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Juan de la Rubia: “En Bach podemos hallar una explicación de que hay algo más por encima del ser humano”

El organista titular de la Basílica de la Sagrada Familia, en Barcelona, ofrece este domingo en el Auditorio de Tenerife el concierto 'Ecos desde el espejo'
El organista Juan de la Rubia. / Igor Studio
El organista Juan de la Rubia. / Igor Studio

Juan de la Rubia (Vall de Uxó, Castellón, 1982) ofrece este domingo (12.00 horas) en el Auditorio de Tenerife el concierto Ecos desde el espejo. Organista titular de la Basílica de la Sagrada Familia, en Barcelona, entre otras muchas vertientes y ocupaciones, De la Rubia es hoy una de las grandes referencias internacionales en la interpretación organística y la improvisación. En esta charla con DIARIO DE AVISOS transmite su pasión hacia el órgano, pero también hacia todos esos caminos que le muestran su profundo amor por la música.

-A diferencia de otros músicos, un organista no puede viajar con su propio instrumento cuando va a ofrecer un concierto. ¿Cómo es ese proceso de descubrimiento y de adaptación a cada órgano con el que va a tocar?
“Lo que a priori puede parecer un inconveniente, es una oportunidad de descubrir. No solo instrumentos apasionantes, sino también, en muchos casos, un patrimonio musical, cultural e histórico excepcional. Estamos acostumbrados a ver las obras de arte en los museos; se miran, pero no se tocan. Sin embargo, tratándose de órganos, si no los tocas, no tiene sentido. La adaptación debe ser rápida, porque no dispones de mucho tiempo para preparar los conciertos, pero a la vez es un proceso intenso y gratificante. Olvidas absolutamente todo lo externo y te centras en descubrir cuáles son las mejores características del instrumento, los sonidos, los timbres que más destacan, los más bellos. Como cuando conoces a alguien y descubres sus virtudes. Intentas hacerte amigo del instrumento lo antes posible, te adaptas a lo que te puede ofrecer e intentas sacar lo mejor de él”.

-Ha tenido la oportunidad de dar conciertos con órganos de muy diversas épocas. ¿Cuáles son las principales diferencias, como intérprete, entre los instrumentos construidos en el pasado y los más contemporáneos?
“Lo único que tienen en común es que todos tienen teclas, pero, ¡madre mía, cuántas diferencias…! Los órganos modernos, como es lógico, poseen más tecnología y ofrecen más ayudas técnicas. Recogen la herencia de siglos de construcción de instrumentos. Hay órganos monumentales, sinfónicos, grandiosos, porque la tecnología ha permitido que sean así. En cambio, los órganos históricos, que pueden ser más modestos de tamaño, aunque no siempre, me proporcionan la sensación de estar en conexión con otra época, incluso con otro espacio sonoro. Estar ofreciendo al público exactamente los mismos sonidos que escuchaba la gente de hace dos o tres siglos”.

“En el Auditorio de Tenerife existen dos orquestas: la Sinfónica y el órgano”

-¿Qué características destacaría del órgano del Auditorio de Tenerife, un instrumento del siglo XXI construido por Albert Blancafort y su equipo?
“Es un órgano vanguardista, tanto en su diseño visual como sonoro. Su tecnología ofrece numerosas posibilidades: una consola moderna, con cuatro teclados que aportan gran versatilidad para elegir los registros, y la propia distribución de los registros, resuelta de una manera muy inteligente. Albert Blancafort lo diseñó muy bien. Posee muchas diferencias y novedades con respecto a órganos que se construyeron en la misma época. Es un órgano poco convencional y ofrece unos resultados extraordinarios. Para empezar, que tenga cuerpos separados a ambos lados del escenario permite, si se utiliza bien, lograr un efecto estereofónico, de diálogo, como si estuviesen dos organistas tocando. A nivel sonoro aporta desde unos sonidos muy suaves, casi imperceptibles, a unos fuertes que solo una orquesta sinfónica puede alcanzar. El Auditorio de Tenerife tiene dos orquestas: la Sinfónica y el órgano. Es una maravilla”.

-Este domingo ofrece un concierto con obras de Vivaldi, Bach, Mendelssohn y Guridi, transcritas por el propio Bach, R. Smits y usted. ¿Al abordar una transcripción la fidelidad a la partitura deja espacio a la libertad creativa?
“Si tocas una obra que se ha escrito para tu instrumento, se espera que seas fiel a la partitura, a la voluntad del compositor. En cambio, con las transcripciones sucede que puedes tratar de buscar algo que está más allá. En los conciertos de Vivaldi transcritos para órgano por Bach, por ejemplo, puedes ir al original y reflexionar acerca de cómo sonarían tal y como los concibió Vivaldi. Bach se los imaginaba de una manera, pero tú puedes introducir cambios. Al fin y al cabo, somos intérpretes, no ejecutantes. Cuando hago transcripciones propias, dejo plasmado un esquema en la partitura, para que luego el organista pueda hacer cambios, sobre todo en función del instrumento que tenga. Lo que no debes es cortarle las alas: a lo mejor va a tocar un órgano que el transcriptor no habría podido ni imaginar”.

 

El Auditorio de Tenerife ofrece este domingo el concierto para órgano ‘Ecos desde el Espejo’. / DA

-Y si hablamos de libertad, ¿qué es más complejo, interpretar una partitura o crear en tiempo real una música nueva?
“Ese es el siguiente paso. Si abordas la interpretación de una partitura escrita para órgano, tu planteamiento es diferente a cuando haces una transcripción. Y si improvisas, es un proceso creativo totalmente distinto. En una improvisación, aparte de que trabajan otras zonas del cerebro, de alguna manera, el público no solo está escuchando tu interpretación, sino también presenciando un acto de composición. En el pasado no existía ninguna distinción entre improvisar y componer. Todo era música. Una se tocaba y nunca más se volvía a escuchar y otra se escribía y era ejecutada tantas veces como se quisiera. Por eso me gusta tanto lo que hago: combinar la improvisación, la transcripción y el repertorio, digamos, más canónico para órgano”.

-Frecuentemente solemos asociar el órgano con la música sacra, y sin embargo las posibilidades van más allá. ¿Como intérprete tiene alguna predilección por una época en concreto o más bien se decanta por la variedad, por viajar entre siglos?
“El órgano ha crecido en el ámbito litúrgico de la Iglesia católica y, sobre todo, de la protestante. Y gracias a estar dentro de ese ambiente se ha desarrollado como instrumento a nivel técnico. A partir de la proliferación de los conciertos, en torno al siglo XIX, se creó una gran cantidad de repertorio que, si bien se interpretaba en las iglesias, porque los órganos estaban allí, no era música para el culto. De manera que hay muchas obras que no son religiosas y se interpretan en los órganos de las salas de concierto. Es un repertorio maravilloso y, en muchos casos, aún por redescubrir. En cuanto a mis preferencias, lo que más me gusta es poder alternar y obtener así una visión más amplia de todas las facetas que el órgano ofrece. Desde la música renacentista y la barroca, que me apasionan, a intentar llevar al límite el instrumento con música contemporánea. La música del Romanticismo me gusta mucho también, como la ibérica del Renacimiento… En cuanto a la improvisación, por ejemplo, realizo un proyecto centrado en las películas de cine mudo, en las que acompaño cada escena con música de órgano”.

“Es esencial adquirir una buena técnica; eso te aporta luego la libertad para interpretar sin limitaciones”

-Bach fue más apreciado en vida como organista y clavecinista que como compositor. Hoy, cuando muchos lo consideran el compositor más grande de la historia, ¿qué busca y qué encuentra Juan de la Rubia en sus obras?
“No busco nada porque lo encuentro todo. Con Bach, y no solo con la música para órgano, cada vez descubro más cosas. Musicales y extramusicales. Desde los Conciertos de Brandeburgo a la Pasión según San Mateo. Su perfección a nivel armónico en el contrapunto o su simbología, en cuanto a diseños, a repetición de número de compases, en cuanto a proporciones áureas… Es una música tan perfecta que los que son ateos, los agnósticos y los creyentes pueden encontrar en Bach una explicación de que hay algo más por encima del ser humano. Al menos, esa es mi sensación”.

-También desarrolla una faceta de docente. ¿Cuál es la principal enseñanza que busca trasmitir a alguien que se adentra en la música para órgano?
“La primera es hacerle entender la importancia de querer ese patrimonio y de cuidarlo. Difícilmente podemos tener un órgano de gran valor en nuestra casa, por lo que hemos de ser muy responsables con esa riqueza cultural y musical que se nos ofrece. Luego, una vez que tenemos acceso a esos instrumentos, hemos de esforzarnos en el aprendizaje, en la parte técnica, sobre todo. Es esencial adquirir una buena técnica que nos permita ser libres, para luego interpretar la música sin limitaciones. A menudo podemos tener muy buenas ideas musicales, pero las manos, o los pies también, en nuestro caso, no nos permiten plasmarlas”.

“Con un órgano histórico ofreces exactamente el mismo sonido que escuchó la gente que vivió hace tres siglos”

-¿Y cómo se logra compaginar todas estas facetas: organista titular de la Sagrada Familia de Barcelona, profesor, concertista, director de conjuntos… a lo que hay que sumar varias grabaciones discográficas?
“Me gusta compatibilizar esas actividades, pero no es fácil. Cuando doy clases, aprendo para mis conciertos y también para el repertorio que en ese momento esté estudiando; cuando estudio para los conciertos, conozco obras con las que luego, en las clases, puedo mostrar cuál ha sido mi experiencia; y lo mismo con las grabaciones… Incluso cuando estoy en la Sagrada Familia y toco música e improviso, eso me sirve para enseñar a mis alumnos cómo mejorar la cuestión musical, o de qué manera trabajar la improvisación en la liturgia. Cuando hago una cosa, no dejo de hacer las otras. Todo se retroalimenta. No es sencillo, especialmente en tiempos no pandémicos, cuando la actividad suele ser frenética. En esos momentos me cuesta mucho, pero no sería capaz de dejar ninguna de esas actividades”.

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