opinión

Remedios Amaya incendia el Teatro Leal

Lo que se vivió en el Teatro Leal las noches del sábado y el domingo fue algo más que un simple recital flamenco
El Teatro Leal fue escenario, los pasados 24 y 25 de abril, del Festival Internacional Flamenco Romí Ciudad de La Laguna. / Sergio Méndez

Por Ginés de Haro

Lo que se vivió en el Teatro Leal las noches del sábado y el domingo fue algo más que un simple recital flamenco. Fue una muestra de cómo superar más de un año de parón artístico que afecta de manera brutal la subsistencia de un sector cultural imprescindible para mantener el ánimo y hasta la salud mental de una sociedad ya harta de tantas malas noticias.

El Festival Internacional Flamenco Romí Ciudad de La Laguna luchó contra viento y pandemia para hacer posible que el milagro del duende volviera al Leal. Y sin duda venció la batalla sorteando obstáculos a base de mascarillas, PCR y distancias sociales. Está acostumbrado el pueblo gitano a lo largo de su historia a superar dificultades. De eso sabe mucho Josefa Santiago, presidenta de la Asociación de Mujeres Gitanas Romí Kamela Nakerar, una luchadora incansable. No es raro por tanto que este festival sea de los primeros en dar un paso adelante: contra la tristeza no hay mejor vacuna que el arte.

El primer mérito vino de la mano de un cartel de lujo. La enorme Remedios Amaya llevaba más de un año de parón artístico y demostró que vino con ganas de cantar y contar como solo ella sabe hacerlo. El resto del elenco pareció actuar con más ganas e ilusión que un chiquillo con una Play Station 5.

Decía Jorge Pardo esa misma mañana que el Flamenco es una gran madre que acoge en su casa a todos los viajeros buenos. Y sin duda los turcos Oÿkü y Berk Gürman son magníficos viajeros que mostraron una vez más de qué manera los caminos del flamenco son capaces de llevarnos desde al-Ándalus hasta Oriente siguiendo las sendas antes transitadas por El Lebrijano y la Orquesta Andalusí de Tánger, por la misma Lole, por Radio Tarifa y, hasta el final, que es el principio, a las mismísimas raíces de la India de la mano de Anoushka Shankar. Cantan melodías turcas tradicionales con ritmo de tangos o tarantos, haciendo difícil distinguir dónde empieza lo flamenco y donde Oriente. Decía la propia Öykü que también para ella era un misterio cómo su hermano Berk, guitarrista zurdo, era capaz de meter las letras del folklore tradicional turco en las métricas propias del flamenco. Rompen barreras con fundamento y el público se queda sorprendido e hipnotizado por la interesantísima propuesta de estos hermanos a los que, con ocho años, Paco de Lucía les abrió el corazón al flamenco. No serán pocos los que ahora abren el alma a la música bellísima y evocadora de su país (En época de redes sociales, será conveniente reseñar que un vídeo del Festival compartido por Öykü, una auténtica celebridad en su país como actriz y cantante, grabado desde la terraza del teatro por ella misma, fue visto por más de 100.000 personas en apenas unas horas. Puede estar contento el Ayuntamiento de La Laguna por la repercusión del Festival).

La apuesta del evento por los nuevos talentos la ocupó la joven cordobesa Marina Reyes, acompañada por la guitarra de Juan Reyes el Pollo y las percusiones y dirección musical de Isidro Suárez, y los hermanos Maldonado a guitarra y percusión. Cantó soleá por bulería y el lorquiano poema Los cuatro muleros con talento y desparpajo impropio de sus 14 abriles. Nuevos talentos para una música eterna.

Bailó Marina Valiente, de terciopelo rojo. Y de qué manera. Bailaora de fuerza y originalidad, Ortodoxa y tremendamente personal al mismo tiempo. Bailó con poderío y dejó al personal con la boca abierta y el corazón encogío. Pocas bailaoras habrá capaces de impresionar con el gesto y la mirada como lo hace Marina Valiente.

Todavía estaba la bailaora en el escenario cuando apareció Remedios Amaya para cantarle. Cuando Remedios se hace presente sobre las tablas la luz inunda el teatro. Se dirá que es exagerado, pero bien sabe quien estuvo en el Leal que es rigurosamente cierto. Remedios Amaya es un torbellino que arrasa por donde pasa, una cantaora libre que hace y canta lo que le da la realísima gana sobre el escenario, ajena a guiones y clichés. Canta lo que le pide el corazón en cada minuto. Posee además recursos de sobra en estilos y letras para estar cantando siete días y siete noches sin repetirse. Aquí empezó por soleá, un palo muy difícil considerado como la madre de todos los cantes. Pareció una declaración de principios para puristas: si hay que cantar puro, ahí queda eso. Y a partir de ahí, siguió por tangos y más tarde bulerías, enlazando letras de sus discos jugueteando con los ritmos a su antojo. Cuando, al tercer tema, Remedios se quita los zapatos, mucho cuidado porque se avecina arrebato. El sábado acabó con el célebre La Cigarra, en un homenaje a su adorado Camarón. Decía José Heredia, alma mater del Festival, que Remedios tenía la voz de terciopelo. Y así es. Pero también su voz evoca cuero y menta, a aromas de azahar de su Sevilla natal y al mimbre húmedo de la canasteras. Ahora mismo, en su cante gitano y añejo pleno de sabiduría, no hay nadie como ella.

Acompañar a semejante fuerza de la naturaleza no debe ser fácil. Seguirla sin perder el compás requiere los reflejos y el talento de una banda de excepción. A la guitarra, el Perla, un fenómeno del que Pardo y Remedios decían que cuando se buscaba en los bolsillos de su chaqueta se le caía el flamenco por todos lados. En las palmas y jaleos, Samara Amaya, pura elegancia, Ana María González, flamenquísima, y Joaquina Amaya, hermana de Remedios, una voz y una personalidad arrolladoras. Se soltó el pelo Joaquina el domingo en la despedida con cantes y bailes arrebatados. Pura emoción. Queda en la memoria esa letra, más oportuna que nunca, en el fin de fiesta apoteósico: la vida es muy corta y hay que vivirla con intensidad…

Decía Jorge Pardo que el flamenco es alegría, es pena y es ciencia también porque obedece a una música muy simple en apariencia pero de muy difícil interpretación. Siendo así, Jorge Pardo sería un científico genial capaz de convertir en belleza todo lo que toca. Habitual del Festival, dejó momentos de emoción absoluta, capaz de llevar a la lágrima a la mismísima Camarona de Triana. Homenajeó al maestro Paco con una llamada a Entre dos aguas para recordar en otro momento a las Grecas haciendo fácil lo difícil. Un maestro.

Queda en la memoria un espectáculo redondo, coherente, emocionante, en el que se nota que hay un trabajo inmenso detrás de bambalinas. El equipo de producción merece un aplauso rotundo. El público salió feliz y exhausto, con ganas de volver a disfrutar del Flamenco en directo en próximas ediciones .

A los que preguntan qué es el flamenco, podría responderles sin más rodeos que el Flamenco es Remedios Amaya.

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