Carlos A. Schwartz acababa de regresar a Tenerife tras un viaje por Europa. Un domingo decidió ir a Ten-Bel, en Arona, a pasar el día y se encontró con Vicente Saavedra, el arquitecto tinerfeño fallecido la pasada semana, que presidía la Comisión de Cultura del entonces Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias (COAC), de la que Schwartz también formaba parte. “En ese encuentro, completamente casual y dominguero -explica a DIARIO DE AVISOS el arquitecto y fotógrafo tinerfeño-, le comenté la fascinación que me causó la presencia, y también la frecuencia, de obras de arte en la calle en muchas de las ciudades europeas que visité: en Róterdam, en Londres, en Venecia… Y, en medio de esa charla, nos planteamos una pregunta: ¿no sería posible hacer aquí, en Tenerife, una exposición de esculturas en la calle?”.
“Ahí quedó la cosa, pero se ve que Vicente siguió dándole vueltas a la idea, pues días más tarde me llamó desde el despacho de la Comisión de Cultura, en el que Hortensia Ramos-Izquierdo desarrolló una labor tan valiosa, para decirme que quería sacar adelante la exposición y, desde ese momento, en el Colegio de Arquitectos empezamos a planificarla”, apostilla Schwartz.
EL ENTUSIASMO
Esta anécdota relacionada con uno de los hitos culturales de Santa Cruz, Tenerife y Canarias, la I Exposición Internacional de Escultura en la Calle, celebrada entre 1973 y 1974, quizás sirva para ilustrar “el entusiasmo, la capacidad de trabajo y de aglutinar a muchas personas en torno a un objetivo común” de Vicente Saavedra. “Y también su generosidad”, recalca Carlos A. Schwartz, “pues, en definitiva, los proyectos culturales en los que nos implicaba a todos eran en beneficio de la ciudadanía”.
Al recordar la exposición, que dotó a la capital tinerfeña de un patrimonio artístico y urbano de valor incalculable, Schwartz menciona la contribución de personalidades como Eduardo Westerdahl, que integraba una comisión de honor en la que figuraban, asimismo, Joan Miró, el arquitecto Josep Lluis Sert y el artista y crítico de arte Roland Penrose. “Eduardo Westerdahl era muy amigo de Penrose, y este, a su vez, de Henry Moore. Eso nos permitió, por ejemplo, visitar a Henry Moore y traer para la exposición una de sus obras en préstamo [una maqueta en bronce de la serie Reclining Figure], que no pudo quedarse en la ciudad. Por fortuna, unos años más tarde pudimos tener otra escultura suya muy importante: El Guerrero de Goslar, que está en la Rambla”.
CREACIÓN ‘IN SITU’
Carlos A. Schwartz alude a otra aportación que enriqueció de forma notable el espíritu de la propuesta. “Pablo Serrano, que participó con una escultura muy importante, Homenaje a las Islas Canarias [situada en el Parque García Sanabria], nos planteó la idea de ofrecer a los artistas que acudiesen a la Isla la posibilidad de hacer sus obras aquí. Eso cambió por completo el valor de la exposición. La idea inicial era traer a Tenerife esculturas de artistas internacionales y exponerlas, pero ahora no se trataba solo de eso, sino de que muchos de ellos realizasen sus creaciones in situ. De hecho, la singularidad de este proyecto es que muchas de las piezas expuestas, por sus características y por los materiales empleados, nunca podrían haberse traído de fuera”.
El arquitecto y fotógrafo pone de relieve que la I Exposición Internacional de Escultura en la Calle fue el fruto de una serie de circunstancias afortunadas que podrían resumirse en la colaboración de un amplio conjunto de personas y entidades. Desde el Cabildo de Tenerife, el Ayuntamiento capitalino y la Caja de Ahorros hasta los propios artistas, que no cobraron honorarios por su trabajo. Pero también los contratistas, “que regalaron su mano de obra y sus materiales”, y el propio Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias, en su conjunto, y varios arquitectos a título personal, “que se ocuparon de dirigir, como si fuese una obra de arquitectura, lo que se estaba erigiendo en la ciudad”.
20 AÑOS MÁS TARDE
En 1994 se celebró en Santa Cruz la II Exposición Internacional de Escultura en la Calle, pero todo fue ya diferente. “La situación económica no era la misma y el legado y el impacto que tuvo, tampoco. Fue una especie de sombra de la primera, pero con eso no quiero decir que no proporcionase a Santa Cruz unas esculturas también muy interesantes”, puntualiza.
EUFORIA CULTURAL
Carlos A. Schwartz argumenta que la exposición impulsada por Vicente Saavedra y los miembros de la comisión que presidía en el Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias fue el resultado de la “euforia cultural” que se vivía en el colectivo de profesionales de la arquitectura. Cuatro años antes, el COAC inició su andadura en solitario, tras segregarse del Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Occidental, Badajoz y Canarias, y “existía una gran efervescencia en este grupo capitaneado por Rubens Henríquez”, señala.
En febrero de 1972, el COAC inauguró su sede, a partir de un anteproyecto de diversos arquitectos y, después, con el proyecto y la dirección de Vicente Saavedra y Javier Díaz-Llanos, “que es un edificio extraordinario desde diversos puntos de vista. Tiene casi 50 años y aún hoy me parece una propuesta arquitectónica totalmente novedosa”, añade.
Además, en su día se negoció con el Ayuntamiento capitalino de manera que, junto a las instalaciones que pertenecen al Colegio, se cedió un espacio a la ciudad, la plaza Arquitecto Alberto Sartoris, en la que figura una obra, Lady Tenerife, de Martín Chirino, “pionera en cuanto a la implantación de una estructura en un ámbito moderno”.
HACIA LA DEMOCRACIA
Carlos A. Schwartz considera que en esa época el colectivo de arquitectos era “una avanzadilla democrática”. “En 1972 Franco seguía vivo y coleando, pero los colegios desarrollaban una labor que, en muchos sentidos, abría ventanas de democracia en nuestro país”. Como ejemplo comenta que Vicente Saavedra y la Comisión de Cultura organizaron una exposición de homenaje a Picasso con motivo de su fallecimiento en 1973, “y eso entonces en Madrid hubiera sido impensable, dado que Picasso siempre se manifestó públicamente en contra de la dictadura franquista”. “Desde la inauguración del Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias, la Comisión de Cultura desarrolló una labor muy ambiciosa, trayendo a la Isla exposiciones y a artistas tan relevantes como Miró, Antonio Saura o Guinovart, entre otros muchos”, indica.
Al abordar la faceta como arquitecto de Vicente Saavedra, Schwartz subraya una “grandísima capacidad profesional”. “Su legado arquitectónico en colaboración con Javier Díaz-Llanos es inestimable. Y puedo citar muchos ejemplos, desde el propio edificio del Colegio de Arquitectos a Ten-Bel, un conjunto que se ha ido degradando con el tiempo, pero que en su día supuso un desarrollo urbanístico ejemplar para la Isla”. “De Santa Cruz habría que mencionar también el edificio Dialdas, una estructura de hormigón muy bien insertada en el conjunto de la plaza de la Candelaria, o el edificio Wildpret, cerca de la plaza de Weyler… Hay una obra suya y de Javier Díaz-Llanos muy considerable y de primerísimo nivel”, concluye el arquitecto y fotógrafo tinerfeño.