En la Wikipedia, existe un anexo que recoge los primeros cargos públicos LGTBI en toda Europa. Cuando uno pincha en “España”, aparece el nombre de Jerónimo Saavedra repetido tropecientas veces. “Primer ministro gay”, “primer presidente autonómico gay”, “primer alcalde de capital de provincia gay”, “primer diputado gay”…
Saavedra dirigió las carteras de Educación y Administraciones Públicas en la última legislatura de Felipe González. Fue portada por dos confesiones: en el 2000, reveló su homosexualidad en un prólogo; más tarde, dijo que era masón.
Con el Orgullo a la vuelta de la esquina -él no se manifiesta, ahora le preguntaremos-, acepta contar su historia. Una historia que es como una novela. Empieza con un suceso “trágico, inolvidable”: la muerte de su novio. La primera vez que Saavedra escribió en público su orientación sexual fue en aquella esquela.
Cuando murió Franco, este hombre nacido en Canarias en julio de 1936, pensó que los avances llegarían rápido, pero se equivocó. También creyó que esa izquierda que reclamaba la “libertad” le acompañaría en sus reivindicaciones, pero encontró “intolerancia” en el PSOE y en el PCE. Los avances -razona este doctor en Derecho- “tienen que ver con la humanidad y la cultura, casi nunca con la ideología de partido”.
Mira con respeto y admiración al movimiento LGTBI, pero lanza una advertencia: “Si la procedencia ideológica se torna determinante, el proyecto se volverá fanático”. Saavedra, dos décadas después de aquella portada de Interviú que lo colocó en el ojo del huracán, abre -¡por qué no decirlo!- su corazón. Hay momentos oscuros; otros luminosos. Pero también divertidos. Ya verán lo que respondía cuando le preguntaban si estaba casado.
-Don Jerónimo, ¿preparado?
-Oiga, que está jugando España. Cuando concertamos esta cita, no me acordaba del partido. Ahora yo no estoy para hacer ningún tipo de declaración. Llámeme cuando acabe.
(Noventa minutos y cinco goles a Eslovaquia después)
-¿Ahora, sí?
-Sí, sí, ahora va a salir mucho mejor, ya lo verá. Puede ir al grano.
Salió del armario en el 2000 empujado por un suceso trágico: la muerte de su entonces pareja. ¿Qué pasó?
Fue inolvidable. Estábamos los dos solos en mi casa de Mazo (Canarias). Me fui a acostar. Él se marchó a tomar una copa a Santa Cruz de la Palma. Al día siguiente, a las ocho de la mañana, sonó la puerta y era la Guardia Civil. Al ver a los agentes, les dije: “¿Vienen a contarme lo peor?”. Respondieron: “Sí”. Fue tremendo. Tuve que avisar a su familia… Terrible.
La familia. ¿Sabían que ustedes eran pareja?
Son cosas que se intuyen… Las familias siempre son más inteligentes de lo que pensamos desde fuera.
Su gesto fue valiente: decidió incluir el nombre “Jerónimo Saavedra” en la esquela de su novio.
Así fue. Se lo pedí a su hermano en el tanatorio. Creo que eso contribuyó a combatir los residuos homófobos que había en mi partido.
¿Qué pasó?
Muchos de esos que estaban siempre con los chismes aparecieron allí. Me dije: “He logrado vencer un poco a la intolerancia”. Las cosas cambiaron a partir de ahí.
Lee aquí la entrevista completa en El Español.