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José Ángel Rodríguez, catedrático de Economía: “Canarias tiene que aflorar energías latentes y elevar su autoestima colectiva”

El profesor y pensador palmero reflexiona sobre el futuro de la economía canaria, el papel de las 'clases creativas' y las derivas empobrecedoras del debate político y mediático en la segunda parte de la larga entrevista que tuvimos con él en La Laguna
José Ángel Rodríguez, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna. Sergio Méndez
José Ángel Rodríguez, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna. Sergio Méndez
José Ángel Rodríguez, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna. Sergio Méndez

El PIB de Canarias podría caer más de un 20% este año, según los datos del propio Gobierno autónomo. Un desplome sideral. Por eso hablamos de horizontes económicos para las Islas con José Ángel Rodríguez, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna, jubilado desde 2015. Es la segunda parte de la larga entrevista que le hemos hecho en DIARIO DE AVISOS, entre cafés e infusiones junto a la torre de La Concepción, en La Laguna, con los sonidos de las campanas irrumpiendo en la grabadora. La primera parte la publicamos el pasado domingo.

-Llevamos meses intentando activar el turismo, pero la realidad tozuda de la pandemia, con o sin tests, nos devuelve a la lona…
“Sí, hay una dependencia casi adictiva del turismo en Canarias. Es una hiperespecialización un tanto lógica. Lo que sucede es que se trata de una actividad donde buena parte de las variables de su cadena de valor no dependen de nosotros. Tenemos pocas fichas con las que jugar en ese tablero, aunque el sector cuente con una buena reputación internacional. El periodista Thomas Friedman decía hace poco en una entrevista que lo interesante no es tanto saber en cuánto somos fuertes sino en cuál es nuestra apuesta para adaptarnos a esta situación. Ahora hay que focalizar la atención en lo esencial para que las sociedades se vertebren. Hasta hace poco, estábamos cegados con la nueva economía y la milagrería del mundo digital. Y, de pronto, llega la COVID y vemos que, sin el personal de limpieza en los hospitales, el sistema sanitario público o el de mantenimiento de servicios básicos de apoyo, todo puede desplomarse. De pronto, nos planteamos que los bomberos, policías, limpiadores, repartidores… son imprescindibles para sostener el edificio de nuestras vidas y de toda la sociedad. Y todo ese mundo es una oportunidad para el sindicalismo, para la formación profesional, para revisar las consideraciones sociales de los oficios no altamente cualificados.  Pero adaptarse a procesos que implican regeneraciones es una tarea ímproba que va a exigir mucha inteligencia, mucha paciencia, mucha cooperación y ganas de construir algo diferente.

-Y con enormes tasas de pobreza…

“Especialmente en sitios como Canarias, con la distribución tan desigual que hay del ingreso. Por eso, el Ingreso Mínimo Vital es importante. Aunque asusta la cantidad de gente que ha querido meterse ahí sin tener derecho. A veces, la información sobre cómo está estructurada una sociedad es más deficiente de lo que pensamos. Por eso es difícil adoptar algunas medidas creyendo que tendrán efectos rápidos y gran impacto social, sobre todo cuando van dirigidas a colectivos precarios amplios. No se conocen realmente los perfiles. Y no puedes sembrar el dinero como si fueras un helicóptero desde donde tirar billetes que, en parte, pueden llegar a personas que no los necesitan o no son merecedores, pero dejando fuera a otros que sí. La eficiencia administrativa y cómo acertar en las agendas de prioridades desde instancias decisionales es otro desafío de país”.

-Acabamos de aprobar un Plan de Reactivación en Canarias, ¿qué le parece?

“Yo creo que está bastante en sintonía con las líneas de desarrollo ‘digital’ y ‘verde’ que marca Europa, dentro de este contexto de planes de reconstrucción y expansión del gasto público, financiado también gracias a la política monetaria del Banco Central Europeo. Pero me gustaría ver más en detalle los proyectos cuando se definan. Hay muchas judías en ese potaje: la transición energética, la digitalización, hacer infraestructuras vertebradoras, lo social, lo sanitario, lo educativo, la buena gestión institucionalizada… Diría que apunta aspectos positivos, pero no es un plan de transformación de la economía canaria. Para hacer algo a largo plazo, se necesita crear valor. Tiene que haber empresarios que apuesten, que pongan dinero, no puede ser solo el sector público. Hay que crear incentivos, tanto en la fiscalidad como en economías externas, en cosas que ofrezca el medio donde uno se instala: buenas redes de comunicación, un buen sistema escolar donde llevar a los niños, viviendas asequibles. No solo se trata de generar ganancias económicas, que también, sino de sentirse uno satisfecho”.

-Por dónde tiene que ir la diversificación de la economía canaria.

“Yo siempre utilizo la metáfora del ADN, con esa doble hélice, dos elementos que se van entrelazando permanentemente: economía digital, e incluyo la transición ecológica, y economía de los átomos, la economía tradicional de las papas bonitas, del queso, de los productos de repostería, los vinos, la otra industria alimentaria, la construcción, la producción industrial, los muchos servicios… Hay que proyectarse en dinámicas donde se compatibilicen los ‘hard’ y los ‘soft’ de lo económico. Un ADN enraizado, que se hunda y sostenga en lo mejor de Canarias. Tenemos que empezar a recopilar aquello que hemos hecho históricamente bien. Por ejemplo, lo agrario. Uno va al mercado y se da cuenta de que nuestros agricultores están logrando conquistas increíbles: se ven pitayas, parchitas, canónigos, lácteos originales, vinos de calidad, flores preciosas como las próteas… Detrás de esos esfuerzos hay un espíritu creativo que continúa el arraigo artesanal de tiempos pasados. Eso es sabiduría popular, cultura del esfuerzo. Palancas desde las que contagiar a otras producciones más sofisticadas y propias de las culturas corporativas empresariales. Canarias tiene que aflorar energías latentes y elevar su autoestima colectiva. La diversificación consiste en mantener firme el tronco capital, que seguirán siendo el turismo y la economía pública, pero hay que añadir todas las pizcas posibles de otras ramitas con la que cultivar su árbol de valor, con un reclamo que no puede obviar más viviendas sociales, centros de salud, equipamientos deportivos, rehabilitación de barrios, plazas y espacios recreativos, multiplicar los planes de embellecimiento y extremar la atención y gestión de su rico patrimonio de espacios públicos.

-Usted habla a veces de un punto «no ciego» en el supermercado mundial… 

“En mundo como este, que se está configurando en torno a grandes cadenas y plataformas de valor, a lo que pueden aspirar espacios como el nuestro es a ser un punto de enganche con esos modeladores de la dinámica económica mundial. Hay posibilidades de ser un atractivo hub en el sistema portuario y aeroportuario. O de tener un espacio en la cooperación internacional, en la investigación solar y espacial, en la industria farmacéutica, en el aprovechamiento de tierras raras, las economías circular y azul, las energías alternativas… También podemos ser un enclave que atraiga gente de talento y emprendedores de mentalidad globalizante. Bienvenidos los turistas, especialmente los que valorizan nuestros activos materiales y los activos intangibles del factor personal y de nuestra naturaleza. Pero también los del ámbito universitario y cultural. Aquí hay unas condiciones fantásticas que atraerían a un montón de diseñadores, creadores, pintores, escritores. En temas de conectividad, estamos bastante bien, con lo que nos vamos a poder incorporar al 5G con facilidad. Hemos capitalizado poco los huecos que nos pueden mundializar mucho más”.

-¿Y cuáles son los motivos?

“Porque faltan los detectores y movilizadores. Eso que Richard Florida llama “la clase creativa”, la gente que crea ideas que son convertibles en proyectos, en materializaciones. Clase creativa fue, por ejemplo, la Tertulia de Nava y Grimón en su momento, o la masonería, la Cosmológica en Santa Cruz de La Palma, las Reales Sociedades Económicas del País, los ateneos, fundaciones como la César Manrique, Pedro García Cabrera y Fundoro…; gente que discute sobre la sociedad, ilustrada, conectada internacionalmente, que viaja. Y para eso se necesitan tres cosas: un territorio con buenas condiciones de vida, el saber manejar las tecnologías adecuadas y ambientes de tolerancia. Hay quienes critican a las burguesías ilustradas y los estamentos de profesionales universitarios diciendo que no son sensibles a los problemas de las clases trabajadoras. Hay mucho de cierto. Pero, con todo, creo que son importantes para agitar «las aguas quietas de los estanques»”.

-Pero aquí hay mucha gente creativa, lo acaba de decir usted sobre nuestros agricultores…

“Sí, que hace las cosas con espíritu emprendedor auténtico, de manera innovadora y disruptiva. También en sectores como la restauración, los servicios digitales, el cine, la pintura, literatura… Pero también hay mucha práctica depredadora en el mercado canario, con empujones para echar fuera, lo que impide que se generen redes y capital social para mejorar en términos de calidades, precios, servicios posventa y distribución. En general, los sociólogos, los antropólogos y los especialistas en políticas públicas inciden mucho en la necesidad de potenciar el capital social y crear asociaciones e intercambios que sirvan para resolver cuestiones y que un problema no se convierta en algo realmente dañino. También en la sociedad civil, con asociaciones, clubes recreativos, sociedades culturales, de montañeros y senderistas…. Son esos elementos que van empastando a una sociedad y hacen que no dependa tanto de lo público como para estarle siempre pidiendo cosas o para ser clientela fácil de los poderes que los abducen.

-¿No cree que hay en Canarias un cierto anti-intelectualismo que funciona como tapón para la sociedad?

“Sí, pero es algo de los últimos años, del espíritu del tiempo que estamos viviendo. Ante la incesante invasión de lo complejo, los cerebros buscan simplificaciones, contentándose con relatos epidérmicos. Lo preocupante es que ese clima afecte a la clase política, a los formadores educativos y al personal de los medios de comunicación. Una muestra son las tertulias y programas de debates, donde no escasean los fantasmas que creen saberlo todo. Los enterados carentes de pudor analítico. ¡Qué lejos de aquellos aprendizajes que tuvimos los niños canarios de generaciones pasadas, cuando nos daban consejos sobre preguntar a quien sabía o buscar el conocer! La antítesis de los «maqueis», con su lenguaje entre chabacano y prepotente, partidarios del desprecio a lo ajeno al saberse impunes o protegidos. Aquí, en las islas, ha habido bastante respeto y apoyo a la gente que estudiaba, que era letrada, que decía cosas sin prepotencia. Era un mecanismo de apoyo mutuo, de cierto orgullo compartido. Son valores y costumbres que no deben ser arrasados por ese ruido con ventoleras de furia, irrespetuoso y que tanto nos chirría oír en calles, plazas, canchas, aulas y sitios de ocio. Combatir no ya la mala educación, sino esas pulsiones de violencia subterránea”.

-Cuando pienso que estamos en un momento crítico, me acuerdo de lugares como Corea del Sur, que pasó de ser un país agrícola a un gigante tecnológico. No digo que haya que copiar modelos, pero los grandes cambios son posibles…

“San Pablo decía que «hay que atravesar el fuego para poder salir a la luz». Esas sociedades han mejorado mucho. Es la última oleada de emergentes que han entrelazado con los países que impulsaron la revolución industrial del siglo XVIII. Tienen una base religiosa y de convivencia de espíritu colectivo, donde no hay interferencia de individualismos centrífugos que harían muy difíciles las dinámicas de cambio. Aunque son sociedades con un considerable autoritarismo y disciplina en aprendizajes y relaciones. Por otro lado, hay unas elites dominantes que, por circunstancias históricas, a veces trágicas, impulsaron la educación, valoraron la fuerza de la tecnología y salieron del enclaustramiento para insertarse en el mundo con sus creaciones. Además, estos pueblos asiáticos siempre han apostado por fusionar sus códigos identitarios, sus raíces, con aquello que les permitía fomentar y producir cosas y servicios con estándares de estilo global. Un ejemplo de que se pueden diseñar políticas impregnadas de ilusionantes misiones para hacer progresar a un país, sembrando compromisos. Eso está en las antípodas de las estrategias complacientes con el pasotismo y los yoísmos llenos de derechos y casi vacíos de deberes, de mandarines, adulones y espadachines a sueldo, cortesanos que vendieron su honra por euros y palmaditas”.

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