El denominado Plan Canarias, impulsado por el Ministerio de Migraciones que dirige José Luis Escrivá, parece no estar dejando un buen balance en sus primeras aplicaciones. Ayer, sin ir más lejos, el antiguo cuartel militar de Las Raíces, en La Laguna, donde se ha habilitado un campamento provisional que espera albergar a cerca de 1.500 inmigrantes, fue prueba del difícil encaje que tiene la estrategia planteada por el Estado con las aspiraciones de los jóvenes que se embarcan en una patera para cumplir el sueño europeo.
Ayer al mediodía, cerca de 50 inmigrantes se marchaban del recurso entendiendo que allí estaban en “malas condiciones”. Aludían, en declaraciones a DIARIO DE AVISOS, a problemas con las duchas, frío por las noches y ruidos que les impedían dormir. Llegaron a afirmar, incluso, que “en Marruecos hay cárceles que están mejor que esto”, haciendo referencia, también, a que la dinámica en las carpas instaladas se limita a dormir y comer, sin posibilidad de “trabajar ni aprender español”.
Más tarde, el medio centenar de indignados con el campamento regresaba, con la promesa de las autoridades de estudiar su caso. En concreto, se les plantearon dos hipotéticos escenarios: una devolución a su país de origen o una derivación a la Península, donde algunos dijeron tener familia. Y es que, si bien es cierto que no están retenidos en Las Raíces, puesto que no han cometido delito alguno, al no poseer la documentación en regla se hallan, en su mayoría, en un limbo legal.
Eso sí, desde las organizaciones sociales ponen el acento en que hay que diferenciar entre los solicitantes de asilo o los que tengan pasaporte y los que carezcan de cualquiera de estas condiciones. No obstante, se da la circunstancia de que existen casos de inmigrantes que, a pesar de no tener limitada su movilidad dentro del territorio nacional, se les están presentando obstáculos para viajar.
El campamento de Las Raíces no ha llegado ni a la mitad de su capacidad, y son los propios usuarios del mismo los que ayer advertían sobre los problemas de convivencia que podían surgir, tan solo por mantener a tantas personas hacinadas en un mismo lugar. Desilusionados y sin oportunidades.