violencia de género

Un mes con el barco que lo cambió todo: Ángeles Alvariño

Las pérfidas maquinaciones de Tomás Gimeno no contaban con que un buque oceanográfico fuera capaz de dar con un cadáver a 1.000 metros de profundidad
Un mes con el barco que lo cambió todo: Ángeles Alvariño. | Sergio Méndez

Ayer se cumplieron cuatro semanas desde que el buque del Instituto Español de Oceanografía Ángeles Alvariño empezó a rastrear los fondos submarinos ubicados frente al término municipal de Santa Cruz de Tenerife en el afán de dar con alguna respuesta para la miríada de incógnitas que sembraron (y en cierto modo siguen sembrando) la angustia entre los españoles en general y entre los tinerfeños en particular, desde que el pasado 27 de abril desaparecieron dos pequeñas hermanas, Anna y Olivia (de uno y seis años, respectivamente) junto a su padre, un varón de 37 años llamado Tomás Gimeno.


Concretamente, este barco científico, que homenajea a una oceanúgrafa y zoóloga gallega que alcanzó reconocido prestigio en países como el Reino Unido y Estados Unidos, atracó en el puerto de la capital tinerfeña el sábado 29 de mayo y, al día siguiente, tras reunirse durante la mañana con los investigadores de la Guardia Civil para acordar las zonas de rastreo, zarpó a las tres de la tarde de aquel domingo.


Si bien era sabido lo innovador que suponía recurrir a un buque de estas características para una investigación criminal, pocos podían imaginar ese día que el buen hacer de los profesionales, la referida coordinación con la Benemérita y -seguramente- ese plus de la implicación personal de la tripulación (que la madre de las niñas agradeció en una carta fechada el pasado día 16) lograrían el ‘milagro’ de encontrar la aguja en un pajar plagado de sucesivos precipicios submarinos con un fondo rocoso que se antojaban obstáculos prácticamente insuperables.


Todos los especialistas que conocen del caso coinciden en que tenían razón los que describieron a Tomás desde el primer momento como una persona calculadora y manipuladora, pero, como sostuvo una jueza güimarera en el mismo auto con el que remitió la instrucción a un juzgado especializado en violencia machista, cuando planeó asesinar a sus propias hijas y ocultar sus cadáveres con el afán de causar el mayor dolor posible a la madre, no podía siquiera imaginar que el Ángeles Alvariño desbarataría, al menos en parte, tan pérfidas intenciones.


Se sabía que Tomás subió a bordo de su lancha en la noche de autos varios bultos que, lógicamente, fueron fijados como objetivos a lograr con los rastreos del sonar de barrido lateral con que está dotado este buque oceanográfico, y al que complementa un robot submarino capaz de descender a pleno rendimiento hasta profundidades de 2.000 metros.


Y, tras una falsa alarma con una bolsa de basura, el Ángeles Alvariño empezó a demostrar de lo que era capaz. Tras poco más de una semana buscando las 24 horas del día sin interrupción, encontró una funda nórdica (un edredón) y una botella de buceo que resultaron ser propiedad de Gimeno.


Dos días después consigue lo que muchos creían un “milagro”; encontrar a 1.000 metros de profundidad, a unas tres millas de la costa, el cuerpo sin vida de Olivia, de seis años. Estaba en una bolsa de deportes unida al ancla de la lancha de Tomás por una cadena junto a otra bolsa que estaba rota y vacía, y que se teme llegó a guardar en su interior el cuerpo sin vida de la pequeña Anna.


Desde entonces, el buque del Instituto Español de Oceanografía ha prorrogado hasta tres veces su estancia en la isla, gracias a las gestiones realizadas por la Delegación del Gobierno en Canarias y las súplicas de Beatriz, madre de las niñas, que obtuvieron la respuesta del propio presidente Pedro Sánchez, quien puso todos los ministerios del Gobierno a su disposición.


Pero hay otra misión por llevar a cabo, como explica incluso la propia Beatriz, que es dar con el cadáver de Anna, claro, pero especialmente de Gimeno, sobre quien hay dictada una orden internacional de búsqueda como presunto autor de un doble asesinato, y el robot submarino del Ángeles Alvariño ha dado sobradas muestras de estar al límite de requerir unas labores de mantenimiento que solo pueden llevarse a cabo en su base de Vigo.

Un hito inédito para la criminalística española

Hay quien ha llegado a sostener que la intervención de un buque oceanográfico para encontrar en los fondos oceánicos el cadáver de la víctima de un crimen no se había producido hasta ahora en toda Europa, pero de lo que no cabe duda alguna es que el hallazgo del cuerpo sin vida de la pequeña Olivia por parte del Ángeles Alvariño a unos 1.000 metros de profundidad es un hito inédito para la criminalística española. Además, que se lograse en unas condiciones tan adversas, dado que Gimeno eligió una zona especialmente complicada para ello, redobla lo meritorio del hecho en cuestión.

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