El artista albaceteño José Luis Serzo expone hasta el 1 de mayo en Galería Artizar ‘Morfología del encuentro’. / DA
“El arte me sirve como ensayo vital. Si desarrollara en mi vida lo que planteo en mi obra, si fuese tan valiente como lo soy en ella, sería la hostia…”. El artista José Luis Serzo (Casas-Ibáñez, Albacete, 1977) propone un viaje en Morfología del encuentro: el que emprende Michael Burton Junior para hallar el sentido a una existencia que se ha extraviado en el camino que conduce al éxito material. Un viaje que, explica Serzo, mucho más que físico, es iniciático y mental, con metáforas, símbolos e iconos que de forma paulatina van conformando el retrato de un personaje en transformación permanente, en catarsis constante.
“Todo parte de un cuadro de una serie anterior, TheWelcome, en el que aparece la figura de un hombre vestido de Fray Gorrino y con un gorro de cerdo en la cabeza. Es un antiguo ejecutivo financiero que llevaba esa vida de éxito tan arquetípica que nos vende el sistema turbocapitalista, pero que finalmente decide ir al Polo Norte para buscarle un sentido a su vida”, comenta el artista, quien hasta el 1 de mayo expone Morfología del encuentro en La Laguna, en la Galería Artizar.
‘La travesía’. / José Luis Serzo
FRAY GORRINO EN WALL STREET
Esa idea, “que de algún modo funciona como un germen de toda la serie”, le sirvió para ir “tirando del hilo” y desarrollar una historia alternativa que a su vez tiene su origen en un fotograma de la película Wall Street (Oliver Stone, 1987), en el que Gordon Gekko, el personaje que interpreta Michael Douglas, aparece hablando por teléfono. “A partir de ese momento telefónico”, explica José Luis Serzo, “inicio una especie de distopía”.
En su itinerario, Michael Burton Junior se encuentra con unas nuevas valquirias o amazonas o femen: “Esas mujeres guerreras, fuertes, reivindicativas, que tanto temen algunos, como el propio Burton, pero que son las que le guían, pues lo sitúan en un punto entre el deseo y el temor”, al hacer que se cuestione el sistema patriarcal y capitalista, del que él mismo es un arquetipo de libro, y también al sacar a la luz “su parte femenina oculta, aprisionada”.
“Michael Burton es un antiguo ejecutivo financiero que llevaba esa vida de éxito arquetípica que nos vende el turbocapitalismo”
‘Iceberg nocturno’. / J. L. Serzo
El protagonista está acompañado en el periplo por su amigo James Schoendorff, “que es quien le ayuda, le remolca y a veces hasta lo coge a cuestas”. “Schoendorff es el testigo del viaje, y también somos nosotros mismos en nuestro viaje”, apunta Serzo. “Esta exposición quiere invitar a quien la observa a emprender ese camino iniciático -argumenta-, pero también, visto de otro modo, en ella nos podemos ver reflejados en esa misma condición de espectadores”.
Un elemento que se revela casi como una constante en los cuadros son los icebergs. “Sirven para mostrar el destino de Michael Burton Junior, en lo que se ha convertido con el paso de los años, como si fuese un autorretrato emocional, esa congelación de cierta parte de sí, en un viaje real y simbólico. Pero él está dispuesto a abandonarse, a enfrentarse a sus mayores miedos y busca en algún lugar de ese gélido desierto el sentido de su vida. Así que quizás encuentra en ese iceberg que es una casa, que es su casa, un retrato de sí mismo”, afirma el artista.
‘Pétalos sobre hielo’. / Serzo
EL JABALÍ
En este conjunto de referencias, de citas, de alusiones y de símbolos también aparece la figura del jabalí, “que representa el instinto primario”. “El cerdo capitalista que se ha buscado a sí mismo y se ha aceptado en su condición de cerdo capitalista, termina encontrando la parte más atávica del propio cerdo. El jabalí sería una especie de dragón occidental -apunta-, que simboliza ese punto de instinto que en ocasiones es capaz de llevarte a la propia muerte. Él viaja a lomos del instinto, al tiempo que es guiado por la parte femenina, dejándose llevar a ese destino”.
LA NARRACIÓN
Al explicar Morfología del encuentro, el artista albaceteño señala que cada una de las obras que integran la serie acaba convirtiéndose en el resumen de todo el viaje: “No sé realmente dónde está el inicio ni dónde el final”. “Desconozco si todo empieza en el iceberg o concluye en él, pero tampoco estoy seguro de que eso sea lo más importante”, comenta. “Al fin y al cabo, soy un artista plástico muy narrativo y cuento las historias de una manera en la que prácticamente todo el relato está incluido en cada uno de los cuadros”, argumenta. “No sería tanto pintar un fotograma como hacer el cartel de la película, en el que ya se pueden apreciar detalles de la historia que se va a contar. Lo que intento es hacer iconos; iconos en los que se encuentre la semilla que germine en el espectador y le permita completar el resto del relato”, explica Serzo.
‘Instinto y arrojo’. / Serzo
De igual modo, afirma que en su obra siempre hay un juego de espejos: “Constantemente me planteo el tema de la representación. Quizás por mi origen teatral, por haberme criado entre bambalinas, busco no solo expandirme en diferentes medios y llegar a esa supuesta obra de arte total, sino que en la propia pintura, cuando me pongo a ello, me doy cuenta de que también está contenido ese interés por la representación”. “A veces son trampantojos, en ocasiones juego con las escalas y en otras delato que el personaje no está realmente en el paisaje donde aparenta estar, sino en una representación del paisaje. Hay guiños a la pintura como representación, como mentira, como artificio”, indica.
Precisamente, en uno de los cuadros de la serie que se expone en la galería lagunera aparece Michael Burton y al fondo un iceberg-edificio. Pero a poco que uno lo observe con detenimiento, percibe que no se sabe realmente dónde se encuentra Burton Junior, pues la luz que cae sobre él no se corresponde con la del resto de la escena y, además, proyecta una sombra inverosímil, hasta el punto de que el paisaje se convierte en un telón teatral.
“Siempre me ha interesado mucho el tema de la pintura como representación, como mentira, como artificio”
EL ENGAÑO Y LA VERDAD
“Ese juego del engaño, de la representación en la pintura, que se remonta a la antigüedad, cuando, por ejemplo, nos hablan de cómo Zeuxis llegó a confundir a los pájaros al pintar unas uvas, siempre me acompaña”, afirma. “También lo entiendo como una metáfora de la vida. ¿Qué es más importante, el hecho en sí o cómo lo vives y cómo lo cuentas? Ese es el poder del arte. Lo esencial no es tanto si una cosa ocurrió o no de una determinada manera, sino la verdad que hay en ella, que es lo que al final emociona y nos permite conectar con el otro. Considero que si la relatas desde las tripas o desde el corazón, la historia es mucho más potente que si lo haces de una manera, en apariencia, objetiva”.
‘Tan lejos, tan cerca III’, óleo sobre tabla. / Serzo
Desde un primer momento de su carrera artística, la voluntad de construir relatos ha estado presente en las obras de José Luis Serzo. “Me cansé muy pronto de intentar ser original, porque precisamente ahí corres el riesgo de convertirte en un oportunista, de hacer obra tendenciosa, a la moda”, explica. “Nunca me ha gustado ir a la moda, ni formar parte de una tendencia ni de un grupo, pensamiento, ideología o religión, sino que creo que cada uno ha de hacerse su propio patrón. Por eso he optado por contar historias, que es lo que me funciona”, añade. “Cuando comencé, hace ya veintitantos años, eso estaba muy mal visto. Había unos pocos artistas resistentes y su trabajo era el que me estimulaba para seguir adelante”.
“Por otra parte, creo que este camino es necesario, en el sentido de que gran parte del público se siente desalentado, no invitado, no abrazado a formar parte de un discurso del arte que cada vez se vuelve más hermético, encriptado por una pretendida élite que se ha subido a la torre de marfil. Yo procuro que cada persona que viene a una exposición mía se lleve algo de esa experiencia, sin por ello tener que contar con una formación específica en arte contemporáneo. Y eso no significa renunciar a la calidad ni a la profundidad, hacer un flyer, un arte vacuo y banal. No es necesario ser especialista para emocionarse con una obra de arte”.