Parece mentira que hasta hace unas pocas décadas llevar un teléfono en el bolsillo era algo extraordinario o reservado a unos pocos privilegiados. El mundo ha cambiado tanto y tan rápidamente que apenas recordamos aquellos tiempos, y mucho menos ahora, en la era de la comunicación digital en la que todo gira en torno a su empleo, ya sea disfrutándolo o padeciéndolo.
La generación X, los populares millennials o la generación Z, dejan paso a una nueva estirpe en la que bien podríamos incluir a los no tan jóvenes. La ´Generación Smartphone´ englobaría a todas aquellas personas nacidas a partir de 1995 en países occidentales, la flamante casta de niños y niñas que prácticamente ha nacido con un móvil o una tablet debajo del brazo. Mientras, a los que no hemos nacido con ello, nos toca adaptarnos para sobrevivir y desenvolvernos en un mundo global que parece avanzar a golpe de ´click´.
Enganchados a las redes
A todo esto hay que sumarle el imparable crecimiento del uso de las redes sociales, que al menos en nuestro país resulta más que llamativo. El estudio anual que realiza IAB Spain sobre redes sociales revela que el 93% de los españoles utiliza internet, y que el 87% de los internautas están conectados a las redes sociales de forma habitual.
Además, no sólo ha aumentado el número de usuarios, sino que también se ha incrementado el tiempo de consumo. Hemos pasado de unos 55 minutos de promedio en 2019, a 1 hora y 20 minutos en 2020, y las previsiones continúan al alza. Esto nos hace pensar que esto de la Generación Smartphone no es sólo cosa de niños, sino que existe toda una sociedad virtualizada a través de este recurso digital.
Los datos ponen de manifiesto el gran atractivo de las redes sociales y cómo logran seducirnos para no poder vivir sin ellas, o al menos para no querer. Más si cabe, en estos tiempos de distanciamiento físico, donde la necesidad intrínseca de socializar se hace más complicada y las redes sociales nos permiten interactuar en cualquier momento y sin límites. Esto supone tener a nuestra disposición un medio de comunicación que no entiende de distancias ni de horarios, que además alimenta la inmediatez y la hiperconectividad, sensaciones a las que cada vez estamos menos dispuestos a renunciar.
El poder del ´like´
Cada vez que recibimos un ´me gusta´ o un comentario en nuestro perfil, se genera una sensación de felicidad que, aunque temporal, provoca un impacto en nuestro cerebro que dispara los niveles de dopamina y oxitocina, hormonas ampliamente conocidas por sus efectos placenteros. Resulta sorprendente saber que con sólo un pequeño atracón de 10 minutos de redes sociales la oxitocina puede aumentar hasta en un 13%, y los niveles de dopamina se pueden llegar a comparar a los que tenemos al besar o abrazar a un ser querido.
Ante estos datos, no es de extrañar que estemos tan enganchados. Además de generarnos buen rollo, las redes sociales nos ofrecen la posibilidad de proyectar la imagen que deseamos, mostrándonos tan felices, atractivos, activos o populares como queramos. Tal es así que, un estudio llevado a cabo por la Universidad de Cornell de Nueva York, reveló que visitar y navegar por tu propio perfil de facebook supone un subidón a la autoestima, posiblemente motivado por la experiencia de volver a reconectar emocionalmente con nuestros recuerdos, fotos y mensajes positivos.
El lado oscuro
Sin embargo, tras esta especie de cortina de humo aparentemente deseable se esconden un puñado de razones por las que mantener a raya a las pantallas puede resultar una opción más que saludable. El ´Fenomeno FOMO´ es una de ellas, del inglés ´fear of missing out´, que traducido significa ´miedo a perderse algo´. Un fenómeno relacionado con la necesidad compulsiva de estar continuamente conectado para estar al tanto de todo, mantenernos actualizados, e incluso para no perder notoriedad y presencia ante los demás. ¿Te suena?
Pues la psicóloga e investigadora de la Universidad Estatal de San Diego, Jean Twenge, fue mucho más allá con el estudio del impacto de las pantallas entre los jóvenes de la Generación Smartphone. Tras realizar hasta 11 millones de encuestas y entrevistas, con el objetivo de construir su perfil, concluyó que muchos de ellos no están desarrollando las habilidades sociales adecuadas, que experimentan mayores tasas de ansiedad, depresión y soledad, y que su maduración cognitiva es más lenta, presentando mayores dificultades con habilidades de lectoescritura, entre algunos de los hallazgos más relevantes.
Esta realidad no sólo es inquietante, sino que pronostica lo que muchos expertos anuncian como una crisis silenciosa de salud mental. El problema no está en la herramienta, sino en el uso que le damos. Y quizás lo que nos estamos perdiendo por estar “conectados” sea lo que acabe por desconectarnos del todo.
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