reyes del mambo

Delia Santana: “Una vez que sales y la gente se ríe, te calmas”

Le distingue la capacidad de soltarse en el escenario si ocurre cualquier imprevisto y "sacar de un error algo mejor”
Delia Santana, actriz y humorista. / DA
Delia Santana, actriz y humorista. / DA
Delia Santana, actriz y humorista. / DA

Improvisar no es de por sí desvariar. En la creatividad significa diversificar la imaginación. Ahí, Delia Santana se expresa con naturalidad.  

-¿Sigues en Madrid?
“Ya no. En diciembre pasé a vivir en Gran Canaria”. 

-Es que te iba a preguntar por Filomena…
“¡Ay! Diez años en Madrid y me pierdo la nieve. ¿Te lo puedes creer?”. 

-¿Cómo te fue?
“Muy bien. Me trasladé a Madrid para estudiar Comunicación Audiovisual, pero conocí la impro y en los últimos cinco años me dediqué al teatro de improvisación y al humor”. 

-¿Desconectaste de la comunicación audiovisual?
“Bueno, me ofreció técnicas para realizar mis vídeos en las redes sociales, mis guiones… Lo cierto es que lo dejé porque la carrera estaba obsoleta: querías hacer cine y no te enseñaban una cámara hasta el tercer año y analógica [risa crítica]”. 

-¿Una artista fallida?
“Ja, ja, ja… Eso es lo que he escrito en mi biografía. Estoy con esas coñitas porque hago vídeos del género cutre. Es un humor que a mí me gusta y llama a muchas personas. Digo lo de fallida para entrar en la jerga del artista al que le va todo mal”. 

-La autoflagelación tiene su aquello, ¿no?
[Carcajada] “¡Exacto! Y en esta época, más. Eres un artista y estás acostumbrado a que te engañen, te infravaloren, a no pagarte bien porque parece que te hacen un favor…”. 

-Tú empezaste en locales, como muchos cómicos…
“Sí… Yo empecé a actuar en un colegio mayor universitario que se llamaba El Johnny, el San Juan Evangelista. Ahí me introduje en la impro. Me eduqué en esa rama del teatro y me metí en los monólogos, en locales. Es una atmósfera diferente. Puedes ser un poco más laxa a la hora de hacer humor negro, estar más distendida, informal…”. 

-¿Sin miedo escénico?
“En realidad, el miedo escénico me entra siempre. Es verdad que el teatro tiene un puntito más de respeto. El otro día me estrené en el Alfredo Kraus, en la Sala Jerónimo Saavedra, y antes de salir era un manojo de nervios. Una vez que sales y la gente se ríe, te calmas. Esa tensión es buena”. 

-¿El aplauso del público te da alas, como una famosa bebida energética?
“¡Claro! ¡Obvio! Como humorista, busco la risa del público. Su reacción me indica si el texto sirve o no”.  

-¿Hay un patrón?
“No tanto. Mis monólogos no funcionan igual con un público que paga para verme a mí expresamente que si actúo en la plaza de un pueblo contratada por el Ayuntamiento o en un teatro con otros artistas”. 

-¿Y unas pautas?
“A mí, la improvisación teatral me ha proporcionado experiencia y técnicas para estructurar un monólogo. Como una canción: un estribillo, un puente… Que sea dinámico”. 

Delia Santana, actriz y humorista. / DA

-¿Qué rasgos distinguen la marca Delia Santana?
“Pues, la impro y la naturalidad. Tener un monólogo escrito no quita que juegues, interactúes, con el público. Creo que me distingue la capacidad de soltarme en el escenario si ocurre cualquier imprevisto y sacar de un error algo mejor”. 

-Cambias sobre la marcha para no caer al precipicio tras chocar con imprecisiones…
“El público no es tonto y sabe cuándo un artista lo está pasando bien o mal. En lugar de quedarme en blanco, bromeo”. 

-¿Eres casi clásica?
Casi clásicos es un espectáculo de improvisación que he hecho con Abián Díaz, de Tenerife. Son cuatro obras literarias con el matiz de que el público decide su desarrollo. En Romeo y Julieta preguntamos cómo quieren que muramos: cayéndome por un risco, por diarrea, por amor a Juan Luis Guerra… Hay un nexo conductor, una voz que presenta la obra. Por ejemplo, en La casa de Bernarda Alba se habla un rato de Federico García Lorca. El público elige el estilo con el que se representa”.    

-¿Cuál ha sido el momento más divertido?
“¡Uf! Por mencionar uno, recuerdo La casa de Bernarda Alba al ritmo de reguetón”. 

-¿Cuál es el mecanismo?
“El público escribe en un folio un título, lo guardamos en una cesta y escogemos al azar uno de los papelitos”. 

-¿El amor en cuarentena es telenovela o culebrón?
[Risa] “Creo que culebrón. En el último año he estado viviendo en el pueblo de Pinto. Durante el estado de alarma tenía que grabar algo para no aburrirme. Entonces, surgió la ocurrencia de hablar sola al aire. Me sorprendió el éxito. ¡Diez capitulitos!”. 

-Entre Pinto y Gran Canaria…
“Sí. Me salían más trabajos en Gran Canaria y, ¡venga!, al aeropuerto. Hasta que decidí regresar para trabajar a 21 grados durante todo el año.”  

-¿Mantienes el vínculo?
“Sí. Aunque ahora resida en Gran Canaria, no he perdido los contactos. El otro día fue en el Teatro Alfil [en el madrileño barrio de Universidad, en el distrito Centro]. La que lleva el Calladitas estáis más guapas, de comedia feminista, Jéssika Rojano, vive en Tenerife y al día siguiente se volvió. No es como hace quince años”. 

-¿De dónde te viene la vocación por esta afición?
“De pequeñita me interesé por la actuación. Estuve en la Escuela de Actores de Canarias para jóvenes. En Los Salesianos me incorporé al grupo de teatro y, cuando llegué al colegio mayor, David, mi hermano, me descubrió la impro”. 

-En el teatro, “meter una morcilla” significa colar palabras o frases no incluidas en el guion. ¿Utilizas ese recurso?
“Yo le meto chicha. Hay que prepararse para cualquier percance sobre el escenario”. 

-¿El calambur es un calambre retórico?
“Calambur Teatro es una de las academias donde estudié y la primera que me estrechó la mano para actuar en Madrid. En La Escalera de Jacob, en Lavapiés, estuve cuatro años y ahí aprendí las bases de la impro. Era un show en la hora golfa, a las doce de la noche. Te obligabas a improvisar bastante”. 

-¿La noche es más bromiscua que el día?
[Risa] “Yo prefiero la noche. La gente está más agradecida”. 

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