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Bárbara, tinerfeña víctima de acoso: “En los recreos me encerraba en el baño, pasaba mucho miedo”

Lleva luchando desde hace cuatro años contra la anorexia. “Lo pasé tan mal que empecé a bajar de peso de la forma que fuera” y perdió 30 kilos
Víctima de acoso escolar con 12 años, esta situación desembocó en una anorexia nerviosa contra la que lucha desde hace cuatro años. Ahora está hospitalizada en el HUC. | DA


Hoy se celebra el Día Internacional contra el Bullying o el Acoso Escolar, un problema cada vez más preocupante y al que es importante prestar atención tanto a los menores que pueden estar sufriendo la problemática como a los que ejercen violencia contra otros. Las consecuencias de esta práctica pueden ser terribles, llegando al suicidio o a sufrir duros trastornos mentales. En España, el acoso escolar afecta al 25% de los alumnos según un estudio sobre percepción en la sociedad, y a uno de cada 10 en el mundo según Save The Children. La pandemia ha repercutido en el acoso que sufren los escolares. Nueve de cada 10 padres y profesores afirman que la pandemia y el confinamiento lo trasladaron a las redes sociales e internet.


DIARIO DE AVISOS ha hablado con una alumna que comenzó a ser víctima de acoso escolar con 12 años, y que desembocó en una anorexia nerviosa contra la que lucha desde hace cuatro años. Ahora, con 17, está hospitalizada en el HUC, donde, junto a su madre, reclaman una unidad específica infanto-juvenil para las enfermedades de trastorno de la conducta y la posibilidad de ser trasladada para acelerar su recuperación.
En una desgarradora confesión, Barbara reconoció que sufrió durante dos años un duro acoso lo que le desencadenó caer en un trastorno de la conducta alimentaria, anorexia nerviosa, contra la que lucha hace cuatro años. “Todo comenzó desde que llegue al instituto. En primero de la ESO un par de personas empezaron a hacerme la vida imposible, hablaban mal de mí, me insultaban, amenazaban con pegarme, me hacían tales cosas que en los recreos me encerraba en el baño”, señaló antes de reconocer que “pasaba muchísimo miedo”.


Cuestionada por los motivos de estos ataques, Barbara afirmó que “era una de las nuevas, pero se metían conmigo por todo, no tenían un solo motivo, por cómo era por dentro y, sobre todo, siempre se metían con mi físico, me decían que era gorda, cuando en realidad no lo estaba”.


Ese ataque y acoso diario durante años originó que Barbara se lo creyera. “Me lo estaban haciendo pasar tan mal que llegué a creerme lo que me decían. Estuve aguantando esta situación alrededor de dos años, pero fue en un verano cuando decidí que me había cansado, que no quería ser la persona que ellos decían que era, por mi cuenta empecé a bajar de peso, y me daba igual la forma en la que fuera”, reconoció.


En aquel entonces Barbara jugaba al voleibol en un equipo federado, “estaba muy bien físicamente, tenía fuerza, podía saltar y jugar, todo iba muy bien en el plano deportivo”. Sin embargo, “empecé a comer cada vez menos, a restringir muchas comidas, empecé a hacer mucho más ejercicio aprovechando también el campus de voleibol, y todo llegó a un extremo al que llegue a perder de 15 a 20 kilos”.


Luisa Hernández, madre de la niña, recordó que “estaba algo preocupada, pero ella me decía que se estaba cuidando. Sin embargo, fuimos al médico, pero estaba el sustituto de su pediatra y este dijo que era una madre neurótica, y que dejara a mi hija tranquila”, lamentó por no tomar una mayor iniciativa esos días.
Tras pasar el verano y volver a las clases, el físico de Barbara ya estaba decaído. “Estaba bastante mal. Con el inicio de la temporada de voleibol, los entrenadores vieron que mi forma física había bajado y tanto a mí como a mi madre nos preguntaban qué me había pasado, por qué estaba tan delgada, que no era normal, y viendo el cambo físico nos aconsejaron que buscáramos ayuda”, relató Bárbara.


Los primeros pasos fueron acudir a una nutricionista, “ella me mandaba una dieta semanal a seguir, pero, como pasaba mucho tiempo sola porque mi madre trabajaba, me la saltaba y cada vez comía menos”, confirmó. Los entrenadores fueron más drásticos y la apartaron del equipo “me dijeron que no podía seguir entrenando mientras estuviera así”.


Su madre, Luisa, la llevó nuevamente al Centro de Salud, y ya le atendió su doctora pediátrica de cabecera, que tras verla la derivó al área de salud mental del Hospital Universitario de Canarias y cuando llegó quedó ingresada inmediatamente porque le diagnosticaron una anorexia nerviosa. “Llevamos desde los 13 años, ahora tiene 17, peleando contra la anorexia, entrando y saliendo en diversos periodos del hospital, pero al cumplir los 16 ya la han trasladado a psiquiatría de adultos”, reconoció Hernández.


Barbara señaló que llegó “muy asustada, no sabía que estaba tan mal. Intuía que las cosas estaban yendo mal, pero no era consciente de cómo estaba físicamente y cómo me había deteriorado. Tenía mucho frío siempre, el pelo se me caía a puñados, no me podía levantar rápido porque me mareaba”.


El periplo de Bárbara ha sido el de una paciente con varios reingresos en el Hospital Universitario de Canarias (HUC) y que actualmente por su edad, 17, ya está en una planta de adultos, compartiendo habitación con otra niña de 16 años que también tiene anorexia, mientras esperan una derivación a un centro especializado en la Península para mejorar su salud.


Al entrar al Instituto pesaba entre 63 y 65 kilos para 1,61 metros, y con 13 años, la primera vez que fue ingresada, “llegó con 33 o 34 kilos, y ahora pesa unos 39,5 kilos”, recordó su progenitora. Luisa Hernández señala que en el HUC, centro de referencia en Tenerife, los afectados a partir de los 16 años están siendo atendidos en la unidad de salud mental de adultos. “Mi hija, siendo menor de edad, está en el área de psiquiatría de adultos, y muchas veces me dice que tiene miedo, que algunos pacientes mayores tienen conductas agresivas”. Insistir al centro de que no es el sitio adecuado para las dos niñas, una de 16 años y su hija de 17, que “deben ser trasladadas por su seguridad”. Según Hernández, actualmente en pediatría pueden haber al menos tres pacientes y en psiquiatría de adultos otros tres más ingresados, además de los menores que entran y salen tras realizarles su seguimiento.


Cuestionada por cómo ve ahora a su hija, Luisa señala que “cada día veo que va a peor mentalmente, pese a que hace sus terapias”, mientras continúa las clases a distancia y en el Hospital acude a clases de refuerzo. “Es una niña con buenas notas, de notable y sobresaliente”, afirma.

Traslado tortuoso
Hernández relató la odisea que le tocó vivir para poder trasladar a su hija del Instituto donde estaba sufriendo el acoso. “Hablé con la directora y las profesoras, me dijeron que iban a tomar cartas en el asunto, pero la acosadora fue a peor, la amenazaba y pegaba aún más. Pedí el traslado de centro y pese a ser conscientes de los malos tratos físicos, psicológicos me lo negaron. Tuve que acudir a la Fiscalía del Menor para poder llevarla a otro centro, donde se han portado muy bien, le envían las tareas, el director y los profesores se han preocupado por ella”.
Tras un periodo en el que recuperó la normalidad y pareció mejorar, Bárbara volvió a recaer de su trastorno, lo que llevó a la actual hospitalización. “Era una niña hermosa y ahora es un saco de huesos. La veo alicaída, derrotada, cuando la voy a visitar se tira a mis brazos”, lamentó una madre que espera que puedan dar con la solución y mejore su salud.

Hernández: “Parecía que había voluntad por parte de la consejería pero no hay nuevos avances”


Luisa Hernández se ha erigido en la aladid de la lucha de los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria (TAC) para contar con una unidad especializada y un hospital de día en Tenerife, como ya lo fue en su momento otra madre como María Suárez.


“No estoy pidiendo que se lleven a ningún paciente a Madrid, lo que quiero es que en Tenerife habiliten una unidad especial que atienda a todos los afectados. Había una voluntad de la anterior consejera que dijo en diciembre de 2019 que se crearía este servicio con un hospital de día y una unidad específica para que todos los pacientes que tienen estos trastornos de la conducta alimentaria estén juntos”. “Es un compromiso que han mostrado, pero se han olvidado de nosotros”, lamentó Luisa que insistió en el que “la pandemia no es excusa, sabemos que se están haciendo otras cosas, y esta reivindicación lleva muchos años realizándose”.

Por su parte, espera que saliendo a la luz otras familias también se sumen con fuerza a esta reivindicación por la salud de sus hijos. “Algunas me dicen que es una batalla perdida, que Sanidad no me va a hacer caso, pero tengo las puertas abiertas para que se unan a mi reivindicación. Alguna madre tiene miedo a posibles represalias de los médicos, cuando no se dan cuenta de que el mayor problema es que su hija o hija va perdiendo la salud”. “Quizás sienten vergüenza, una madre me dijo que su hija no tenía anorexia, sino que había cogido un virus”.

Más de 800 atenciones en Canarias cada año y casi un paciente de TAC es diagnosticado nuevo cada día

El consejero de Sanidad, Blas Trujillo, informó durante su última visita al Parlamento regional de la creación nuevas unidades de atención ambulatoria y de hospitalización específicos para pacientes con trastornos de la conducta alimentaria (TCA), que refuercen los recursos actuales del Servicio Canario de la Salud y mejoren la respuesta asistencial frente a un conjunto de enfermedades que aumentan en número de nuevos casos, tal y como reflejan los datos de actividad asistencial.

Estos trastornos conforman un grupo heterogéneo de enfermedades psiquiátricas (entre las que predomina la anorexia y la bulimia nerviosas), que afectan en torno al 4% de la población adolescente de las islas, de entre 13 y 18 años, y adultos jóvenes, de entre 19 y 30 años.  El Registro de Casos Psiquiátricos de Canarias reporta un total de 814 pacientes con TCA atendidos durante 2019, de los que 316 fueron nuevos casos; 843 durante 2020, de los 269 fueron nuevos casos, y 572 en los primeros tres meses de 2021, con 82 primeros casos.

En acoso escolar o el bullying es un problema al que es importante prestar atención tanto a los menores que pueden estar sufriendo como a los que ejercen violencia contra otros. | DA

Expertos insisten en la necesidad de alzar la voz ante el acoso infantil

Expertos han coincidido en la importancia de alzar la voz ante el acoso infantil en vísperas del Día Internacional contra el Acoso Escolar, que se celebra este 2 de mayo, por lo que los especialistas reclaman un incremento de la formación a los profesionales y programas para sensibilizar tanto a los propios niños como al entorno, con el fin de visibilizar esta lacra.

Según datos de Save the Children, el 7% de los niños y niñas afirma haber recibido algún tipo de ciberacoso. La ONG añade que uno de los problemas de este cyberbullying es la dificultad para visibilizarlo, ya que el 82% de los niños y niñas afirman haber visto algún tipo de violencia o humillación, pero solo el 26% declara haber sido espectador de alguna forma de ciberacoso.


La forma de acosar ha cambiado con la pandemia y con la aparición de las nuevas tecnologías. El problema con el bullying es que las estadísticas dan una pequeña visión de la realidad. La mayoría de los casos no se denuncian y, además, la pandemia ha generado una cortina de humo que hace que no se detecten.

Entre los motivos de los niños, niñas y adolescentes para no hablar, desde la Plataforma de de Infancia apuntan, entre otras, al miedo al rechazo por denunciar, a nuevas agresiones o a la esperanza de que el silencio permita que el acosador deje en paz al acosado.

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