
Yosi Negrín (Santa Cruz de Tenerife, 1994) es un artista, arquitecto y comisario cuyo trabajo se centra en la relación existente entre lo virtual y lo real, investigando sobre la construcción de la realidad física en relación con la tecnología y lo digital. En su propuesta artística inmersiva e interactiva Zona Cero, Cenotafio Digital, que se podrá ver en el Espacio Cultural El Tanque, en la capital tinerfeña, hasta el 27 de marzo, construye una arquitectura de excepción por medio de la búsqueda y conmemoración de la muerte digital de la imagen y del paisaje.
El artista señala que “la construcción de la Zona Cero surge de la idea de conmemorar a los desaparecidos virtuales: las imágenes pasadas, aquellas dejadas atrás, enterradas y olvidadas en el e-archivo. Con este monumento de muerte, este cenotafio, se conmemora y honra la ausencia de la imagen digital. Una ausencia generada por su propia superproducción y abundancia. El cenotafio es una tipología arquitectónica simbólica de voto o promesa en honor de ilustres difuntos, cuyos cadáveres están demasiado lejos como para enterrarlos o, directamente, se han perdido. En este caso, los cuerpos muertos son aquellas imágenes de infinidad de paisajes que se han desmaterializado en Internet y que se almacenan físicamente en desiertos o glaciares, bajo arquitecturas robotizadas, oscuras y refrigeradas”, indica.
En Zona Cero, que se puede visitar de martes a viernes, de 17.00 a 20.00 horas, y los sábados, de 11.00 a 14.00 horas, la idea del cenotafio conversa directamente con el edificio, que un día fue depósito de petróleo. El Tanque es una huella del patrimonio histórico industrial de la ciudad, un esqueleto superviviente y reconvertido, de lo que sería un espacio estriado y degradado de la costa de la capital tinerfeña. La Zona Cero nos ofrece la posibilidad de repensar la relación que tienen los espacios dedicados al arte con los restos de nuestro pasado, así como con los restos que generamos para el futuro, ya sean digitales o físicos. “El museo, los espacios que consagramos al recuerdo mediante el afán de recolección, se convierten en una especie de cementerio mediante la acumulación. Las piezas del pasado son pequeños gestos, ya muertos, que se conservan con la esperanza de obtener un recuerdo de lo que fue en el futuro”, a juicio de Negrín.
La estructura principal de Zona Cero es una gran esfera a la que pueden acceder los espectadores, colocada encima de un coche en ruinas. En esta esfera, una cámara 360º graba su imagen en tiempo real para incluirla dentro de la proyección presente en la enorme pantalla de la sala. Esta proyección es el otro gran elemento de la instalación, en la que vemos canteras de piedra, embalses, tanques; naturalezas que surgen de la propia conversión geológica del territorio canario hecha por el humano. Es en este gran panorama donde se almacenará, de manera secuencial y continuada, el rastro de todos los visitantes que entren en el cenotafio digital. Así, la imagen de cada persona habitará estos paisajes deshumanizados, haciendo que la instalación varíe a lo largo de las semanas, fluctuando y registrando en la pantalla todos los visitantes que pasen por allí.

Además, toda la Zona Cero se encuentra acompañada por la instalación sonora creada por Pedro D. Saiz, una pieza atmosférica inédita que enfatiza el carácter postapocalíptico de este paisaje. Como adición a esta experiencia inmersiva instalativa, este sábado, 23 de enero, la instalación se activará con una performance continuada, a través de varios cuerpos anónimos y foráneos que pasean desorientados por el espacio. La exposición será también visitable en red a través de la plataforma Twitch, ofreciendo la oportunidad de seguir el camino que tome el proyecto hasta su clausura, ampliando la manera de entender la experiencia artística más allá del espacio expositivo.
En Zona Cero. Cenotafio Digital, naturalezas vivas y muertas conviven con maquinarias, automóviles, pantallas, restos agrícolas e imágenes producidas por inteligencia artificial tratando de recrear nuestras ruinas del futuro. El Tanque se convierte así en un cementerio cuyo recorrido inmersivo e interactivo a través de arquitecturas de carácter funerario y mitológico pretende despertar estas mismas sensaciones desoladoras: un paisaje abandonado del futuro, un archivo físico y digital de lo muerto. Mediante los distintos elementos que componen la instalación, vegetales y maquinarios, se reconstruye este paisaje apocalíptico del futuro.