del 75% hasta diciembre
Rubén Gutiérrez y Cristina del Río Fresen presentaron este jueves el anuario de la SGAE. / SGAE

A un “crecimiento sostenido y sostenible” de la industria cultural en Canarias hasta 2019 le sigue un horizonte en el que ya se vislumbran “datos catastróficos” para cuando acabe este tormentoso año de coronavirus. Esa es la principal conclusión que expusieron ayer en Gran Canaria Cristina del Río Fresen, directora de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en el Archipiélago, y Rubén Gutiérrez, director general de la Fundación SGAE. Ambos presentaron los datos referentes a las Islas del Anuario SGAE 2020 de las Artes Escénicas Musicales y Audiovisuales. Unas cifras y unos porcentajes que reflejan una mejoría del sector cultural… Justo hasta que la COVID-19 arrambló con todo.

UN PASADO MUY RECIENTE

Tal y como recoge el anuario, en 2019 hubo en las Islas 2.328 representaciones de artes en vivo y 178.240 sesiones de cine; 5,7 millones de espectadores y la recaudación ascendió a 43,6 millones de euros. Con respecto a 2018, las representaciones escénicas crecieron el 0,7%; el público, el 3,7%, y la recaudación, también el 3,7%. El número de funciones de danza prácticamente no varió, pero los espectadores y la recaudación sí: el 1,2% y el 0,7% más. En ópera y zarzuela la oferta subió el 8,6%; el 2,7% la asistencia y el 5,9% la recaudación, y en música clásica los conciertos aumentaron el 5,2%, hubo el 3,9% más de público y se vendieron el 3,7% más de entradas. Los incrementos en música popular fueron del 4,3% en la oferta, el 2,8% en el público y el 4,2% en la recaudación. La sesiones de cine crecieron el 1,1%, la venta de entradas, el 7,4%, y los ingresos, el 7,2%.

La fundación SGAE exige “políticas eficaces, puntuales y claras”, y no adoptar las “actitudes” de la crisis de 2008

Según explicó Rubén Gutiérrez, e informa la agencia EFE, esta mejoría “se alejaba de los ascensos explosivos de otras épocas”, lo que llevó a pensar que era “una tendencia más estable”. Una vez que la realidad ha dado al traste con esa previsión, son básicas las “políticas eficaces, puntuales y claras” si no se quiere regresar a las actitudes de la crisis de 2008. “La cultura no puede volver a olvidarse dentro de las prioridades”, apostilló, pues de ser así nos abocaría a la “destrucción de empleo, tejido creativo e industrial”, subrayó Gutiérrez, quien puntualizó que las administraciones públicas deben ahora “sostener al sector, que no mimarlo”.

ECONCULT

En este inquietante panorama también es revelador el informe Impacto COVID-19 Sobre el Sector Cultural y Creativo, realizado por Econcult, un grupo de investigación de la Universidad de Valencia, a partir de una encuesta a la que respondieron 784 miembros del sector de toda España, sobre un universo de 760.000 personas. La mitad de los encuestados estima pérdidas de más del 75% durante el segundo semestre de 2020. Casi todos (92%) consideran que la crisis no es puntual, y sus consecuencias se sufrirán a largo plazo. El 42% se ve o se verá obligado a reducir plantillas y el 9%, directamente, a cerrar. Un aspecto al que aluden es la lentitud en el acceso a las ayudas públicas (al realizar la investigación, que finalizó el 17 de mayo, solo el 11% de los participantes disponía ya de subvenciones), cuando no la imposibilidad de acceder a ellas (el 44%). Entre los que las habían obtenido es mayoritaria la opinión de que son insuficientes.

El estudio realizado en toda España por el grupo de investigación Econcult, de la Universidad de Valencia, advierte del riesgo de que la cultura degenere en “un lujo reservado para determinadas élites”

Econcult afirma que ante el agravamiento de la “fragilidad estructural de las organizaciones culturales” se plantean dos escenarios “probables y posibles”. Uno caracterizado por la “creciente instrumentalización” de la cultura por parte del mercado y del Estado, que conduce a ser considerada “un lujo reservado para unas determinadas élites”, y otro, que demanda un empeño conjunto de lo público y lo privado, en el que la cultura se asume “como un derecho básico de la ciudadanía”. Lógicamente, a estas dos alternativas se suma una tercera, situada en algún punto, que aún está por ver, de una escala de grises y alejada más o menos de cualquiera de esos dos extremos.

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