Este palmero de Breña Alta fue destinado en septiembre de 2005 como obispo de la Diócesis Nivariense, con sede en la catedralicia ciudad de San Cristóbal de La Laguna. Bernardo Álvarez Afonso vive en un apartamento anexo a la casa sacerdotal, donde mantiene frecuentes contactos con los residentes, de avanzada edad, y comparte algunos servicios. Está vacunado contra las polémicas, que afronta con serenidad cristiana. En la presente entrevista con DIARIO DE AVISOS, testimonia que las consecuencias negativas de la pandemia del coronavirus se dejan ver “en todas las dimensiones de la vida”. No se resigna: de la necesidad hace virtud. La fe se adapta a las circunstancias.
-¿Cómo se vive una Semana Santa sin procesiones?
“Ante la imposibilidad de las manifestaciones de la fe en las calles, procuramos centrarnos en lo principal, que son en las celebraciones litúrgicas en el interior de los templos. Es una pena que no podamos tener procesiones, que sin duda son un estímulo para la vivencia de la fe, pero eso no nos impide celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo de manera intensa y personal. Lo hacemos escuchando la Palabra de Dios, recibiendo el sacramento del perdón de los pecados, participando en la comunión del Cuerpo de Cristo, haciendo oración… Estos son los medios más eficaces para acoger y disfrutar personalmente de la salvación que Cristo nos ha conseguido con su muerte y resurrección”.
-¿Cómo están afectando las restricciones por la COVID a la relación de los fieles con la Iglesia? ¿Una crisis mundial como esta, aleja o acerca a los seres humanos de la religión, de la fe?
“Las consecuencias negativas de la COVID se dejan ver en todas las dimensiones de la vida. En la salud, las relaciones humanas, en el trabajo, la economía, la educación y, lógicamente, en el normal desarrollo de la vida eclesial. Muchas de las cosas que hacemos normalmente no las podemos realizar o hay que hacerlas con muchas limitaciones. No es solo la Semana Santa, la Navidad y las fiestas principales, sino que afecta muy seriamente a las celebraciones religiosas ordinarias (misas, entierros, bodas, bautismos), a la catequesis y reuniones de formación, a la atención a los enfermos y personas mayores, a los encuentros y convivencias… Todo esto, en efecto, está afectando a la vivencia de la fe de muchas personas. Para unos, la pandemia, les impulsa un mayor acercamiento a Dios. Para otros, en cambio, puede ser motivo de enfriamiento espiritual al faltarles, o estar restringidos, los medios habituales de vivencia de la fe”.
-¿Son las iglesias sitios seguros en tiempos de pandemia como esta?
“Es lo que estamos procurando. Ponemos el mayor empeño para cumplir las normas sanitarias que se nos van dado en cada momento. Alfombra desinfectante y gel para las manos a la entrada; uso de la mascarilla, aforos correspondientes con las distancias establecidas, ventilación, etcétera. Constantemente hacemos ver a los fieles la importancia de cuidarnos y cuidar a los demás. Hasta ahora, gracias a Dios, no nos consta que en las iglesias se hayan producido focos de contagio”.
-La pandemia también está obligando a relacionarse con los fieles de una forma distinta, como las nuevas tecnologías. ¿Cómo ha afrontado el Obispado esta situación?
“Si, ciertamente. Sobre todo, el año pasado, con el confinamiento, todos nos pusimos manos a la obra. En cada parroquia se procuró hacer llegar a los fieles las celebraciones vía telemática, se enviaron mensajes a las familias, se introdujo la catequesis de forma no presencial. A nivel diocesano, el Departamento de Comunicación habilitó una parroquia digital y también un canal en Youtube que nos está permitiendo transmitir a toda la Diócesis muchas celebraciones desde la Iglesia Catedral, el Cristo de La Laguna o la Basílica de Candelaria. Asimismo, las televisiones locales como Mírame TV, Canal Cuatro, y otras, hicieron llegar a los hogares las principales celebraciones como la Semana Santa y las fiestas principales”.
-¿Qué puede hacer la Iglesia por aquellos que peor lo están pasando en esta crisis? ¿Cómo valora la labor de Cáritas?
“La acción caritativa y social forma parte constitutiva de la vida y misión de la Iglesia. Es el modo de poner en práctica el mandamiento de Jesús: ‘Amaos los unos a los otros como yo os he amado’. Como dice el Concilio Vaticano II: ‘El fin que Cristo le asignó a la Iglesia es de orden religioso’ . Pero… donde sea necesario, según las circunstancias de tiempo y de lugar, la Iglesia debe crear obras al servicio de todos, particularmente de los necesitados. En la estructura de la Iglesia hay muchas instituciones y personas voluntarias que se ocupan de atender a los más necesitados y vulnerables, en gran medida, gracias a las contribuciones de toda la comunidad cristiana. Entre estas instituciones está Cáritas, que es el organismo diocesano que encauza la Comunicación Cristiana de Bienes. Presta su servicio en todas las parroquias y mediante proyectos de acogida y promoción de personas necesitadas. A consecuencia de esta pandemia, la demanda de ayuda se ha duplicado y Cáritas está incrementando su actividad, gracias también a que ha crecido la generosidad de muchas personas. Siempre procuramos no solo atender las emergencias que surjan, sino -de manera especial- ayudar a las personas a valerse por sí mismas”.
-¿Teme que los fieles se alejen de los ritos católicos por el miedo a la COVID-19 ?
“Es lo que está ocurriendo, sobre todo, con las personas mayores, que son mayoría en nuestras celebraciones. Las recomendaciones sanitarias, por un lado, y el miedo al contagio, por otro, genera este alejamiento que esperamos poco a poco se vaya recuperando. Las personas somos “seres sociales” por naturaleza y necesitamos encontrarnos y compartir juntos nuestra vida y nuestros valores. Particularmente, las celebraciones religiosas son necesarias para expresar la fe y, al mismo tiempo, son un medio privilegiado para comunicarnos con Dios y mantener viva la propia fe”.
-¿Qué mensaje quiere trasladar a quienes ven la Semana Santa únicamente como un periodo más de vacaciones?
“Nuestra sociedad da un gran valor al tiempo libre y al disfrute de unas merecidas vacaciones. Por eso, en cuanto tenemos ocasión, aprovechamos un fin de semana o un puente para tomarnos unas vacaciones. Ahora bien, esto no está reñido con la vivencia religiosa. El descanso es necesario y saludable, siempre que se haga con moderación, y no tiene por qué impedir que celebremos nuestra fe. Particularmente con la Semana Santa, quienes no son cristianos o no les dice nada lo que celebramos, desearles que con sus vacaciones recuperen fuerzas para seguir adelante con sus responsabilidades familiares y laborales. A quienes son cristianos les digo que procuren compaginar su descanso con la participación en las celebraciones religiosas en los lugares donde se encuentran; de hecho, así lo hacen muchos que aprovechan estos días para ir al sur o a otras islas”.
-¿Echa en falta más apoyo institucional para la Iglesia?
“Afortunadamente, en nuestra Diócesis, independientemente del grupo político que esté gobernando en ayuntamientos, cabildos o comunidad autónoma, las relaciones institucionales son buenas y, normalmente, encontramos apoyo para el desarrollo de la vida eclesial, para la conservación y restauración del patrimonio histórico, para las obras sociales que realizamos. Entiendo que las instituciones públicas tienen claro que, la libertad religiosa de los ciudadanos no es ningún privilegio ni algo que hay que soportar, sino un derecho que hay que proteger y promover, como se hace con cualquier otro derecho humano fundamental”.
-La iglesia conoce bien, gracias a las misiones, la situación que viven muchos de los migrantes que están llegando a nuestras costas. ¿Qué opinión le merece la situación actual de las Islas, con pateras llegando a diario y macrocentros de acogida como el de Las Raíces?
“¡Uf!, menudo reto estamos viviendo con la llegada masiva de migrantes provenientes de África, a los que hay que unir los que proceden de otros lugares, particularmente de Latinoamérica. Ya, en noviembre pasado, los dos obispos de las islas manifestamos nuestro parecer sobre la situación y pedíamos a las autoridades que se tomaran medidas, acordes con la dignidad humana y el respeto a los derechos de las personas. Se han dado algunos pasos, pero insuficientes y en muchos casos inadecuados. Unos centros de acogida como el de Las Raíces o las Canteras no pueden ser un almacén o aparcamiento de personas. En un estudio que está realizando Cáritas, que saldrá a la luz en breve, solo en Tenerife, sin contar con los migrantes, hay más de mil personas sin techo. Si a esto añadimos los migrantes, la situación es insostenible. Es inadmisible, por ejemplo, que a un menor proveniente de África acogido en un centro público se le mande a la calle al cumplir los 18 años sin ningún recurso ni seguridad. Creo que es fundamental posibilitar que estas personas puedan continuar su viaje a la Península o a otros países donde ya tienen familiares y amigos que les pueden acoger y donde pueden encontrar trabajo”.
-La situación pandémica ha llevado también a tomar decisiones como la de posponer definitivamente la bajada de la Virgen de las Nieves. ¿Fue difícil tomar esa decisión para un obispo, además, palmero?
“Sí, ciertamente, porque nuestras fiestas más importantes, como la Bajada de la Virgen de las Nieves, aparte de ser un estímulo para la fe cristiana, están rodeadas de muchas actividades culturales, recreativas, musicales, deportivas… Y convocan a muchas personas de la localidad y de fuera. Todo le que se hace en torno a la fiesta es complementario y enriquecedor para todos, se acrecienta la convivencia y la colaboración entre los ciudadanos, también hay beneficios en el ámbito económico, especialmente necesarios en estos tiempos de crisis, que en último término repercuten en el bienestar de las familias. En consecuencia, al no celebrar la Bajada de la Virgen de la Nieves, nada de esto es posible”.
-La Laguna, como sede catedralicia y del Obispado, goza de una especial y profunda tradición religiosa, pero ¿qué Semana Santa de las Islas, qué ciudad o pueblo destacaría usted por el mayor fervor y solemnidad con que se viven estos días tan significativos para los cristianos?
“No es fácil responder a esta pregunta, porque las comparaciones son odiosas y, afortunadamente, en nuestra Diócesis la Semana Santa se celebra con gran participación y fervor. Los católicos en general dan gran valor a la Semana Santa como expresión de fe y devoción a Cristo crucificado y a su Madre la Virgen María, contemplada en su dolor al pie de la Cruz. Y esto se hace tanto en las celebraciones litúrgicas en los templos como en las procesiones por las calles. Es evidente que la vistosidad de los desfiles procesionales realzan la celebración de la Semana Santa. Pero, en muchísimos lugares del mundo no hay procesiones y, sin embargo, eso no impide celebrarla con gran hondura espiritual. En nuestra propia Diócesis hay muchos lugares, sobre todo en las parroquias nuevas de la periferia de las ciudades, donde no hay procesiones, pero los cristianos se congregan igualmente para celebrar la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Ahora bien, si queremos señalar la celebración de la Semana Santa en su aspecto más visible de manifestación en las calles, es evidente que destacan -sin querer compararlas- la de La Laguna, La Orotava, Icod, Güímar, Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma”.
-¿Qué Semana Santa de otras partes de España o del resto del mundo le ha conmovido más de cuantas ha conocido?
“Fuera de nuestra tierra, solo he vivido una Semana Santa en Roma, en mi época de estudiante allí. Todo fueron celebraciones litúrgicas en los templos y en el exterior el Viacrucis del Viernes Santo en el Coliseo. Ciertamente, fue diferente y aproveché para centrarme más en la oración y la meditación”.
-¿Cree que será posible una Semana Santa en 2022 sin restricciones?
“Es lo que todos deseamos. Dios quiera que sea así, no solo la Semana Santa próxima, sino, ya este año, la Navidad”.
-Usted estuvo con el padre Damián Iguacen Borau hasta sus últimos días de vida. ¿Qué recuerdos guarda de sus palabras sobre los tinerfeños?
“Una de las últimas veces que lo visité, a mitad del año pasado, le estaba grabando con el teléfono y le pedí que dijera unas palabras a los diocesanos nivarienses. Se sonrió y, con 104 años [el más longevo de España], dijo textualmente: ‘Tengo un recuerdo muy grato de ellos, creo que me habrán perdonado mis tonterías y que sigan adelante dando buen ejemplo, como lo han sido siempre en la historia de esas islas’. Sin duda, Don Damián [falleció el 24 de noviembre de 2020] ha sido una bendición de Dios para todos los que le conocieron y trataron con él. Nosotros pudimos disfrutarlo como nuestro Obispo durante siete años y siempre se sintió muy unido a nosotros. ‘Damián Iguacen Borau. Obispo Emérito de Tenerife’. Así aparece en la lápida de su sepultura en la catedral de Huesca”.
“Con Cristo una vida buena, plena y feliz es posible”
El obispo de la Diócesis Nivariense, Bernardo Álvarez, quiso enviar, al término de la entrevista, el deseo de una feliz Pascua a los creyentes, a través de DIARIO DE AVISOS, en una jornada de especial significación como la de hoy, Domingo de Resurrección, con la que finaliza una Semana Santa marcada, una vez más, por la pandemia del coronavirus. “Hoy más que nunca debemos recordar a todos que Cristo ha resucitado y vive para siempre. Que fiel a su promesa está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, para que, por Él, con Él y en Él podamos ser personas nuevas”, manifestó Bernardo Álvarez, que recordó que “con Cristo una vida buena, plena y feliz es posible. Aprovechemos lo que Él nos ofrece, dejemos que actúe en nuestra vida con esa energía que Él tiene. Si lo escuchamos y acogemos con fe revivirá nuestro corazón, nos llenaremos de alegría y seremos constructores de la civilización del amor, de la libertad, de la justicia y de la paz. Es lo que deseo para todos. ¡Feliz Pascua!”. Que así sea.