cultura

“En la improvisación teatral nos preparamos para saber hacia dónde va la historia”

Aunque hay "huecos para el drama", Alejandro Rod, actor y cómico, busca "el lado bromista de las situaciones"
Alejandro Rod. / DA

Es un actor diverso: teatro, cine, televisión y en cualquier otra dimensión del espectáculo. Alejandro Rod se prepara la improvisación a conciencia, en un caos premeditado.    

-¿En qué fase de tu evolución creativa te encuentras?
“Soy cómico y me formé también como actor. Ahora estoy en una compañía de improvisación. Llevamos unos cuantos años con el proyecto de Impro Canarias, en el que están puestas todas las energías: espectáculos para teatro o de carácter social; sobre el acoso escolar, la violencia de género… Ese ha sido el camino hacia el que me he desviado dentro del mundo artístico”. 

-¿Quiénes la componen?
“Yo me incorporé hace unos años. Actualmente somos cuatro improvisadores. Además de Romina Vives, la impulsora, Adrián Torrijos y Toto Curcio”. 

-Paradójicamente, la improvisación teatral implica una preparación. ¿Cómo se planifica?
“Claro, por supuesto. Realmente, la improvisación es una disciplina teatral que se estudia. Se aprende la capacidad de resolución de conflictos, que trabajamos mediante dinámicas que son como entrenamientos. Se dice que el improvisador tiene que ser director, dramaturgo y público. Nosotros nos preparamos para saber hacia dónde va la historia, controlar el vocabulario, muchas temáticas; porque, en la improvisación, el público es quien normalmente te da los estímulos. Intentamos estar muy cultivados”.  

-Es como una cita a ciegas…
“Sí, es muy complicado. El pasado año, por ejemplo, estuvimos en el Temudas [festival de teatro, música y danza, en Las Palmas de Gran Canaria] e hicimos una actuación totalmente improvisada, con un pianista y una lista de cuadros enorme. La gente nos indicaba uno y nosotros desarrollábamos sobre el escenario una historia de diez o quince minutos. Lo maravilloso de la impro es que nos pueden ver ochenta mil veces y nunca será igual”. 

-¿Es una suerte de ejercicio de autoevaluación?
“Si estás atento ves si funciona o no. Evalúas si al público le está gustando o, al contrario, si falta un poquito de acción o incluso de comedia”. 

Alejandro Rod, en una actuación de Impro Canarias. / DA
Alejandro Rod, en una actuación de Impro Canarias. / DA

-¿Percibes que el éxito es un desafío constante?
“Yo creo que sí, la verdad. Para mí, el éxito parte sobre todo de que uno piense que lo tiene. Mi experiencia en el ámbito artístico me ha llevado a hacer lo que más me guste a mí. Antes, cuando eras más joven, procuraba especialmente agradar a la gente. En estos momentos, prefiero que el público me pesque a mí. No puedo obligar a alguien a que le guste”. 

-Hay evidencias objetivas e impresiones subjetivas…
“Si algo funciona, suele ir a más. Una muestra del éxito es que te contraten más. Con esto de las redes sociales, entiendo que se ha desvirtuado mucho. Parece que prima el número de seguidores: la cantidad sobre la calidad. En nuestro caso, no es que destaquemos en ese espacio y, sin embargo, la gente que presencia nuestras actuaciones en directo tiende a repetir. ¡Flipa! Vuelve para comprobar si es cierto que improvisamos. Que nos pregunten por el guion supone un gran regalo”. 

-¿De qué se ríe un cómico en la vida privada?
[Carcajada] “Yo, de mí mismo. El humor es un salvavidas. Me predispongo a verlo todo desde el prisma de la comedia, hasta cuando estoy mal. Es supernecesario para ser cómico, consciente de que es verdad y dolor. Al final, cuanto más expuesto estás en el escenario más vulnerable eres y la gente empatiza contigo. Cuando se crea esa energía, te puedes permitir reírte de alguien del público. Recibes el permiso: estás contando tus miserias, ¡qué menos! Aunque hay huecos para el drama, busco el lado bromista de las situaciones”. 

-Dado que los monólogos se construyen con bloques, ¿esa estructura del humor es una obra edificante?
“Sí, bueno, en España veníamos del Club de la comedia. Antiguamente escogías un tema y te pegabas quince minutos, muy típico. Eso ha cambiado mucho. Yo fui creciendo y descubrí que no hace falta gastar una hora entera hablando de lo mismo. ¿Quién aguanta eso? Entonces, yo aprendí a escribir por bloques. Para conectarlos, conviene que cierren alto, con una risa prolongada o aplausos. Gracias a la impro, he mejorado como cómico. Cuando algo falla, un chiste no entra, lo suelto y se genera una complicidad”.  

-Se desprende que te basas en tu biografía…
“Sí, tiro de mi experiencia a tope. Y de mis reflexiones. No me corto un pelo [risa]”. 

-Hay por ahí un guitarrista, compositor y productor musical que se llama como tú. ¿Existe alguna conexión entre ambos?
“¡Muy curioso! Me etiquetan pensando que soy el guitarrista. Me han confundido con él, sí”. 

Menudo cante!
“Él será un buen guitarrista, pero yo canto fatal”. 

-¿Qué es lo que menos te entusiasma de tu oficio?
“¡Uf! Lo pronto que se quema un material, salvo que vayas a varios sitios, y en Canarias no hay demasiados locales, o seas muy popular”. 

-Renovarse o aburrir…
“Asumo el concepto. A mí no me queda otra que aburrir [risa]. En otra época me hacía diez o quince bares al mes, de comedia. Me organizaba y calculaba hasta cuándo podía estar sin variar el catálogo. O había pasado tanto tiempo que me tocaba un público nuevo”.  

-¿Cómo te percatas de eso?
“Yo llego y empiezo a chequear. Apunto lo que he hecho en cada local y me reservo un bloque b. Habitualmente, pregunto quién había ido la última vez. Las herramientas de la impro me ayudan a no agobiarme”. 

-Logopeda y duólogo
“Ja, ja, ja… Casi siete años con Wiso García en Canariunt Comedy. Tuvimos la fortuna de hacer cosas muy divertidas. El Comedia para llevar, de Canarias Radio, fue genial, brutal”.  

-¿El fin de todo es el principio de nada?
“Esta pregunta me deja pensativo. Es muy profunda”. 

TE PUEDE INTERESAR